"Recuerden que Cuba todavía está en transición y la
Revolución Cubana tiene 50 años, es decir, no se ha
consolidado".
Así lo expresó el ex fiscal venezolano Isaías Rodríguez,
presentando la perpetuidad en el poder de un hombre, de un
pensamiento único y de un proyecto de eterna duración como
la cosa más normal en una sistema que está "instalando la
verdadera democracia".
Si una revolución es la tentativa violenta de derribar las
autoridades políticas existentes y de substituirlas con el
fin de efectuar profundos cambios en las relaciones
políticas, en el ordenamiento jurídico constitucional y en
el ámbito socioeconómico, cabe preguntarse: ¿qué demonios es
lo que Fidel no ha podido consolidar en medio siglo?
Cuba es, siendo generosos, un país social, política y
económicamente detenido en el tiempo, no por bloqueo
imperialista alguno, que no existe (basta ver las
estadísticas oficiales de comercio de Cuba con más de un
centenar de países), sino por el que el propio Fidel ha
impuesto a una sociedad a la que trata como su rebaño
personal y a la que debe contener por la fuerza para que no
huya despavorida del paraíso terrenal. Eso está bastante más
que consolidado, gracias, además, a la complicidad de
quienes aman las revoluciones mientras se produzcan lo más
lejos posible y mientras mantengan activo el mercado de las
ideas políticas que les dan de comer.
La consolidación de algo se espera y se produce mientras ese
algo tenga cosas por lograr. Y en tanto hecho posible en lo
"no concluido", la consolidación tiene sentido. Pregunto
entonces: ¿Qué es lo que no está concluido en una paralizada
Cuba, en un país cuya clase gobernante totalitaria no puede
ser más groseramente conservadora y tozuda? ¿Contra quién
está aún luchando la Revolución Cubana? ¿Contra el sistema
capitalista que, por su naturaleza flexible, tiene infinitas
posibilidades más que el castro-comunismo de adaptarse a los
tiempos y de sobrevivir a las peores crisis, mientras el
anticapitalismo lleva décadas jurando que está enterrado?
¿Lucha Fidel contra la opresión imperialista cuando SU isla
es una prisión flotante, un Alcatraz de 11 millones de reos?
¿Qué revolución puede estar consolidando un Estado cuyas
políticas exterior y económica tienen como principal pilar
la mendicidad internacional? ¿O será que está consolidando,
ahora junto a Nicaragua, Bolivia y otros gobiernos vividores
(grupo al que se ha sumado la Costa Rica del ex crítico
Oscar Arias), un sistema de “cooperación económica”
internacional inspirado en la práctica de la sanguijuela?
Yo creo que lo único que no se ha consolidado en Cuba o,
mejor dicho, en la monarquía sin corona de los Castro, es la
sensatez, por no decir algo más despectivo. Y no me digan
que tratamos de imponerle a Cuba un concepto de desarrollo
ajeno a su cultura y deseos, cuando el Comandante no se
atreve a permitir la libre salida de personas del país por
el riesgo a quedarse sin un alma sobre la que pueda mandar.
¿O es que acaso arrojarse en balsa improvisada hacia Miami,
tierra de perdición capitalista, y evadir tiburones es el
deporte nacional de los cubanos o una demostración del
avance de la ingeniería náutica revolucionaria?
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