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Los tratos de la noche
por Rafael Poleo
viernes, 28 noviembre 2008


    El post partum electoral está resultando más interesante y escabroso que el pre partum, en la medida en que ahora se revelan situaciones que por su naturaleza permanecían ocultas o se manejaban con la discreción que exige eso que llaman "sentido de la oportunidad".

 

    Extremando la delicadeza pero cumpliendo la obligación  de informar a quienes me pagan por ello -o sea, quienes me leen de viva letra, revista en mano, y no por la filtración cibernética-, podemos comenzar planteando que, aunque muy mejorada en sus procedimientos, la comunidad política de Oposición sigue atendiendo no sé si más, pero sin duda demasiado, a los intereses personales y de grupo, que a la imperiosa necesidad de impedir que en Venezuela los Chávez nos monten la que sería una grotesca monarquía oclocrática, absoluta y para colmo hereditaria.

 

    Los resultados en alcaldías y gobernaciones fueron gravemente afectados por esas decisiones guisadas entre los líderes políticos, quienes no siempre parecen conscientes de lo que está en juego. Harto trabajo le cuesta uno el cronista decir estas cosas que quizá guardaría si no mediara el imperativo histórico, sin duda superior a las obligaciones de la amistad. Pero no solamente juega el deber profesional de informar, que los políticos no comprenden totalmente ni siquiera por su función dentro del eficiente funcionamiento de una sociedad democrática. Media la coyuntura histórica, que es de las apremiantes. En esta circunstancia,  complicidad criminal sería apañar pillerías para las cuales habría licencia en tiempos de bonanza.

 

    Por lo demás, la repugnancia por estas trapisondas ya es vox populi. Llegamos tarde si hubiésemos querido denunciarlas. Sólo añadimos el comentario de los  motivos de estos  que, espigando de Uslar Pietri, con propiedad pueden llamarse "tratos de la noche". Y no por avergonzar a los actores, sino para que se den cuenta de que, en este trance, tan habilidosos ejercicios son nada menos que un crimen histórico.

 

    Uno tiene atravesado en la garganta el caso metropolitano. Descarados intereses nos llevaron al borde del desastre. Para empezar, el candidato debió ser Leopoldo López, como lo demostró el hecho de que Chávez ordenara inhabilitarlo. Afortunadamente, el substituto Ledezma fue absolutamente idóneo y Leopoldo tuvo la astuta generosidad de ayudarlo. Otro que hubo de cooperar con Ledezma luego de que lo trajinaron fue William Ojeda, quien parecía destinado a la alcaldía petareña. Alguien -sé quién por su modus operandi- lo sacó de su hábitat con la promesa de que podría tener la Alcaldía Mayor. Ahora está en Babia y menos mal que el reemplazante funcionó.

 

Fue protuberante el propósito de liquidar políticamente a Leopoldo López privándole de su merecida base en Chacao. Al punto de que cuando lanzó como substituto suyo a su pupilo Graterón, los tratos de la noche -con medios de comunicación metidos en el guiso- atravesaron la candidatura divisionista de Liliana Hernández, quien de administración municipal sabe lo que Hugo Chávez de finanzas públicas, y a un joven Muchacho de cuyo nombre no quiero acordarme. Mirar esto con tolerancia sería estimular un asqueroso y dañino patrón de conducta. Si la perspicaz comunidad de Chacao no hubiese detectado el propósito de esas candidaturas de drenaje, hoy la Oposición no estaría hablando de su triunfo caraqueño. Habría el agujero de Chacao además del que no se pudo evitar en Libertador, donde el mismo egoísmo primario produjo un candidato sin posibilidades habiendo alternativas que sí las tenían y que hubiesen aportado más votos a la Alcaldía Mayor. No fue por imbéciles ni por equivocados que los tratantes de la noche salieron con ese parto de los montes. A conciencia arriesgaron el triunfo en Caracas, en honor a sus planes presidenciales de largo plazo y a la preeminencia de sus propios partidos. Me ahorro la calificación de tal conducta.

 

Más de lo mismo hay en toda la geografía electoral. ¿Por qué demonios Paco Cabrera y Salas Röhmer lanzaron a la alcaldía de Valencia candidatos que drenaron la candidatura con chance, que era la de Cocchiola? En el primer caso hay derecho a pensar que Paco canjeó esa maniobra por alguna impunidad, y en el segundo que Salas Röhmer echó Valencia a la basura con tal de quebrarle una pata a Cocchiola, a quien con razón o sin ella le atribuyen capacidad para quebrantar la hegemonía de los Salas. Dicho sea en honor a la verdad patriótica y a riesgo de que esa rencorosa dinastía guarde la factura. Y es que, ¿cómo quieren que me sienta si por culpa de ustedes la alcaldía de Valencia está en pico de zamuro?

 

Contrasta con esos casos –que no son únicos... ¡Horror lo de Bolívar!.. ¡Vergüenza, Rafael Simón, lo de Barinas!-, el buen suceso del Táchira, donde los partidos aceptaron el resultado de unas elecciones primarias y remaron todos en la misma dirección. Hechos que relato porque la gente tiene derecho a saber, cosa que a los políticos, estos y aquellos, sencillamente les revienta. Como le revienta su modo de portarse a este cronista que vio tiempos mejores, aquellos en los cuales Rómulo, Jóvito y Caldera se acordaron para darnos eso cuarenta años de democracia que ahora miramos como el Paraíso perdido.

 

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  Artículo publicado originalmente en el semanario Zeta


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