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Venezuela en una de rupturismo 
por Lucy Gómez

sábado, 7 agosto 2004


En Venezuela nos estamos poniendo "de librito". Yo pensaba que era muy original que la sociedad civil venezolana hubiera producido unas marchas superespectaculares de medio millón de personas contra el gobierno, que sintiéramos   rechazo y desconfianza profunda hacia las soluciones de los políticos, así estén del lado nuestro en esta crisis. Yo siento que todo el tiempo, nuestros líderes y los del gobierno, lo que   quieren es salir en TV y mandarnos sin exponerse, o por lo menos valoran demasiado este tipo de acción frente a otras soluciones.  Hemos vivido una protestadera masiva y furiosa por causas que no son estrictamente políticas. Léase la rabia que agarramos cuando lo del decreto 1011, que pretendía modificar a gusto del gobierno la educación ("! Con mis hijos no te metas ¡") o la toma de los militares en la Plaza Altamira.  Explosiones de mediana a baja intensidad, empiezan a sentirse por todos lados.

 

La movida social es intensa, pero uno no sabe como diagnosticarla. Desde hace años estamos metidos en una turbulencia. No es que nos duela el estómago, ni la cabeza. No es que los venezolanos nos volvimos locos de repente. No, no. Es que estamos en una de rupturismo.

 

¿Y que es eso?  Uno de los expertos en el asunto es un profesor de la universidad chilena Diego Portales, el profesor Andrés Benavente Urbina, quién se ha preocupado por comprender esa sentida turbulencia,   un problema social en todo el continente.  Significa anarquía, violencia, desconfianza en el liderazgo, crisis económicas sucesivas y recurrentes.  Los militares no son los de antes, así que no hay una sucesión de golpes de estado como en otras épocas. La gente no sabe que hacer, así que estalla y provoca manifestaciones. Se cae a tiros y tranca una calle por el asesinato de un hijo, porque al despedirlos los echan de sus casas, porque se repiten las muertes de choferes a manos de los delincuentes, pero no por las convocatorias de la socialdemocracia, el socialcristianismo, el socialismo o el comunismo.

 

Benavente Urbina   lo comenta así: "las movilizaciones rupturistas no son expresiones de convocatorias ideológicas que vayan directamente ligadas a determinados proyectos políticos de transformación social como ocurría en la América Latina de hace 30 años. Hoy son expresión de radicalismo social...el sólo argumentario político institucional contra el sistema no sirve para convocar y movilizar adherentes... es vital vincular el discurso rupturista con problemas y aspiraciones concretas de segmentos importantes de la población". (1) Nos pone de ejemplo. Dice que "fueron las movilizaciones opositoras las que precipitan la caída del presidente Hugo Chávez y, a su vez, el chavismo movilizado fue el que logró la rápida reposición del mandatario".

 

Y es que movimientos como los que tumbaron a De La Rúa en Argentina, antecedieron la renuncia de Alberto Fujimori en Perú, hicieron destituir a Yamil Mahuad y Abdalá Bucaram en Ecuador o Raúl Cubas en Paraguay, no fueron obra de los partidos políticos. Los partidos políticos y sus líderes sacaron la cabeza por encima de la marejada y surfearon torpemente sobre ella tratando de sobrevivir, con el espanto en los ojos, tambaleándose ostensiblemente, viendo hacia atrás el monstruo que se les venía encima.

 

Aquí es común para partidarios del gobierno pensar que el rechazo a las torpezas de la Coordinadora Democrática significa el apoyo al Presidente de la República y viceversa. No, significa el rechazo a los modos de los políticos, a su falsedad, a su creencia en que el uso de la TV basta para conducir a la gente. A su falta de coherencia, al rompimiento de sus promesas y por ende al desvanecimiento de nuestras ilusiones.  La gente sueña con suprimir ese modo de hacer política y volatilizar sus cabezas visibles, al costo que sea.

 

Los partidos son protagonistas de un proceso de farandulización, porque se ven sobrepasados por la creciente importancia de los medios de comunicación y han contribuido por sus torpezas al debilitamiento de la democracia, favoreciendo a los líderes populistas de nuevo cuño, aquellos que apuestan a la total destrucción institucional para favorecer su autoritarismo conveniente. El catálogo de precisiones y adjetivos del teórico del rupturismo que me ocupa, me parece que nos viene como un guante: " en América Latina se percibe en general a los partidos políticos como negativos, núcleo de luchas intestinas, despreocupados de sus propias aspiraciones programáticas, incapaces de diseñar políticas consistentes y con inclinaciones corruptas" ¡que tal!

 

¿Que ocurre, cuando los líderes populistas que escogimos (2) no marcan la diferencia?  Bueno, prosigue la marejada.  En Venezuela continúa, porque no acabaron en 5 años el desempleo, la exclusión, las contradicciones, los comportamientos erráticos, las mentiras mediáticas, las invasiones, el hambre profunda y la violencia creciente. Estamos montados en la cresta de un maremoto social, con un gobierno débil, que ya ha sufrido una crisis militar significativa, con una institucionalidad frágil y una sociedad civil que ya ha probado la sangre de sus líderes.

 

En este momento, ante la credibilidad gubernamental gravemente dañada, el animal social exige una cabeza, a lo mejor para después decapitar a su sucesor. O como me dijo una vecina: "a ese, lo vamos a revocar. Y el que quede, que no se resbale, porque ya sabemos como es la cosa   y lo revocamos también".

 

"La  llegada de Hugo Chávez al poder no fue obra de una casualidad política, sino la culminación de una prolongada crisis del sistema institucional venezolano. Detrás de él se movió una mayoría tras el objetivo rupturista de desmontar la institucionalidad vigente ", dice el profesor Benavente.  Pero la institucionalidad fue desmontada para instaurar un régimen de conducción autoritaria, que alargó y profundizó la crisis. Ahora ese régimen es el objetivo, porque su conducción se trasladó a los hombros de personas cuya fidelidad era preferible a su eficiencia.

 

En un ejercicio perfecto de autodestrucción, se consolidó la división social, el respaldo al lumpen y a sus usos como ejército de choque. Las cabezas de los cuatro poderes son blanco de acusaciones de corrupción, burocratismo, ineficiencia y culto a la personalidad. La crisis económica no ha hecho sino profundizarse. La pobreza no se acabó, como tampoco el aumento espectacular de la delincuencia organizada. La receta para copiar nuestra crisis rupturista es sumar nuestra incertidumbre institucional a   un alto nivel de riesgo para las inversiones y a la crisis económica, con nuestros crecientes y altos índices de pobreza.

 

Somos un país de riesgo, podemos convertirnos rápidamente en el ataque cardíaco de América Latina. Nuestro descontento generalizado tiene una motivación múltiple, difícil de resolver, muy ligada al problema económico. En una semana trataremos de neutralizar a través del referéndum revocatorio la crisis de legitimidad en que está inmerso nuestro gobierno. Terminar con esta turbulencia es el objetivo de millones.


Notas:

 

1) Rupturismo social y gobernabilidad en América Latina. Andrés Benavente Urbina. Comunidad virtual de Gobernabilidad y Liderazgo.http://www.gobernabilidad.cl/

modules.php?name=News&file=print&side=434 

 

2) Yo no lo escogí, es decir, no voté por el, queridos amigos, pero asumo mi responsabilidad, porque en esa época yo era una abstencionista consistente y convencida. Venía de cuatro períodos sin votar por nadie.    

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