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Cordura, sensatez y guerra
por Rafael Rincón
miércoles, 12 marzo 2008


Si algo serio hay en el mundo, ese algo es la guerra; acto esencialmente riesgoso y costoso del que sale mejor parado quien menos pierde y quien mayores beneficios obtiene. Y aún el mejor parado habrá sacrificado vidas y recursos materiales en el enfrentamiento, sin contar las secuelas psicológicas, sociales y morales que abultan los costos, tanto de la tropa como de la población civil. A la honorable Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos de Chile debo mis modestos conocimientos sobre el tema. Hoy comparto algunos con Uds.

I

A propósito de la guerra, títulos y autores hay muchos recomendables, pero a Carl von Clausewitz no se le olvida ni por accidente. Sus producciones intelectuales – y esto vale para un sinfín de obras sobre asuntos políticos y estratégicos – no son recetarios dogmáticos ni compilaciones rígidas de reglas y principios, cuyo estricto seguimiento supone garantía de victoria. La guerra es un fenómeno sociopolítico de tremenda complejidad, en el que intervienen factores que, por su naturaleza, no pueden ser empleados en cálculos matemáticos. Fue Sun Tzu, si mal no recuerdo, quien dijo: "Así como el agua carece de una forma constante, no hay en la guerra condiciones permanentes”. Coincidente con esta idea, Carl von Clausewitz no pretendió decirles al soldado y al conductor de la guerra “qué hacer en caso de”, sino ofrecerles ideas y puntos de referencia que enriquezcan su capacidad crítica y analítica para enfrentar las situaciones específicas.

II

Entre las ideas de Carl von Clausewitz, autor de Vom Kriege (De la Guerra) y famoso por aquello de que "la guerra es la continuación de la política con otros medios", destacaremos algunas que bien vale considerar por estos días de extraña euforia belicista.

Un primer planteamiento es que el Objetivo Político de Guerra es rector y determina, tanto la aceptabilidad de la guerra como las acciones que se emprenderán. Se va a la guerra por algo justo y “que valga la pena” para el conductor, para el soldado y para la sociedad en general. El fin político de la guerra es lo que guía y define el esfuerzo político.

Un segundo planteamiento es que el Conductor Político ha de verificar que las acciones a ejecutarse durante la guerra no tengan demasiadas repercusiones negativas sobre el interés nacional. Se deberá evaluar con sumo cuidado cuáles serán las posibles consecuencias ¿Qué está en juego? ¿Cuáles serán los efectos sobre la economía? ¿Habrá alimentos? ¿Cuántas personas pueden perder la vida o sus empleos y propiedades? ¿Cuáles serán las consecuencias sociales? ¿Qué territorios, instalaciones estratégicas o ciudades están comprometidas y/o pueden ser afectadas? ¿Qué riesgo existe de perder algún territorio? ¿Qué efecto tendrá la guerra sobre la imagen del país y sobre las relaciones con otros países? En fin, mil interrogantes.

Un tercer planteamiento es la relación armónica que debe darse entre tres elementos clave, si es que se pretende contar con posibilidades reales de triunfo en un conflicto armado.

El primer elemento está asociado al odio, a la enemistad y a la violencia primitiva. Es el elemento pasional de la guerra encarnado en el pueblo. En el pueblo debe existir un gran odio por el enemigo y una absoluta disposición para comprometerse en un 100% con acciones que lo aplasten y destruyan. Si el pueblo va a poner la sangre, no valen las medias tintas. Y, además, ha de estar dispuesto a emprender cuanto sea preciso para alcanzar los objetivos definidos por el gobierno. El pueblo es el motor de la guerra.

El segundo elemento está asociado con el juego del azar y las probabilidades, que hacen de la guerra una cuestión profesional y técnica. Las Fuerzas Armadas – jefe militar y soldado bajo su mando - deben contar con las competencias profesionales y la capacidad tecnológica para enfrentar al enemigo, así como han de estar comprometidas con la empresa bélica y con los objetivos políticos hasta las últimas consecuencias.

