No obstante las mezquindades que
la corroen, la Oposición conquistará el 23 de Noviembre una
sólida base de poder desde la cual, si la maneja con
valentía cívica y personal, puede revertir el declive hacia
un régimen como el de la Italia de Mussolini, la Cuba de
Fidel Castro y la Uganda de Idí Amín.
Cuando Hugo Chávez decretó de manera inconstitucional, manu
militari, un reordenamiento territorial que anula
importantes facultades de los gobernadores de Estado, actuó
de acuerdo a su proclamada vocación de poder absoluto. Esa
determinación ya la había revelado en 1998, minutos antes
del receso de campaña previsto inmediatamente antes de las
votaciones que le llevaron a Miraflores. La manera como esta
gravísima declaración de 1998 pasó por debajo de la mesa
corresponde a la frivolidad del electorado en aquella época.
Fue en “La Silla Caliente” que moderaba Oscar Yanes. El
periodista le preguntó al candidato su opinión sobre la
descentralización, lo más importante dentro de la
modernización del Estado que se venía realizando desde hacía
algunos años. Chávez desnudó la naturaleza de sus
intenciones, pronunciándose contra la descentralización
“porque es contraria al principio de autoridad”.
Con el reordenamiento que inventa autoridades regionales
nombradas por él por encima de los gobernadores electos, el
caudillo toma también previsiones contra la ineludible
posibilidad de resultados adversos para él en las elecciones
de noviembre. Estos resultados adversos son consecuencia
directa del segundo mayor obstáculo conque Chávez tropieza
en su propósito de establecer un régimen social-fascista. El
primero de esos obstáculos es el anacronismo de una
modalidad tiránica como la de Mussolini en la Italia de los
años veinte, o la de Castro en la Cuba de los sesenta, e
incluso como la de Idi Amín en la Uganda de los setenta. El
segundo obstáculo es la ya demostrada incapacidad del equipo
humano con el cual Chávez trata de substituir una democracia
vergonzantemente corrompida pero aceptablemente eficaz, por
un régimen totalitario y personalista groseramente
corrompido e insoportablemente ineficaz.
Una ofensiva infortunada
La incapacidad y corrupción del equipo chavista se ha
manifestado de manera especial en las gobernaciones y
alcaldías, donde los funcionarios están menos expuestos a la
vigilancia de su jefe. También es allí donde las
incapacidades del gobierno central afectan más brutalmente
la vida diaria de la población en aspectos como el costo de
la vida, la inseguridad, el colapso de los servicios y el
abuso de poder. Otro problema es que el hábito de mandar
solos desata explicables y hasta legítimos apetitos en
gobernadores y alcaldes que se sienten con fuerzas para
desarrollar sus potenciales contra la opinión del caudillo,
cuya estrategia de poder no permite el crecimiento de
ninguno de sus subalternos –casos de Acosta Carles en la
Gobernación de Carabobo y Henri Falcón en la Alcaldía de
Barquisimeto. Pero, sobre todo, contra el chavismo opera el
hecho de que en la decisión sobre el gobierno de la ciudad
al elector chavista le es fácil desvincular su decisión
electoral de la obediencia al caudillo.
Para conjurar la desobediencia del elector chavista, el
Presidente ha utilizado su autoridad y mando sobre el
Consejo Nacional Electoral para declararse en campaña por
sus gobernadores y alcaldes, exigiendo sumisión al 30% de
electores que siguen creyendo en su proyecto. El rendimiento
de esta vasta operación es, sin embargo, discutible. Ya
porque sobrevaluó su influencia, ya por efecto de la fatiga,
ya por la soberbia que en cualquier humano desarrolla un
ejercicio prolongado del poder, la presencia de Chávez en la
campaña ha sido contraproducente, y no sólo porque ha minado
la ya menguada autoridad del Poder Electoral, sino porque el
caudillo muchas veces ha actuado como si hubiera perdido el
toque con la realidad.
Este desfase con respecto a la realidad objetiva se ha visto
en los desproporcionados insultos a figuras de la Oposición
cuyo prestigio ofende la fragilidad psíquica del caudillo
carismático necesitado de gozar un protagonismo único. En
Zulia se desvió del punto débil, que debió ser el candidato
opositor a la Gobernación, para estrellarse contra el flanco
más sólido como en el Zulia es Manuel Rosales, mutado en
candidato a la Alcaldía de Maracaibo, la cual ya ejerció con
reconocido éxito –fue su trampolín para convertirse en
gobernador y líder de aquel estado. De hecho, la ventaja del
candidato oposicionista a la Gobernación, Pablo Pérez, se
amplió después de la infortunada incursión presidencial.
Igual efecto produjeron los insultos en Margarita a Morel
Rodríguez, dueño del más sólido prestigio que en “La Isla”
se ha construido desde los tiempos de Luis Beltrán Prieto y
Jóvito Villalba. En el supuesto negado de que Morel hubiera
podido perder la Gobernación, el vitriolo vertido por Chávez
disolvió tal posibilidad. Lo mismo se puede afirmar de la
candidatura de Eduardo Morales Gil en Sucre, consolidada por
los insultos de Chávez no sólo al candidato sino al actual
gobernador, Ramón Martínez, cuya penetración en el ánimo de
los sucrenses es fácilmente perceptible y está demostrada en
las encuestas. Pero el caso más desconcertante es el de
Carabobo, donde Chávez presa de cólera, arremetió no contra
Salas Feo, candidato de la Oposición, ni siquiera contra el
disidente gobernador Acosta Carles, quien ha echado por la
calle del medio con su propio proyecto, sino contra el
pueblo carabobeño. Puede suponerse el estupor de los
chavistas de ese estado cuando Chávez gritó: ¡Carabobo,
tierra de traidores!”.
