Quienes creemos en la libertad individual
debemos defender la existencia de la prensa libre, de la
plena libertad de expresión, de los partidos políticos
libres, de las elecciones libres y de la alternabilidad en
el poder, entre otras cosas. Son elementos básicos e
infaltables en un régimen de libertades. Sin embargo, a
veces cuesta trabajo hacer entender a nuestros adversarios
políticos por qué estos principios no son meros caprichos
ideológicos. Este breve texto pretende responder a esa
cuestión.
I
Quality
control
El crash test,
o prueba de choque en español, es una operación de
laboratorio consistente en probar la resistencia de un
vehículo en caso de colisión, sometiéndolo a impactos
programados contra otro objeto, sea, por ejemplo, una pared
de concreto sólido u otro vehículo. En la cabina hay uno o
varios dummies, es decir, maniquíes especialmente
diseñados para reemplazar a un conductor o a una familia
completa de carne y hueso. Estas duras pruebas, que pueden
destruir por completo un costosísimo auto de lujo, tienen un
fin bastante más elevado que el valor monetario de la
máquina: probar su seguridad y su funcionamiento.
El auto – o lo que queda de él - es
cuidadosamente inspeccionado, así como la “salud” de sus
ocupantes, y se elabora un informe detallado que recoge las
consecuencias del impacto. El amasijo de hierros y los
ocupantes “heridos” o “muertos” contienen información que
permite identificar los errores, para luego pensar en la
forma de corregirlos. Sólo así se podrá garantizar que el
automóvil que se ofrecerá en el mercado es de buena calidad
y que sus ocupantes podrán viajar en su interior
razonablemente seguros.
Obedientes a la misma lógica, las pruebas
sistemáticas de calidad se llevan a cabo para un sinfín de
productos y servicios: los catadores prueban el vino que
saldrá al mercado – o que no saldrá si sabe a cloro; los
ingenieros hacen las pruebas técnicas del servicio de
telefonía que se ofrecerá en el mercado – o que no se
ofrecerá hasta tanto no se resuelvan eventuales problemas de
comunicación; y el experto prueba en laboratorio el nuevo
fusil que será empleado por el ejército – o que no será
usado si no es capaz de matar a una mosca. Y, aún luego de
tantas pruebas y de haber corregido los errores detectados,
queda una última evaluación, quizás la más exigente: la del
usuario, que bien podrá disponer del servicio post - venta
para reportar fallas, para comunicar observaciones y/o
sugerencias y hasta para devolver el producto si es que no
sirve para nada.
II
Ensayo y
error para el ser humano imperfecto
La idea
de someter a prueba el producto intelectual y material del
ser humano obedece al hecho de que el ensayo y error,
como método, es tremendamente beneficioso y útil para
enriquecer el conocimiento, cosa que sabe el hombre, no
desde que se habla de ello en términos filosófico -
científicos, sino desde sus primeros días sobre la faz de la
tierra. Los seres humanos, gracias a su experiencia, saben –
aunque algunos aún no se enteran – que son seres falibles;
seres que pueden errar, equivocarse. Y gracias a sus errores
y aciertos - pero especialmente a la forma en que detectan
las fallas y enmiendan los entuertos - han logrado notables
avances científicos, artísticos y de otras naturalezas.
Una de las obras más conocidas sobre este
asunto es Logik der Forschung (1934) o Lógica de
la Investigación Científica de Karl Popper, autor a
quien referimos en el pasado artículo Comunismo y
Nazismo, parientes totalitarios (disponible en:
http://webarticulista.net.free.fr/rr200801022150+Rafael-Rincon.html
). El criterio de Sir Karl Popper para la demarcación de
la ciencia – es decir, para determinar qué es y qué no
es ciencia – encuentra su sostén sobre la refutabilidad:
un sistema de enunciados puede considerarse científico sólo
si admite la posibilidad de ser refutado mediante alguna
observación. Para Popper, una teoría realmente dice algo
sobre el mundo si es capaz de chocar o de entrar en
conflicto con él.
Esta formulación da forma a lo que se conoce
como racionalismo crítico, que dice que el
enriquecimiento y desarrollo del conocimiento humano es
producto de un proceso de ensayo y eliminación del error que
funciona así: El científico propone una hipótesis para
resolver alguna cuestión. Luego critica y permite a otros
criticar su hipótesis para intentar refutarla. Si la
hipótesis sobrevive a los intentos de refutación, puede su
contenido ser aceptado o considerado como verdadero, pero de
manera provisoria. Si la teoría no resiste - si es falseada
- se trata de buscar nuevas soluciones o hipótesis
(conjeturas), que habrán de ser criticadas nuevamente. Y se
habla de verdad provisoria porque siempre está
abierta la posibilidad de que se encuentre, en un futuro,
una mejor explicación a las cuestiones que anteriormente han
sido “resueltas”, sea porque se descubra que la explicación
disponible estaba equivocada o por cambios en las
condiciones asociadas a la cuestión. Así, el desarrollo de
la ciencia es posible gracias a este proceso de conjeturas y
refutaciones, mediante el cual se busca, de manera
consciente y planificada, los errores con el propósito de
eliminarlos.
La propuesta de Popper parte del hecho de que
el ser humano suele errar; de que es falible, por lo que sus
productos materiales e intelectuales también pueden serlo.
