Como a ciertas
pinturas, para mirar bien a Venezuela es necesario
retroceder unos pasos. De ese modo, tomando un poco de
distancia, se aprecia mejor el absurdo de este país donde
(Oscar Yanes dixit) las cucarachas vuelan.
Lo más desconcertante
que apreciará este observador colocado a la debida
distancia, es que los habitantes de este país dedican toda
su atención, todo su esfuerzo y todos sus recursos
–intelectuales y económicos- a decidir si un mozo que en
los últimos diez años ha demostrado su incapacidad como
administrador público y conductor político, debe gobernarle
tres años más o más bien hacerlo, con poderes omnímodos,
mientras Dios lo conserve con vida. Para garantizar a los
ciudadanos la prolongación indefinida de los bienes
derivados de este tipo de gobierno, al joven incompetente se
le otorgará de hecho la facultad de elegir sucesor.
La confusión del
observador será mayor cuando se dé cuenta de que entre lo
discutido no se incluye la naturaleza del régimen que el
incapaz quiere imponer. Tampoco las características tanto de
ese régimen como del propio sujeto propuesto para
establecer, en este tiempo de repúblicas o en todo caso de
monarquías donde el rey reina pero no gobierna, una
monarquía absoluta y hereditaria que ni la del Rey Sol.
Sobre la naturaleza y
características del régimen propuesto no hay misterio
alguno. Durante los últimos diez años, el aspirante a rey
dedicó a explicarlo el 63% de sus horas hábiles, encadenando
para ello a la radio y la televisión, y gozando además de la
difusión impresa en diarios, revistas e internet. Para
facilitar la comprensión de su propósito ha mostrado el
modelo a seguir, ejemplo conocido por todos: el de una isla
vecina, llamada Cuba, donde Fidel Castro, a quien el monarca
aquí propuesto tiene por modelo, ha gobernado los últimos
cincuenta años con un cuidado tal que, ya anciano, toma la
paternal previsión de ungir como sucesor a un hermano suyo,
modo de evitar disputas sucesorales entre sus hijos carnales
y políticos.
El éxito y aceptación del
régimen tomado por modelo puede medirse por cartabones tan
objetivos como el de que cada uno de sus habitantes tiene
derecho a comerse mensualmente diez huevos (uno cada 3
días), 450 gramos de las partes más sabrosas del pollo
(pata, pescuezo y alas, nada de los insípidos muslo y
pechuga), 450 gramos de pescado con cabeza (cabeza del
pescado, no del ciudadano) y 225 gramos de unas deliciosas
piltrafas de carne de origen desconocido a las cuales se
denomina con el misterioso nombre de "substituto de
picadillo". Nótese la eliminación de las mortales carnes
rojas y del cerdo condenado hasta en el Antiguo Testamento.
Para evitar excesos dañinos a la salud, el abastecimiento de
estos artículos tiene convenientes intermitencias, pero al
ciudadano se le ahorran viajes inútiles a la carnicería por
el revolucionario procedimiento de anunciar a las puertas
del abasto la llegada del producto o su ausencia: "Llegó el
pollo", "No hay pescado", "Esperamos S.P. (substituto de
picadillo) para mañana".
Como en tales condiciones la
gente enferma poco, los expendios de medicina son reducidos
en número y surtido. Claro que si a alguien le duele la
cabeza podrá comprar analgésicos pastilla por pastilla. Dos
pastillitas compradas con receta médica cuestan lo que en
España una caja de ellas. Problema, el de que faltan
médicos, pues están por Venezuela y otros países del
entorno, cobrando en dólares que el Estado cubano les
retiene. Privilegiados son quienes tienen dólares obtenidos
en la prostitución y sus derivados. Pueden comprar en las
farmacias dentro de los hoteles turísticos. Y los
funcionarios del Gobierno y del partido. La televisión
española filmó el momento en que una farmacia fue desalojada
para que miembros de la policía política entraran a comprar
sin testigos.
Nada de eso importa. Los efectos
saludables de la dieta han hecho de los cubanos la gente más
saludable del planeta después de los vietnamitas, quienes
casi no comen otra cosa que arroz. Pero Cuba aspira a
conquistar también en eso el primer lugar, mediante lo que
algunos expertos llaman atletismo forzado. Es que a Fidel se
le ocurre lo que no se le ocurre a más nadie. El complicado
sistema de transporte por autobuses y trenes subterráneos,
que hace del tránsito un caos en ciudades administradas con
menor sabiduría, ha sido prácticamente eliminado en Cuba. El
transporte urbano se realiza en bicicleta o "a piesmente"
-las "guaguas" van quedando para turistas. Capítulo especial
merece la presencia de "bici-taxis", transporte urbano de
tracción humana copiado de los sufridos "coolíes" que
arrastraban o arrastran carretas ligeras en los países más
pobres del Asia. La movilización interurbana y suburbana la
cumplen camiones de volteo que facilitan la subida y bajada
–sobre todo la bajada- de los pasajeros. Así, cada cubano es
un atleta que se alimenta frugalmente y hace ejercicio sin
darse cuenta, reduciendo de manera drástica los índices de
colesterol que diezman la población en naciones no tan bien
gobernadas.