La cara sucia de la Oposición
Por supuesto, la Oposición tiene sus propios problemas. El
más peligroso es la proyección de planes “para cuando Chávez
caiga”, en función de los cuales se sacrifican posibilidades
actuales. La operación combinada para destruir el potencial
de Leopoldo López es indisimulable, y dañina al punto de
comprometer las posibilidades de la Oposición en la
emblemática Alcaldía de Chacao, donde la mayoritaria torta
opositora se divide en cuatro pedazos. Punto en el cual hay
que insistir en que las alcaldías van teniendo una
importancia superior a sus dimensiones físicas, pues cuentan
con recursos propios que el reordenamiento territorial manu
militari restó a las gobernaciones, y ofrecen una mayor
posibilidad de contacto directo con la gente.
De todos modos, el triunfo de la Oposición parece asegurado
en Zulia, Portuguesa, Carabobo, Miranda, Sucre y Nueva
Esparta. Puede perder Aragua, donde Didalco Bolívar no ha
logrado proyectar su prestigio sobre el candidato propuesto
para sucederlo y el candidato oficialista desarrolla una
primitiva pero eficaz campaña a punta de “línea blanca”,
regalando lavadoras y neveras como si fueran kilos de arroz.
Parecería extraño que Miranda se cuente como uno de los
estados donde la Oposición tiene la mayor opción. Es que en
el Gobierno con Diosdado Cabello ocurre algo parecido a lo
que en la Oposición pasa con Leopoldo López. La encuesta
donde Leopoldo surgió como el más popular de los líderes
opositores le convirtió en blanco de toda la capacidad
destructiva de los demás aspirantes a esa primacía. De la
misma manera, la fama de eficiencia le valió a Diosdado la
desconfianza presidencial, reflejada en la destitución de
Vielma Mora, otro “eficiente” del mismo equipo, y en la
conspiración para derrotar a Jesse Chacón en el municipio
Sucre. Es un enfrentamiento inevitable vista la
determinación de Chávez de eternizarse en la Presidencia,
capando a aspirantes de peso, como Diosdado sería para el
2012. Diosdado actúa como quien esto lo tiene muy claro. En
el Plebiscito del 2007 no movió un dedo por el triunfo del
proyecto reeleccionista, ampliamente derrotado en Miranda.
Ahora Chávez ha ordenado un “paso de tortuga” a fin de que
Diosdado pierda su enclave en Miranda y Jesse Chacón sea
derrotado en el Municipio Sucre. Cabe registrar que en la
Oposición mirandina pasa todo lo contrario. Enrique Mendoza
ha metabolizado los efectos de la inhabilitación que le
borró como ganador seguro, y está trabajando como un bachaco
por el triunfo de su substituto, Enrique Capriles Radonzki,
contra quien ahora se trata de utilizar el arma de la
inhabilitación.
Otros estados donde la Oposición aparece con la primera
opción son Táchira (César Pérez Vivas), Mérida (William
Dávila), Cojedes y Guárico (aceptando que el pepetista
Manuit, cuya hija es la candidata, ahora es el jefe de la
Oposición). Para que la Oposición materialice estas
victorias falta que supere mezquindades y aspiraciones
individuales muchas veces ilusorias. Caso patético es el de
Bolívar, donde los dos candidatos opositores suman el 60%,
pero van camino a la derrota por un candidato oficialista
que tiene el 40. No menos revelador de inconsistencia es el
caso de la Alcaldía de Barquisimeto, donde Marisabel
Rodríguez, la opositora con mayor posibilidad, es bloqueada
invocando su antigua vinculación con Chávez. Cabría
preguntarse cómo la Oposición puede pasar del 40% al 60%, si
no es aceptando e incluso celebrando a los chavistas que se
convierten en opositores. Otras entidades en las cuales la
unidad le daría el triunfo a la Oposición, son Yaracuy,
Barinas y el Área Metropolitana. De considerar son Apure y
Trujillo, donde al Gobierno se le ha enredado el papagayo.
El pronóstico general es que Chávez saldrá disminuido de
estas elecciones, lo cual afectará seriamente su intención
de replantear la proposición totalitaria que le fue
rechazada en el referéndum de 2007. Las alcaldías tendrán
una importancia excepcional. Una Oposición unida puede
dominar en ciudades tan importantes como Caracas, Maracaibo
y Barquisimeto. Si Antonio Ledezma sigue creciendo al ritmo
actual, ganará la Alcaldía Mayor. La Oposición ganará en
Baruta (Gerardo Blyde), El Hatillo (Miriam do Nascimento),
Municipio Sucre (Carlos Ocariz) y Chacao (si no se insiste
en llevar hasta lo último el leopoldicidio).
Como casos curiosos aparecen los dos estados jóvenes, Delta
Amacuro y Amazonas. En el Delta, la gobernadora ha extendido
el hilo nepótico ahora en boga, postulando a una prima suya.
En Amazonas no habrá elecciones, porque en las anteriores el
CNE anuló el triunfo de un candidato adeco entregándole el
poder al chavista, proceso que al diligente organismo
electoral le tomó un año, de modo que se votará el año
próximo.
Comentario final, amargo pero inevitable, es el de que, en
estos tiempos menguados, hay políticos capaces de
comprometer la suerte de la república con tal de proteger
sus personales aspiraciones. Es la débil naturaleza humana.
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Artículo publicado originalmente en el semanario Zeta |