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Payasada Tercermundista
por Rafael Rincón
miércoles, 14 febreo 2007


Sábado 9 de febrero de 2007. 21.15 horas. Plaza Ñuñoa, Santiago de Chile

-        ¡Señorita… la cuenta, por favor!
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Altiro[1]

          Pagados los cafés, nos dispusimos a volver a casa. Pero atraídos por las risas, nos acercamos al lugar donde dos simpáticos payasos entretenían a un grupo de personas. “Ramona” se llamaba ella; una pequeña payasita bastante fea (espero que sólo producto del maquillaje), provista de dos largas trenzas que, una en cada mano, halaba cuando la paciencia se le agotaba. De él nunca supimos el nombre, por lo que le llamaremos “Payasito”… aunque de “ito” poco tenía, pues casi doblaba la estatura de “Ramona”. “Payasito” (también bastante feo, por cierto), además de una barba y un bigote poco usuales en un profesional de su tipo, llevaba un traje similar al de Pepe Grillo, cuyo ajustado pantalón se ceñía a sus largas piernas, cubriéndolas hasta llegar a unos zapatos que yo, aún vestido de payaso, jamás hubiese calzado. Por el acento, rápidamente advertimos que se trataba de artistas de calle argentinos.  

Luego de un par de graciosos trucos y de muy buenas piruetas, propias de estos creativos artistas de la calle, se desarrolló el diálogo que transcribo a continuación: 

Payasito: ¿Sabés, Ramona? Sho también tengo un sueño.  

Ramona: ¿Tenés un sueño? Decíme ¿Cuál es tu sueño? 

Payasito: Mi sueño es hacer desaparecer a un monstruo grande; grande y malo, que se cree el dueño de todo… el dueño del mundo. Un monstruo que hace lo que quiere. Y se shama… su nombre comienza por “ge”… Es que, Ramona, sho quiero luchar por la justicia. 

Ramona: ¿Querés luchar por la justicia? 

Payasito: Sí, quiero luchar por la justicia en el mundo; tener una supercapa… y un supertraje. Quiero tener superpoderes. 

Ramona: Pero ¿Para qué querés tener superpoderes? 

Payasito: ¡¡¡Es que quiero eliminar a George W. Bush!!! 

Asistentes: Ja ja ja (risas) 

Es la primera vez que no dejo monedas en un sombrero como forma de contribución personal al arte y a la cultura. Aunque las manifestaciones artísticas antisistémicas y revolucionarias no son compatibles con mi gusto “fascista, ultraderechista e hiperconservador” (imagino que así lo calificaría un buen “progre”), el hecho de que existan causa un infinito placer y una reconfortante tranquilidad a mi espíritu democrático. Pero lo que me resulta verdaderamente intragable es ver cómo dos cabezas calientes disfrazados de payaso preparan a un grupo de inocentes niños para formar parte de la próxima generación de guerrilleros, tirapiedras y anarkos[2].  Pues no había dicho, por cierto, que la gran mayoría del público presente estaba compuesta por niños con edades comprendidas entre los 0 y quizás los 10 años.  

Soy un ferviente defensor de la libertad de expresión y del uso del arte y de la cultura para difundir sentimientos, ideas y creencias, sean éstos o no de mi gusto. Si para ello no es el arte, pues ¿para qué sirve? Daría mi vida (no lo tomen, por favor, tan literalmente) para que quienes piensan distinto a mí puedan decir cuanto deseen y cuando lo estimen conveniente, pero sólo un tonto irresponsable puede enseñar a niños pequeños, que aún no han pasado del PlayStation al noticiero, la tercermundista y absurda idea de que sus miserias (pasadas, presentes y futuras) se las deben – y deberán - al Uncle Sam, al Águila Calva Imperialista y/o al presidente estadounidense de turno. No puedo imaginarme diciendo a un niño: “Si no te tomas la sopa, va a venir George W. Bush y te va a llevar a Guantánamo”. A este paso, el Hombre de la Bolsa, el Cuco y el Diablo se van a quedar sin oficio en menos que canta un gallo.  

Nuestras sociedades (me refiero a las que habitan desde el Río Grande hasta la Patagonia), especialmente por estos días, están sumidas en una pasmosa ordinariez y se encuentran condicionadas por el más aterrador complejo de inferioridad; problema que pretende ser superado rodilla en tierra y con un fusil (de preferencia Kalashnikov) apuntando hacia el norte. Si no hay fusil, que están por cierto bastante caros, hay piedras y bombas molotov en abundancia y por un costo mínimo. De manera que para cada cumbre, reunión o evento que huela a globalización y a capitalismo, hay una jauría de tirapiedras dispuestos a salvar al mundo de las garras del “neoliberalismo salvaje”… tarea que tradicionalmente comienzan destrozando los locales de comida rápida “imperialista” y haciendo pintas en los edificios históricos. 

Afortunadamente, este no es un sentimiento – y un comportamiento - generalizado… todavía. El problema es que su crecimiento lleva el paso de las tropas de Genghis Khan y amenaza con cubrir de insensatez la región, camino al previsible y seguro embrutecimiento de las masas al ritmo de peligrosas consignas con notas de amor y paz: “¡Por la vida, muerte al capitalismo!”; “Por la libertad de los Pueblos; ¡muerte a Bush… maldito genocida!” 

Este discurso, que esconde una irremediable envidia y el mal hábito de endosar al “Mefistófeles de la Casa Blanca” cuanta cosa indeseable sucede al pobre Miguelito González, nos llevará directo al matadero. Y la razón principal es que Miguelito González está hoy más preocupado en tratar de dejar tuerto al gringo - sin que le importe demasiado quedarse ciego – que en superarse honradamente y resolver sus propios problemas de corrupción, pobreza, delincuencia, debilidad institucional y decadente democracia. Esta actitud propia de los evasores, no de impuestos sino de responsabilidades, sólo logra reforzar el apego al subdesarrollo y a la inmadurez política que mantienen a América Latina en el atraso, cuando no en decidida y veloz marcha reversa hacia el siglo XIX (si tenemos suerte y el freno funciona), tal como sueñan algunos por ahí. Si Miguelito está convencido de que el origen de sus todos sus problemas está en la mano del tan mentado George, pues le tengo “pésimas” noticias. 

Ramona y Payasito pueden hacer toda clase de chistes políticos si ello les hace felices; preferiblemente, claro está, frente a un público adulto capaz de procesar el mensaje. El tal George seguramente no ha hecho méritos suficientes para ser amado y admirado por todos, pero una cosa es la crítica inteligente (lo deseable) y otra la consigna hueca que sólo sirve para movilizar políticamente a bandoleros y borregos (lo bastante indeseable). Nuestras sociedades necesitan excelentes profesionales, sobresalientes políticos y mejores ciudadanos. Y a los niños, mejor orientarlos en esa dirección, pues la oferta de tirapiedras, guerrilleros, anarkos y similares especies sobrepasa desde hace rato la demanda.


[1] Voz de muy frecuente uso en Chile que puede traducirse como “inmediatamente” o “enseguida”.

[2] Como se le suele llamar a los miembros de grupos anarquistas, cuya forma de protesta es el destrozo de sitios públicos y privados.

ralle1975@hotmail.com

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