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La soga de Lenín
por Rafael Poleo
viernes, 20 junio 2008


A la democracia (gobierno de los ciudadanos), le cuesta mucho trabajo mantenerse como tal. Tiende a transformarse en plutocracia (gobierno de los ricos), cual es la americana de Bush y fue la venezolana en su fase terminal, o en oclocracia (gobierno de los ignorantes), como este régimen chavista. Tendríamos que escarbar latín y griego antiguo para denominar a un gobierno de los delincuentes.

Puestos a ver las cosas, a este régimen oclocrático podemos explicarlo como producto natural de una sociedad ignorante. ¿Ignorante de qué? De la ética, de la moral, de la Historia, de la economía y de las finanzas. ¿Y la política? Ésa se ve clarita una vez que nos enteramos de las materias directamente ligadas al Poderoso Caballero. (Digo caballero por el quevediano “Poderoso caballero/es Don Dinero”. No cabellero, que a Diosdado cuido de no irritarlo. No sé. Le tengo cosa a la gente de ojos rayados, aquellos ojos verdes que Hugo elogió en tiempos mejores).

No por generalizada es perdonable la ignorancia en el indispensable arte de sacar cuentas. Se me suele elogiar por lo que escribo, mas debo confesar que lo que yo más sé y mejor hago es justamente eso: sacar cuentas. Muchas veces me he dicho que el capitalismo sería menos odioso y menos odiado si se le enseñara como materia obligatoria en el Bachillerato. Quienes no sean idiotas aprenderían a vivir dentro de él e incluso a utilizarlo para bienestar de su familia. Niall Ferguson, profesor de Harvard quien es parte de un grupo empeñado en que la gente común aprenda a manejar sus centavos, precisa en “The Ascent of Money” que sólo cuatro de cada diez americanos no pagan el total de su deuda en tarjeta de crédito a fin de mes, y que un tercio no sabe el monto de lo que le cuesta esa mala costumbre. Porque la economía a fin de cuentas no es más que eso: el uso eficaz de tu dinero. Si no lo saben hacer en la nación epítome del capitalismo, nos explicamos que el presidente Lusinchi haya dicho “La Banca me engañó” -cuando quienes le engañaron Fulano y Zutano, sus asesores financieros, igual que a Caldera II. También que el presidente Chávez exhibiera en su reciente reunión con nuestros ávidos y elusivos hombres de negocios la ingenuidad que le vimos en tal sesión de teatro del absurdo.

Por supuesto que Chávez actuó movido por su dificilísima situación. El Imperio, que existe y es maluco, lo tiene sujeto por las muchísimas gracias. Vive en suspenso de un finísimo hilo. Si la Oposición no se hace la pendeja (y cobra en dinero, como suele, dicho sea porque de real hablamos), el chavismo perderá un bojote de gobernaciones y alcaldías. El cerco para un juicio internacional se va cerrando y no se puede contar con los ratones amigos del queso: todos ellos, de Castro para abajo, se están entendiendo con El Imperio mientras nos roban a los venezolanos. Lo dicho: es el dinero. El cual, por cierto, aquí no hay. Isea, habilísimo personaje que se jerarquizó en el ministerio de Finanzas y escapó a tiempo hacia una candidatura, se despidió recordando que con sus manejos hiper-capitalistas con papeles de dudoso valor consiguió alguna liquidez para que el régimen vaya tirando -dicho sea en la acepción hispánica del término, porque en la criolla me dicen que Hugo ni para ese indispensable deporte tiene sosiego.

A Hugo alguien, quizás Adán, le recordó un par de aforismos leninianos. El primero, dar un paso atrás para poder dar dos hacia adelante. Tal ya se ha dicho, pero me extraña que a propósito de la llamada reunión con los supuestos empresarios, que más había hombres de negocios o vulgares traficantes, no se recordara aquello de que “Los capitalistas son capaces de vendernos la soga con que habremos de ahorcarlos”. ¡Cómo los conocías, Vladimir Illich! ¡Con decirte que ni yo!

Ya veremos si el esfuerzo tiene éxito. Hugo hizo lo necesario: mostrarles posibilidades de negocios. Pero fue cruel hacerlo público. Fue exponerlos al desprecio colectivo. Y esa cámara implacable. Aquella expresión anhelante de mi antiguo amigo Luis Vam Dam -ahora me saluda apuraíto y yo lo comprendo: “Los ricos son distintos, hija”, como dijo Scott Fitzgerald. La ironía catalana de Escotet, “mol empreñaduret”. La despectiva non chalance de El Chico del Flequillo, que ahora se sabe necesario porque él sí conoce dónde comprar comida -Hugo le reconoció ciertos méritos, castigando, por perverso contraste, a Cisneros, El de los Pies Veloces. Y dejémoslo así, no sea que esto me convierta en cronista de sociedad. Saludos a Osmel.

No. No hacía falta hacer pública la sesión de soborno colectivo. Hubiera bastado un avisito a 2 cols en “El Universal”, por el estilo de “Gobierno en apuros necesita Soga de Lenín en buen estado. Llamar al 810811”. (810811 es el teléfono de Miraflores). ¿Las verdaderas intenciones? Echemos una tanteaíta. El nuevo zar de las finanzas es Alí Rodríguez Araque. Inteligencia y voluntad privilegiadas. Está allí recomendado por Fidel, verdadero presidente que ha sido de este campamento minero que nos legaron los libertadores. Alí es el único venezolano en quien Fidel confía, sin excluir a Hugo, a quien el viejo bellaco usa y desprecia, lo cual me da arrechera. De allí salió el consejo de una sesión de soborno colectivo como manera de usar y al mismo tiempo escarnecer a los sucios capitalistas. Aún siendo comunista de uña en el rabo, Alí acepta que el dinero es lo determinante como instrumento de poder. Por algo el PPT está buchón. Antes, Fidel persuadió a Chávez de entregarle PDVSA a Alí con el argumento de que la petrolera no vale como productora de dinero si no se la usa como instrumento político. Para ello desmontó controles y montó dolarductos hacia destinos que sólo ellos y la CIA conocen. ¡Eso sí es real, amigo mío! Cuando esto caiga se hablará de ello como en España de “El Oro de Moscú” cuando se derrumbó la República. Por cierto que este episodio alimenta hoy los miedos del chavismo. Saben que el nacionalismo militar está engrinchado y que tiene el 80% de la oficialidad. A los políticos les dicen que mejor es Chávez que algún Baduel despreciativo de los lambucios civiles. Y les dan su cualquiercosa, en prenda de amistad. Pero esa es otra historia de la Historia. Por ahora, lo importante es el valor que tenga en el mercado la codiciada Soga de Lenín.

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  Artículo publicado originalmente en el semanario Zeta


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