Una ventaja adicional del estilo
de vida antes descrito, es el incremento de los ingresos en
divisas gracias a lo que se ha convertido en la tercera
fuente de ingresos del país, después de la remesas enviadas
por los exiliados en Estados Unidos y los cuantiosos aportes
del fraterno gobierno venezolano. Esa tercera fuente de
ingresos, ya internacionalmente prestigiada, es el activo
tráfico de vaginas, penes y recursos afines para clientes
sofisticados - la confidencialidad casi suiza de este
negocio aconseja mencionar estos productos solamente en
privado. Cabe señalar que esa actividad en Cuba se realiza
según la libertad de comercio propia del liberalismo más
decantado, lo cual debería ser suficiente para silenciar
cualquier acusación de estatismo centralizado. Los
mencionados "commoditys" cubanos tienen, como queda dicho,
prestigio internacional, debido a la calidad natural del
producto local y el adiestramiento dictado por
instructores(as) de Europa Oriental.
Así como los problemas del
colesterol se eliminaron imposibilitando los excesos de la
gula y la inactividad, los problemas financieros que hoy
sacuden al mundo capitalista son deliciosamente desconocidos
por los cubanos, gracias a que allí la actividad financiera
simplemente no existe. Sus preocupaciones las asumen los
sacrificados servidores del Estado en su nivel más alto, a
quienes, comenzando por la pareja fraternal, se conoce
entre los más activos y diestros inversionistas en la banca
internacional.
La estabilidad política
está garantizada en el modelo propuesto por Hugo I. Para
ganar tiempo, en Venezuela se ha adelantado la instalación
de un sistema policial manejado por expertos cubanos. En sus
expertas manos se han puesto la intervención telefónica y
la instrucción de los cuerpos policiales. Los adocenados
comisarios venezolanos son substituidos por policías cubanos
formados en el molde y estilo de la antigua KGB soviética.
Podemos aspirar, en dos o tres años, a un régimen policial
tan eficaz como el que hoy rige en Cuba.
Infortunadamente, el
joven que aspira a la corona en Venezuela no tuvo la lucidez
de su maestro cubano cuando éste, apenas tomar el poder,
resolvió de raíz el endémico problema militar que
secularmente ha perturbado la vida política de las naciones
latinoamericanas. Fidel cortó por lo sano fusilando a los
miembros de la oficialidad militar que no escaparon con
Batista. Pero eso hay que hacerlo en los primeros meses.
Todavía bisoño, el venezolano se dejó distraer por un
bellaco llamado Luis Miquilena, que lo metió en el carril de
elecciones y acuerdos con otros factores de poder. Y mire
que Fidel bastante se lo dijo: "Tienes que botar a ese
viejo, porque no te va a dejar hacer lo que tenemos
pensado". Por no fusilar a gente como el general Rincón, el
Chafi (Chávez y Fidel) pasó aquel sofocón del 11 de Abril,
cuando el Alto Mando Militar le pidió a Chávez aquella
renuncia "la cual aceptó". Después se ha entrado en ese
calvario de no saber si el general que está guindado de la
izquierda merece tanta confianza como el que le jala la
derecha. De donde se ha caído en esto de no confiar ni en el
uno ni en el otro, sino en todo lo contrario. Menos mal que
se le ocurrió la Misión Gaviota, nombre tomado del grupo de
empresas que en Cuba maneja el turismo, para usufructo del
generalato preclaro.
¿Elecciones? Muy fácil.
Una sola lista, la del partido de gobierno, modo que la
gente no se enrede con ese poco de caras y nombres que en el
mundo democrático dificultan el sagrado ejercicio del voto.
Y una sola televisora, y nada más dos periódicos -"Gramma" y
"Revolución", y para los muchachos "Juventud Rebelde"...
ma non tropo. Internet, limitada, filtrada y vigilada.
Celulares, pinchados y sólo de uso interno, ahora accesibles
por el módico equivalente de 6 meses de sueldo. Lecturas, el
variadísimo y actualísimo repertorio del marxismo.
Esa es la oferta del
aspirante a Hugo I. ¿Acaso tiene usted algo en contrario?
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Artículo publicado originalmente en el diario El
Nuevo País |