Las elecciones parlamentarias
argentinas, en curso mientras escribimos esta nota,
indicarán una importante disminución en el poder de los
Kirchner. Mientras tanto, queda clara la corrección de rumbo
en Centro América, donde una derecha inteligente ganó en
Panamá, el presidente izquierdista Funes se diferencia del
Eje Caracas-La Habana y los factores reales de poder
frustran la intención re-eleccionista del presidente
hondureño Manuel Zelaya y lo sacan del poder.
Para Chávez el espacio se ha reducido a Cuba, Nicaragua y
Bolivia, cuya lealtad depende de la capacidad de Venezuela
para financiarlos. De ninguno de ellos puede decirse que
sean regímenes estables.
En Bolivia la oposición es cada vez más fuerte y lo será más
en la medida en que se debilite la ayuda venezolana a Evo
Morales. Brasil hace un experto trabajo de zapa en esa
nación vital para su seguridad energética. En Nicaragua,
Ortega será eventualmente derrotado en las próximas
elecciones. La diplomacia americana y mexicana le han
aislado para que no represente un peligro de contaminación.
El único aliado de Chávez verdaderamente significativo –más
que importante- es el régimen de los hermanos Castro. Pero
Raúl tiene todo listo para una apertura a la manera china,
con buenas relaciones con Estados Unidos a cambio de acceso
a ese rico mercado. Es previsible que en tres años o cuatro
Cuba sea un aliado comercial de Estados Unidos. Mientras
tanto, seguirá aprovechando lo que pueda de Chávez, cuya
declinación financiera hace temblar su proyecto político.
Esto Raúl Castro lo sabe mejor que Chávez. En primer lugar
porque Raúl sí conoce la materia económica y financiera. En
segundo lugar porque el aparato de seguridad e inteligencia
montado por los Castro en torno a Chávez y en la
administración venezolana, le permite a los Castro conocer
la situación de Venezuela mejor que los gobernantes
venezolanos. En tercer y no menos importante lugar, porque
el ministerio de Finanzas venezolano está en manos de un
hombre de los hermanos Castro, Alí Rodríguez Araque, quien
acaba de hacer en Nueva York una exposición donde admite la
existencia de un cuadro tan crítico que anuncia grandes
dificultades para cubrir las necesidades básicas de los
venezolanos. De hecho, para que le presten, Venezuela tiene
que dar en garantía su oro y su petróleo.
Este reflujo deja sin soporte el proyecto de Chávez.
Lamentable es que en ese delirio perdimos otra oportunidad
de construir una nación civilizada en el campamento minero
que nos legaron los libertadores.
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Artículo publicado originalmente en el diario El
Nuevo País |