Las ideas expuestas por Popper, también autor de Das
Elend des Historizismus (1936; La Miseria del
Historicismo) y Die Offene Gesellschaft und Ihre Feinde
(1945; La Sociedad Abierta y sus Enemigos), nos explican
cómo funciona el pensamiento totalitario y por qué es
imperativo defender los infaltables elementos constituyentes
de una sociedad libre: plena libertad de expresión, partidos
políticos libres, elecciones libres y transparentes y
alternabilidad en el poder, entre otros… es decir, verdadera
libertad.
III
Buenas
noticias: la democracia es imperfecta
Aunque, en teoría,
religión y ciencia no se llevan muy bien, el caso del
socialismo, por mencionar un emblemático ejemplo, demuestra
que la praxis política es una caja de Pandora.
Gracias a que los socialistas “científicos” se sintieron
poseedores de la absoluta e irrefutable verdad, El
Capital de Karl Marx y el Manifiesto Comunista
terminaron fundiéndose en una suerte de “Biblia” y el
socialismo resultó en religión… secular. Quienes “osaron”
proponer revisiones fueron acusados del mortal “pecado” de
“revisionismo”, que equivale a la herejía. Y quienes
“osaron” disentir fueron – y son aún, como en Cuba o
Bielorrusia – castigados, torturados y asesinados… o
excluidos y humillados en el mejor de los casos. Es lo que
merece quien “pone en riesgo” la construcción del “paraíso
terrenal”.
Y es que hay un punto en el que se encuentran
la religión e ideas políticas como el marxismo: ninguna de
las dos admite refutación. Y quizás sea por ello que el
socialismo, en ciertos contextos sociales, suele valerse del
mesianismo para legitimar su accionar. A veces conviven en
el mismo contexto socio–político el discurso científico,
dirigido a los intelectuales, y el discurso religioso,
dirigido a las masas… para las que la ciencia no dice mucho,
pero sí un Jesucristo “revolucionario y socialista”. El
semidiós gobernante tiene, entonces, sabiduría y bendición
suficientes para aplastar cualquier intento de oposición –
que es traidora, apátrida y criminal - y para prescindir de
los mecanismos democráticos de seguridad: libertad de
expresión, partidos políticos libres, elecciones libres y
transparentes y alternabilidad en el poder.
Las consecuencias de estas empresas utópicas
custodiadas por un aparato represor y dirigidas por un poder
dotado de “incuestionable sabiduría” – partido único y líder
máximo - sobrepasan la restricción de las más elementales
libertades y la sistemática violación de los derechos
humanos. Al no existir lo que hemos llamado mecanismos
democráticos de seguridad, no hay forma de corregir el
rumbo – si es que está equivocado – a menos que tal decisión
provenga del poder gobernante mismo. Esto quiere decir que
la sociedad puede quedar encadenada a los caprichos y
errores del terco semidiós y caer con él en el abismo, si es
hacia el fracaso que se ha dirigido la marcha… cosa
demasiado frecuente.
En un régimen de libertades medianamente
decente eso no debería suceder, pues los mecanismos
democráticos de seguridad activan las alarmas y anuncian
los peligros de cualquier mala decisión tomada por el
gobierno: Si el poder político emprende un proyecto o acción
para resolver algún problema económico o social, la prensa
libre ayudará a comunicar las advertencias; alertas que
pueden ser oportunas o absurdas, pero que “salvarán el
pellejo” de la sociedad si el caso es el primero. Los
partidos políticos libres, desde sus sedes, celebrarán
ruedas de prensa para referirse a la decisión gubernamental,
que apoyarán o rechazarán, teniendo así la oportunidad de
hacer ver errores y peligros si los hubiere. Si la medida
afecta negativamente a un sector social determinado, en un
régimen de libertades éste podrá organizar una manifestación
para dar a conocer su posición, haciéndole ver al gobierno
cómo serán perjudicados y proponiéndole alternativas o
ajustes. Y, por último, si la gestión político –
administrativa ha sido desastrosa, la sociedad podrá echar,
en elecciones libres, al mal gobierno, dando paso a otro,
que puede ser peor, igual o mucho mejor, cosa que depende en
gran medida de la sabiduría e inteligencia del votante.
Por todo esto, la cuestión sobre quién debe
gobernar no es fundamental. Es fácil pensar que deben
gobernar los “mejores”, los “más sabios”, los “líderes
natos”. Nadie en su sano juicio querrá que gobiernen los
“peores” o los “tontos”. Pero si, como también propuso
Popper en 1945, nos preguntamos “¿Cómo podemos organizar
las instituciones políticas, de tal manera que se impida a
los gobernantes malos o incompetentes hacer demasiado
daño?”, llegaremos a la conclusión de que el principio
del ensayo y error – y de ajustes y reajustes -, como
método de ejercicio político, debe ser el pilar fundamental
de una institucionalidad política eficiente y garante de la
libertad. La mejor forma de evitar que un mal gobernante
haga demasiado daño es contando con los mejores
mecanismos democráticos de seguridad posibles: plena
libertad de expresión; prensa libre, partidos políticos
libres, elecciones transparentes y también libres y
alternabilidad en el poder para que el gobernante inepto no
cause estragos hasta el día de su muerte. Afortunadamente,
sabemos que la democracia liberal es imperfecta y que sólo
nos salvarán un excelente departamento de calidad y un mejor
servicio post – venta.
ralle1975@hotmail.com