El post partum
electoral está resultando más interesante y escabroso
que el pre partum, en la medida en que ahora se
revelan situaciones que por su naturaleza permanecían
ocultas o se manejaban con la discreción que exige eso
que llaman "sentido de la oportunidad".
Extremando la delicadeza
pero cumpliendo la obligación de informar a quienes me
pagan por ello -o sea, quienes me leen de viva letra,
revista en mano, y no por la filtración cibernética-,
podemos comenzar planteando que, aunque muy mejorada en
sus procedimientos, la comunidad política de Oposición
sigue atendiendo no sé si más, pero sin duda demasiado,
a los intereses personales y de grupo, que a la
imperiosa necesidad de impedir que en Venezuela los
Chávez nos monten la que sería una grotesca monarquía
oclocrática, absoluta y para colmo hereditaria.
Los resultados en
alcaldías y gobernaciones fueron gravemente afectados
por esas decisiones guisadas entre los líderes
políticos, quienes no siempre parecen conscientes de lo
que está en juego. Harto trabajo le cuesta uno el
cronista decir estas cosas que quizá guardaría si no
mediara el imperativo histórico, sin duda superior a las
obligaciones de la amistad. Pero no solamente juega el
deber profesional de informar, que los políticos no
comprenden totalmente ni siquiera por su función dentro
del eficiente funcionamiento de una sociedad
democrática. Media la coyuntura histórica, que es de las
apremiantes. En esta circunstancia, complicidad
criminal sería apañar pillerías para las cuales habría
licencia en tiempos de bonanza.
Por lo demás, la
repugnancia por estas trapisondas ya es vox populi.
Llegamos tarde si hubiésemos querido denunciarlas. Sólo
añadimos el comentario de los motivos de estos que,
espigando de Uslar Pietri, con propiedad pueden llamarse
"tratos de la noche". Y no por avergonzar a los actores,
sino para que se den cuenta de que, en este trance, tan
habilidosos ejercicios son nada menos que un crimen
histórico.
Uno tiene atravesado en
la garganta el caso metropolitano. Descarados intereses
nos llevaron al borde del desastre. Para empezar, el
candidato debió ser Leopoldo López, como lo demostró el
hecho de que Chávez ordenara inhabilitarlo.
Afortunadamente, el substituto Ledezma fue absolutamente
idóneo y Leopoldo tuvo la astuta generosidad de
ayudarlo. Otro que hubo de cooperar con Ledezma luego de
que lo trajinaron fue William Ojeda, quien parecía
destinado a la alcaldía petareña. Alguien -sé quién por
su modus operandi- lo sacó de su hábitat
con la promesa de que podría tener la Alcaldía Mayor.
Ahora está en Babia y menos mal que el reemplazante
funcionó.
Fue protuberante el
propósito de liquidar políticamente a Leopoldo López
privándole de su merecida base en Chacao. Al punto de
que cuando lanzó como substituto suyo a su pupilo
Graterón, los tratos de la noche -con medios de
comunicación metidos en el guiso- atravesaron la
candidatura divisionista de Liliana Hernández, quien de
administración municipal sabe lo que Hugo Chávez de
finanzas públicas, y a un joven Muchacho de cuyo nombre
no quiero acordarme. Mirar esto con tolerancia sería
estimular un asqueroso y dañino patrón de conducta. Si
la perspicaz comunidad de Chacao no hubiese detectado el
propósito de esas candidaturas de drenaje, hoy la
Oposición no estaría hablando de su triunfo caraqueño.
Habría el agujero de Chacao además del que no se pudo
evitar en Libertador, donde el mismo egoísmo primario
produjo un candidato sin posibilidades habiendo
alternativas que sí las tenían y que hubiesen aportado
más votos a la Alcaldía Mayor. No fue por imbéciles ni
por equivocados que los tratantes de la noche salieron
con ese parto de los montes. A conciencia arriesgaron el
triunfo en Caracas, en honor a sus planes presidenciales
de largo plazo y a la preeminencia de sus propios
partidos. Me ahorro la calificación de tal conducta.
Más de lo mismo hay en toda
la geografía electoral. ¿Por qué demonios Paco Cabrera y
Salas Röhmer lanzaron a la alcaldía de Valencia
candidatos que drenaron la candidatura con chance, que
era la de Cocchiola? En el primer caso hay derecho a
pensar que Paco canjeó esa maniobra por alguna
impunidad, y en el segundo que Salas Röhmer echó
Valencia a la basura con tal de quebrarle una pata a
Cocchiola, a quien con razón o sin ella le atribuyen
capacidad para quebrantar la hegemonía de los Salas.
Dicho sea en honor a la verdad patriótica y a riesgo de
que esa rencorosa dinastía guarde la factura. Y es que,
¿cómo quieren que me sienta si por culpa de ustedes la
alcaldía de Valencia está en pico de zamuro?
Contrasta con esos casos
–que no son únicos... ¡Horror lo de Bolívar!..
¡Vergüenza, Rafael Simón, lo de Barinas!-, el buen
suceso del Táchira, donde los partidos aceptaron el
resultado de unas elecciones primarias y remaron todos
en la misma dirección. Hechos que relato porque la gente
tiene derecho a saber, cosa que a los políticos, estos y
aquellos, sencillamente les revienta. Como le revienta
su modo de portarse a este cronista que vio tiempos
mejores, aquellos en los cuales Rómulo, Jóvito y Caldera
se acordaron para darnos eso cuarenta años de democracia
que ahora miramos como el Paraíso perdido.
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Artículo publicado originalmente en el semanario Zeta |