Venezuela
ha entrado en una profunda crisis financiera y económica de
las que generalmente provocan importantes cambios políticos.
El presidente Chávez está tomando medidas para detener este
proceso degenerativo. A primera vista, estas medidas son muy
pocas y muy tardías. Este cronista estima que, en escala de
1 a 10, sus posibilidades de éxito son menores de 5.
Cuando hablamos de un cambio político importante no decimos
necesariamente un cambio de presidente. Pudiera ser un
cambio en el presidente. Personas que le conocen bien
consideran que Hugo Chávez es un político pragmático,
interesado esencialmente en la conservación de un poder tan
amplio y total como le sea posible. Le consideran capaz de
abandonar su anunciado propósito de montar en Venezuela una
copia del modelo cubano, si la insistencia en ese proyecto
le significa la pérdida del poder.
En este punto hay que insistir en que el presidente Chávez
parece haber reaccionado “muy poco y muy tarde”. Hasta es
posible que, afectado por la distorsión de percepciones
propia de un ejercicio prolongado del poder, haya visto muy
tarde el abismo hacia el cual se ha venido moviendo.
Lo tardío de la percepción y la reacción se refleja en los
pobres resultados de la reunión televisada que sostuvo con
representantes del alto empresariado más algunos empresarios
no tan altos cuanto afectos al régimen que los inventó. Una
encuesta realizada por este periodista indica que los
empresarios con dimensión y capacidad para intervenir en un
esfuerzo por revertir la crisis financiera y económica no
confían en la palabra del Jefe del Estado. Tienen memoria
para cuestionar la sinceridad de Chávez el político, el
mismo que en abril del 2002, cuando el generalato le pidió
la renuncia, hizo toda clase de promesas de rectificación,
las cuales no cumplió. La frase “Por ahora”, con la cual
tras fracasar el golpe de febrero de 1992 indicó un
diferimiento y no una renuncia a sus objetivos, colorea la
percepción de sus palabras dieciséis años después. “Ahora
que está jodido se quiere asociar con nosotros para que
quebremos juntos”, dijo uno de los empresarios más
importantes en el área alimentaria.
Precisamente en el área alimentaria es donde la crisis
económica se vuelve políticamente explosiva. La agresividad
contra los productores del campo redujo severamente la
producción de alimentos justo cuando en el mundo se han
hecho escasos y costosos los rubros fundamentales, como
carne, leche, cereales y granos. El esfuerzo por atraer a
los empresarios se ha dirigido especialmente a estos
productores agrícolas. Pero nadie está dispuesto a traer
dólares a un país cuyo presidente a mediano plazo no ha
renunciado a su objetivo socialista y donde a corto plazo se
hace inevitable una devaluación significativa. De manera que
para impulsar la producción de alimentos sería necesario
proveerles de créditos sin que exista otra manera de
arbitrar fondos que no sea la de imprimir dinero sin
respaldo, lo cual agravaría la situación, por un lado
incrementando la ya alarmante inflación -costo de la vida- y
por el otro debilitando aún más la moneda y reduciendo así
su capacidad de compra en un país que por el colapso de su
aparato productivo hoy importa casi todo.
Esta situación no fue prevista por los asesores económicos
del presidente Chávez, o fue prevista pero no hubo la
honestidad y valentía necesarias para contrariar los
impulsos de una personalidad expeditiva que llegó al poder
sin los indispensables conocimientos de Economía y Finanzas.
En su discurso ante los empresarios, Chávez comenzó con
algunas consideraciones teóricas indicativas de que algo ha
aprendido de estas difíciles ciencias. Sin embargo, su
performance como dominador nato del medio televisivo fue muy
inferior al que logra ante públicos menos enterados. Se le
vio inseguro y disperso, “como cucaracha en baile
e’gallinas”. Terminó abruptamente y sorprendió hasta a los
suyos cuando simplemente se levantó del asiento e hizo mutis
sin despedirse personalmente de sus invitados -apenas un
gesto de adiós colectivo, con la mano, ya en la puerta,
mientras un cordón de guardaespaldas cubanos impedía que se
le acercaran siquiera para una felicitación de cortesía. Fue
el torero que se va rápidamente de la plaza porque sabe que
su actuación fue desgraciada.
Sin embargo, las gestiones directas han continuado después
de aquella presentación que en los empresarios produjo más
desconcierto que solidaridad. El aparente operador del
programa, Alí Rodríguez Araque, ministro de Finanzas, se
ocupa de convencer directa y personalmente a los
empresarios, garantizando la buena intención del régimen.
Cargando con su propia imagen como el hombre de Fidel en
Caracas, Rodríguez deberá superar la desconfianza que en el
sector productivo Chávez ha sembrado durante nueve años. Un
pronóstico fácil es que a Rodríguez se le escuchará
cortésmente pero nadie dará un paso arriesgando su propio
dinero.
El propio Chávez no se ayuda mucho a sí mismo. El discurso
del 24 de Junio en el glorioso Campo de Carabobo,
conmemoración máxima en el calendario militar venezolano,
fue todo lo perjudicial que podía ser. O la conversación con
los empresarios no tiene para el presidente la importancia
que se ha pensado, o las urgencias políticas y la fatiga
nerviosa que impide manejarlas sabiamente se impusieron en
el lluvioso mediodía del martes pasado. Frente a un país al
cual se quiere convencer de rectificaciones siquiera en el
estilo, y de un estamento -el castrense- que en un 80% y de
manera cada vez más abierta rechaza la cubanización, el
político Chávez se dedicó a ventilar los problemas
intestinales de su partido, utilizando giros tan impropios
del lugar y la fecha como la relación entre el famoso eructo
de Acosta Carlez y el flato que eventualmente expulsaría de
la gobernación carabobeña a este general.
En la mejor de las hipótesis, la ayuda que los factores de
la producción pudieran prestarle a Chávez no estaría en el
mercado a tiempo para influir en las elecciones. El aparato
productivo está desvencijado, en muchos casos oxidado. Ni
con la mejor voluntad y los necesarios recursos se le puede
reactivar en menos de un año. En cuanto a la voluntad de sus
operadores, no se reanima con referencias a eructos y pedos.
Apenas los especuladores, como los constructores que cobran
adelantado, construyen y se van, pueden aventurarse. El real
empresariado, como todo el país nacional, no fija posiciones
en función de la posibilidad de lucro inmediato que Chávez
ofrece a cambio de que le salven la vida. La voluntad de
cambio tiene que referirse al respeto a la empresa privada,
lo cual incluye respeto a las libertades básicas, seguridad
jurídica y personal, manejo serio de los dineros públicos y
otros aspectos que son obvios. Si eso no se materializa
rápidamente, en Venezuela habrá un cambio político a plazo
más o menos breve. Chávez todavía puede decidir sobre la
naturaleza de ese cambio; pero, muy lamentablemente, parece
que eso no está en lo que nuestros abuelos llamaban “la
naturaleza de la bestia”.
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Artículo publicado originalmente en el semanario Zeta |