Fallecido Fidel Castro, que
virtualmente ya lo está, se abrirá un análisis menos
complaciente de su paso por el poder.
En cuanto nos compete,
registremos que este asesino en serie desde el principio vio
a Venezuela como su fuente natural de financiamiento. El
dinero fue la base de su ascenso y mantenimiento en el
poder. Originalmente lo financió el Chase Manhattan, a
través de gente como los dueños de Bacardí. Este grupo había
sido muy perjudicado por Batista y sus socios de la maffia,
la cual manejaba el turismo, la prostitución y la droga,
intereses relacionados con el Bank of America. De allí salía
dinero para comprar a la corrupta oficialidad cubana, que
simuló incapacidad para aislar a Fidel en un terreno tan
fácil como el de la isla. En eso consistió el talento
militar de Castro.
Apenas cayó Pérez
Jiménez, el dinero venezolano fluyó para alimentar a la
guerrilla cubana ("Un bolívar para la Sierra Maestra").
Cuando asumió el poder, Fidel lo primero que hizo fue venir
a pedirle dinero a Betancourt, presidente electo. El Zorro
de Guatire lo largó con cajas destempladas. Después fue a lo
mismo en Estados Unidos. El ex presidente Truman se dirigió
a su sucesor, el estólido Eisenhower, para aconsejarle que
lo ayudara, porque si no lo harían los rusos, como
efectivamente ocurrió.
Todo esto abona la
tesis de que Fidel no fue comunista, ni leches. Si hubiera
sido un checo de 1935 hubiera sido nazi. Cualquier cosa que
sirviera a su locura de poder total. En general, estos locos
que arruinan y humillan a sus pueblos con tal de mandar
hasta la muerte, echan mano de cualquier coartada ideológica
que maquille su locura.
Me viene a la memoria
Radamés "Pajarito" Larrazábal, comunista de cepa. En los
corredores de aquel Congreso donde los diputados no veíamos
pornografía de internet, me dijo: "No sigan llamando
comunista a ese carajo. Ése lo que es loco". Estoy de
acuerdo con todo, pero por razones legales me declaro
formalmente ajeno a lo último.
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Artículo publicado originalmente en el diario El
Nuevo País |