Inicio | Editor | Contáctenos 
 

Días históricos
por Rafael Poleo
viernes, 22 agosto 2008


Los venezolanos podemos medir la importancia de los partidos políticos ahora que apenas los tenemos. Mucha vitalidad ha de ser la nuestra como nación, para sobrevivir en tales circunstancias. Porque no sólo de partidos carecemos. Tampoco hay representación popular –lo que en países civilizados se llama Congreso-, ni Corte Suprema de Justicia, ni Contraloría, ni Ministerio Público, ni Banco Central. Ah… Ni Fuerzas Armadas en cuanto instrumento para defensa de la soberanía. Técnicamente ya no somos una nación. Más que nunca apenas somos un campamento minero.

En lugar de partidos tenemos comités electorales. Y no es un reproche. ¿Quién puede culpar a Henry Ramos y a Luis Ignacio Planas por la postración de AD y Copei (PP)? No fue culpa de ellos la desbandada adeca en 1998 y la migración hacia el chavismo de copeyanos como la familia Chávez. Son males que tienen raíces muy antiguas cuyo estudio escapa a las limitaciones de esta crónica. En todo caso, nada que provoque especial admiración por este país acostumbrado a que lo griten.

Henry Ramos siquiera tuvo la iniciativa de entrar en la casa del partido con una escoba, espantar cucarachas y ratones y pagar la cuenta de alumbrado. Cuando digo cucarachas y ratones hablo de alimañas zoológicas, no morales. Las ratas que medraron con el antiguo régimen no esperaron a que llegara la fumigación. Contratistas, constructores, banqueros, traficantes de toda laya que se enriquecieron con esos partidos, desaparecieron apenas Chávez asomó la verruga. La mayoría de ellos se entendieron con el nuevo régimen, le enseñaron a abrir cuentas cifradas en Suiza y están haciendo con los jefes chavistas lo mismo que hicieron con adecos y copeyanos. Claro que corruptores nuevos los hay. Pero es que ahora la corrupción es tanta que no alcanzan los expertos heredados del viejo régimen.

En cuanto a Luis Ignacio Planas, trabaja según la vieja fórmula demócrata cristiana, heredada de la Santa Madre Iglesia: máximo rendimiento con mínimo riesgo, que el molino de Dios muele lento, pero muele fino. Comenzó por quitarse el sambenito de demócrata cristiano, que perdió significado salvo como enclave de la derecha confesional, y adoptó la más inteligible y abierta denominación de Partido Popular, homologado con el PP español y con el PAN mexicano. La credencial de egresado del San Ignacio o el La Salle ya no es indispensable para ser dirigente de ese partido. Esa derecha tiene futuro.

AD y Copei se mueven en un rango del 5% de apoyo popular. Más adhesión tienen Un Nuevo Tiempo y Primero Justicia. Pero son adhesiones labiales. El que hoy en día es adeco, es adeco, y el que es copeyano, es copeyano. En cambio, de quienes están en UNT y PJ siempre estamos esperando que un día amanezcan en otra parte o simplemente se vayan para su casa. Si estos dos partidos que podemos llamar de centro-derecha tienen alguna proposición, es un secreto bien guardado. AD y Copei siquiera la llevan implícita, como tradicionales representantes de la socialdemocracia y la democracia cristiana. UNT y PJ sólo representan liderazgos personales muy respetables pero que tampoco son como para perder la cabeza por su amor.

En el campo que se llamó socialista sobrevive la franquicia del MAS, Andrés Velásquez sostiene con bravura una pancarta de la Causa R y emerge la bizarría de Podemos. El MAS quedará reducido a muy poco después de las elecciones de noviembre y el destino de Causa R depende de la suerte de Velásquez en las elecciones de Bolívar.

A Podemos hay que mirarlo de otro modo. Se le ve la planificación estratégica, tiene la energía que falta a los demás, cuenta con sólidos enclaves regionales y sobre todo ha entendido que en días históricos como estos que vivimos es cuando se puede cambiar el menudo en morocotas. Su alianza con Leopoldo López y la oportuna valentía conque la asume le atraen la admiración de la oposición dura –que a la hora de la verdad arrastrará a la blanda- y le confieren un interesante matiz policlasista. Nadie, ni en el Gobierno ni en la Oposición, se está moviendo con tanta eficacia con respecto al corto, mediano y largo plazo.

Pero todo eso no va más allá de la coyuntura electoral. Mientras los partidos hacen lo único que pueden hacer dentro de sus limitaciones, Chávez está anulando ese esfuerzo con instrumentos para-legales. Tales son esas leyes no discutidas sino decretadas, originadas en un poder Ejecutivo habilitado como legislador por un Poder Legislativo que no tiene ni la condición mínima de ser una representación popular, puesto que se eligió en unos comicios donde no participó la Oposición.

Así que tenemos pendiente un trabajo que los partidos de oposición no están en capacidad de realizar. Ese trabajo es el de enfrentarnos a los instrumentos para-legales con los cuales Chávez quiere imponer por la fuerza el régimen totalitario que los ciudadanos rechazaron claramente en las elecciones del 2 de diciembre pasado. Un totalitarismo que no será de Estado, porque tal cosa ya fue desmontada. Mucho menos de las Fuerzas Armadas, pues la disolución de este factor de poder es cosa ya decidida por el déspota, quien ni siquiera estima necesario disimularlo. Se trata de una tiranía personal como la Adolfo Hitler y Fidel Castro, con toda la patología pero sin la coartada histórica y los destellos de grandeza que estos dos tiranos mostraron antes de caer en la vesania total.

Ha sido un error, del cual no escapa este cronista, esperar que los partidos como agrupaciones o los políticos como individualidades asuman la defensa de la libertad. Ellos han entendido que están para otra cosa y no habrá modo de sacarlos de ahí. La tarea trascendente queda para otros factores e individuos. Ya los gremios profesionales, con toda la importancia que se les reconoce y con la dignidad que esta iniciativa les confiere, han asumido la responsabilidad de dar la batalla legal. El que sean los profesionales y los técnicos los primeros en reaccionar dentro del cuerpo social tiene una importancia indiscutible. Me permito agregar una, la de que su emergencia pone esta lucha en el terreno que básicamente le corresponde como enfrentamiento histórico entre civilización y barbarie.

La valentía del país ilustrado que rechaza la oclocracia nazi-fascista es una alentadora muestra de vitalidad en el cuerpo social. Pero hace falta una conducción política que no tiene que ser partidista. En la reserva tenemos talentos de capacidad demostrada como Ramón J. Velásquez, Luis Miquilena, Pompeyo Márquez y Pedro Pablo Aguilar, que representan bien la paleta ideológica de la democracia venezolana. Además de su talento político, son los supervivientes morales de una época tan cuestionable como fue en su etapa final la Cuarta República, de la cual es Chávez el producto final y no el inicio de un tiempo mejor.

Finalmente, pero no menos sino mucho más importante, será la participación de la sociedad toda en el esfuerzo final para impedir la destrucción de Venezuela a mano de una banda predadora. La vanguardia de esa sociedad es la clase media entendida como el segmento ciudadano que tiene un nivel de vida digna que defender o al cual aspirar. La participación de estos venezolanos será lo determinante en los días históricos que vamos a vivir.

 *

  Artículo publicado originalmente en el semanario Zeta


© Copyright 2007 - WebArticulista.net - Todos los Derechos Reservados.