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Estamos al borde
por Rafael Poleo
viernes, 27 junio 2008


Venezuela ha entrado en una profunda crisis financiera y económica de las que generalmente provocan importantes cambios políticos. El presidente Chávez está tomando medidas para detener este proceso degenerativo. A primera vista, estas medidas son muy pocas y muy tardías. Este cronista estima que, en escala de 1 a 10, sus posibilidades de éxito son menores de 5.

Cuando hablamos de un cambio político importante no decimos necesariamente un cambio de presidente. Pudiera ser un cambio en el presidente. Personas que le conocen bien consideran que Hugo Chávez es un político pragmático, interesado esencialmente en la conservación de un poder tan amplio y total como le sea posible. Le consideran capaz de abandonar su anunciado propósito de montar en Venezuela una copia del modelo cubano, si la insistencia en ese proyecto le significa la pérdida del poder.

En este punto hay que insistir en que el presidente Chávez parece haber reaccionado “muy poco y muy tarde”. Hasta es posible que, afectado por la distorsión de percepciones propia de un ejercicio prolongado del poder, haya visto muy tarde el abismo hacia el cual se ha venido moviendo.

Lo tardío de la percepción y la reacción se refleja en los pobres resultados de la reunión televisada que sostuvo con representantes del alto empresariado más algunos empresarios no tan altos cuanto afectos al régimen que los inventó. Una encuesta realizada por este periodista indica que los empresarios con dimensión y capacidad para intervenir en un esfuerzo por revertir la crisis financiera y económica no confían en la palabra del Jefe del Estado. Tienen memoria para cuestionar la sinceridad de Chávez el político, el mismo que en abril del 2002, cuando el generalato le pidió la renuncia, hizo toda clase de promesas de rectificación, las cuales no cumplió. La frase “Por ahora”, con la cual tras fracasar el golpe de febrero de 1992 indicó un diferimiento y no una renuncia a sus objetivos, colorea la percepción de sus palabras dieciséis años después. “Ahora que está jodido se quiere asociar con nosotros para que quebremos juntos”, dijo uno de los empresarios más importantes en el área alimentaria.

Precisamente en el área alimentaria es donde la crisis económica se vuelve políticamente explosiva. La agresividad contra los productores del campo redujo severamente la producción de alimentos justo cuando en el mundo se han hecho escasos y costosos los rubros fundamentales, como carne, leche, cereales y granos. El esfuerzo por atraer a los empresarios se ha dirigido especialmente a estos productores agrícolas. Pero nadie está dispuesto a traer dólares a un país cuyo presidente a mediano plazo no ha renunciado a su objetivo socialista y donde a corto plazo se hace inevitable una devaluación significativa. De manera que para impulsar la producción de alimentos sería necesario proveerles de créditos sin que exista otra manera de arbitrar fondos que no sea la de imprimir dinero sin respaldo, lo cual agravaría la situación, por un lado incrementando la ya alarmante inflación -costo de la vida- y por el otro debilitando aún más la moneda y reduciendo así su capacidad de compra en un país que por el colapso de su aparato productivo hoy importa casi todo.

Esta situación no fue prevista por los asesores económicos del presidente Chávez, o fue prevista pero no hubo la honestidad y valentía necesarias para contrariar los impulsos de una personalidad expeditiva que llegó al poder sin los indispensables conocimientos de Economía y Finanzas. En su discurso ante los empresarios, Chávez comenzó con algunas consideraciones teóricas indicativas de que algo ha aprendido de estas difíciles ciencias. Sin embargo, su performance como dominador nato del medio televisivo fue muy inferior al que logra ante públicos menos enterados. Se le vio inseguro y disperso, “como cucaracha en baile e’gallinas”. Terminó abruptamente y sorprendió hasta a los suyos cuando simplemente se levantó del asiento e hizo mutis sin despedirse personalmente de sus invitados -apenas un gesto de adiós colectivo, con la mano, ya en la puerta, mientras un cordón de guardaespaldas cubanos impedía que se le acercaran siquiera para una felicitación de cortesía. Fue el torero que se va rápidamente de la plaza porque sabe que su actuación fue desgraciada.

Sin embargo, las gestiones directas han continuado después de aquella presentación que en los empresarios produjo más desconcierto que solidaridad. El aparente operador del programa, Alí Rodríguez Araque, ministro de Finanzas, se ocupa de convencer directa y personalmente a los empresarios, garantizando la buena intención del régimen. Cargando con su propia imagen como el hombre de Fidel en Caracas, Rodríguez deberá superar la desconfianza que en el sector productivo Chávez ha sembrado durante nueve años. Un pronóstico fácil es que a Rodríguez se le escuchará cortésmente pero nadie dará un paso arriesgando su propio dinero.

El propio Chávez no se ayuda mucho a sí mismo. El discurso del 24 de Junio en el glorioso Campo de Carabobo, conmemoración máxima en el calendario militar venezolano, fue todo lo perjudicial que podía ser. O la conversación con los empresarios no tiene para el presidente la importancia que se ha pensado, o las urgencias políticas y la fatiga nerviosa que impide manejarlas sabiamente se impusieron en el lluvioso mediodía del martes pasado. Frente a un país al cual se quiere convencer de rectificaciones siquiera en el estilo, y de un estamento -el castrense- que en un 80% y de manera cada vez más abierta rechaza la cubanización, el político Chávez se dedicó a ventilar los problemas intestinales de su partido, utilizando giros tan impropios del lugar y la fecha como la relación entre el famoso eructo de Acosta Carlez y el flato que eventualmente expulsaría de la gobernación carabobeña a este general.

En la mejor de las hipótesis, la ayuda que los factores de la producción pudieran prestarle a Chávez no estaría en el mercado a tiempo para influir en las elecciones. El aparato productivo está desvencijado, en muchos casos oxidado. Ni con la mejor voluntad y los necesarios recursos se le puede reactivar en menos de un año. En cuanto a la voluntad de sus operadores, no se reanima con referencias a eructos y pedos. Apenas los especuladores, como los constructores que cobran adelantado, construyen y se van, pueden aventurarse. El real empresariado, como todo el país nacional, no fija posiciones en función de la posibilidad de lucro inmediato que Chávez ofrece a cambio de que le salven la vida. La voluntad de cambio tiene que referirse al respeto a la empresa privada, lo cual incluye respeto a las libertades básicas, seguridad jurídica y personal, manejo serio de los dineros públicos y otros aspectos que son obvios. Si eso no se materializa rápidamente, en Venezuela habrá un cambio político a plazo más o menos breve. Chávez todavía puede decidir sobre la naturaleza de ese cambio; pero, muy lamentablemente, parece que eso no está en lo que nuestros abuelos llamaban “la naturaleza de la bestia”.

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  Artículo publicado originalmente en el semanario Zeta


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