Por último, tenemos el elemento asociado a la razón, a la inteligencia. La guerra, como instrumento de la política, compete al conductor político, quien debe tener la voluntad de ir a la guerra y contar con la inteligencia, con la serenidad, y con las competencias político – estratégicas para someter al enemigo y conseguir el objetivo político definido.

Los elementos explicados – que constituyen la Trinidad de Carl von Clausewitz - adoptarán diferentes magnitudes en cada caso, definiéndose así la particular naturaleza de cada guerra, que podrá incluso variar durante su transcurso. Como estas variables están presentes en cualquier guerra, no pueden ser ignoradas en un análisis serio… a menos que se resuelva confiar en la suerte, en la estupidez del enemigo y en la misericordia del Altísimo. La falla de uno, dos o de los tres elementos supone la reducción de las posibilidades de victoria. Y aunque hay otras variables supremamente importantes - la tecnología, la economía, la geografía, entre otras - que deben ser atendidas sin falta, su carácter eventual nos permite excluirlas de un modelo general.

III

La función principal de un gobierno que se enfrenta a un conflicto es buscar todas las vías posibles de solución pacífica. Pero una vez que se resuelve ir a la guerra, se inicia un proceso en el que se va dificultando progresivamente la marcha en reversa. Por ello no deben lanzarse amenazas que no puedan ser cumplidas; algo cercano a aquello de que la espada sólo se desenvaina si se va a manchar con sangre… con la sangre del otro.

Con los tambores de guerra ya sonando, el gobierno debe trabajar sobre cuatro campos de acción: En el campo interno, se prepara al pueblo para soportar los sacrificios y dar la sangre que demandará el sostenimiento del esfuerzo bélico. En el campo externo o diplomático, se procura ampliar el margen de libertad de acción (se buscan apoyos y se neutralizan actores) y así asumir y mantener la iniciativa. En el campo económico, se inician acciones para apoyar la empresa bélica y las condiciones de vida y de producción del país. Por último, en el campo bélico, se actúa coercitivamente contra las fuerzas enemigas hasta lograr someterlas.

Ahora bien, la guerra, en tanto acto político, está sometida a consideraciones políticas. Lo militar no debe prevalecer jamás sobre político y debe, más bien, producirse una exitosa armonización de los elementos de la Trinidad. Pero de no ser así, y si no se está pensando en el suicidio colectivo, hay decisiones que deben ser tomadas. Veamos tres ejemplos:

1.             Si el gobierno tiene la voluntad de ir a la guerra y cuenta con el apoyo del pueblo, pero sus fuerzas armadas no tienen la capacidad tecnológica y las competencias profesionales para buscar una solución militar, se debe lograr un acuerdo político.

2.             Si el pueblo está dispuesto a asumir el sacrificio - está comprometido con el objetivo político y desea ir a la guerra - y si las fuerzas armadas cuentan con la capacidad tecnológica y las competencias profesionales, pero el gobierno se muestra ambiguo, blando y errático en el manejo de la situación, hay que cambiar al gobierno.

3.             Si el gobierno tiene la voluntad de ir a la guerra, las fuerzas armadas tienen las capacidades tecnológicas y las competencias profesionales para buscar una solución militar, pero el pueblo se muestra indiferente al problema - no está dispuesto a ofrecer los sacrificios y la sangre que la empresa bélica demanda y no apoya lo resuelto por el gobierno - hay que desistir del objetivo y buscar un acuerdo político.

Como lo expuesto no constituye una receta rígida y dada la complejidad de la guerra como fenómeno, es imperativo un análisis muy serio de las situaciones de conflicto, en el que la cordura y la sensatez no deberán faltar.

IV

Ni a los soldados se les levanta del cajón con los honores post mortem, ni a los civiles muertos y heridos les reconforta demasiado el agradecimiento de la Patria. Además, las monedas – léase “presupuesto de defensa” - no están como para botarlas en chifladuras suicidas. La guerra es para tomarla en serio.-

Nota final: Vaya el más sincero agradecimiento a la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos de Chile (ANEPE) por sus valiosas enseñanzas. Y, para este tema en especial que es la estrategia, mi reconocimiento al amigo y Profesor Karl Sievers.

ralle1975@hotmail.com

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