A
la democracia (gobierno de los ciudadanos), le cuesta mucho
trabajo mantenerse como tal. Tiende a transformarse en
plutocracia (gobierno de los ricos), cual es la americana de
Bush y fue la venezolana en su fase terminal, o en
oclocracia (gobierno de los ignorantes), como este régimen
chavista. Tendríamos que escarbar latín y griego antiguo
para denominar a un gobierno de los delincuentes.
Puestos a ver las cosas, a este régimen oclocrático podemos
explicarlo como producto natural de una sociedad ignorante.
¿Ignorante de qué? De la ética, de la moral, de la Historia,
de la economía y de las finanzas. ¿Y la política? Ésa se ve
clarita una vez que nos enteramos de las materias
directamente ligadas al Poderoso Caballero. (Digo caballero
por el quevediano “Poderoso caballero/es Don Dinero”. No
cabellero, que a Diosdado cuido de no irritarlo. No sé. Le
tengo cosa a la gente de ojos rayados, aquellos ojos verdes
que Hugo elogió en tiempos mejores).
No por generalizada es perdonable la ignorancia en el
indispensable arte de sacar cuentas. Se me suele elogiar por
lo que escribo, mas debo confesar que lo que yo más sé y
mejor hago es justamente eso: sacar cuentas. Muchas veces me
he dicho que el capitalismo sería menos odioso y menos
odiado si se le enseñara como materia obligatoria en el
Bachillerato. Quienes no sean idiotas aprenderían a vivir
dentro de él e incluso a utilizarlo para bienestar de su
familia. Niall Ferguson, profesor de Harvard quien es parte
de un grupo empeñado en que la gente común aprenda a manejar
sus centavos, precisa en “The Ascent of Money” que sólo
cuatro de cada diez americanos no pagan el total de su deuda
en tarjeta de crédito a fin de mes, y que un tercio no sabe
el monto de lo que le cuesta esa mala costumbre. Porque la
economía a fin de cuentas no es más que eso: el uso eficaz
de tu dinero. Si no lo saben hacer en la nación epítome del
capitalismo, nos explicamos que el presidente Lusinchi haya
dicho “La Banca me engañó” -cuando quienes le engañaron
Fulano y Zutano, sus asesores financieros, igual que a
Caldera II. También que el presidente Chávez exhibiera en su
reciente reunión con nuestros ávidos y elusivos hombres de
negocios la ingenuidad que le vimos en tal sesión de teatro
del absurdo.
Por supuesto que Chávez actuó movido por su dificilísima
situación. El Imperio, que existe y es maluco, lo tiene
sujeto por las muchísimas gracias. Vive en suspenso de un
finísimo hilo. Si la Oposición no se hace la pendeja (y
cobra en dinero, como suele, dicho sea porque de real
hablamos), el chavismo perderá un bojote de gobernaciones y
alcaldías. El cerco para un juicio internacional se va
cerrando y no se puede contar con los ratones amigos del
queso: todos ellos, de Castro para abajo, se están
entendiendo con El Imperio mientras nos roban a los
venezolanos. Lo dicho: es el dinero. El cual, por cierto,
aquí no hay. Isea, habilísimo personaje que se jerarquizó en
el ministerio de Finanzas y escapó a tiempo hacia una
candidatura, se despidió recordando que con sus manejos
hiper-capitalistas con papeles de dudoso valor consiguió
alguna liquidez para que el régimen vaya tirando -dicho sea
en la acepción hispánica del término, porque en la criolla
me dicen que Hugo ni para ese indispensable deporte tiene
sosiego.
A Hugo alguien, quizás Adán, le recordó un par de aforismos
leninianos. El primero, dar un paso atrás para poder dar dos
hacia adelante. Tal ya se ha dicho, pero me extraña que a
propósito de la llamada reunión con los supuestos
empresarios, que más había hombres de negocios o vulgares
traficantes, no se recordara aquello de que “Los
capitalistas son capaces de vendernos la soga con que
habremos de ahorcarlos”. ¡Cómo los conocías, Vladimir Illich!
¡Con decirte que ni yo!
Ya veremos si el esfuerzo tiene éxito. Hugo hizo lo
necesario: mostrarles posibilidades de negocios. Pero fue
cruel hacerlo público. Fue exponerlos al desprecio
colectivo. Y esa cámara implacable. Aquella expresión
anhelante de mi antiguo amigo Luis Vam Dam -ahora me saluda
apuraíto y yo lo comprendo: “Los ricos son distintos, hija”,
como dijo Scott Fitzgerald. La ironía catalana de Escotet,
“mol empreñaduret”. La despectiva non chalance de El
Chico del Flequillo, que ahora se sabe necesario porque él
sí conoce dónde comprar comida -Hugo le reconoció ciertos
méritos, castigando, por perverso contraste, a Cisneros, El
de los Pies Veloces. Y dejémoslo así, no sea que esto me
convierta en cronista de sociedad. Saludos a Osmel.
No. No hacía falta hacer pública la sesión de soborno
colectivo. Hubiera bastado un avisito a 2 cols en “El
Universal”, por el estilo de “Gobierno en apuros necesita
Soga de Lenín en buen estado. Llamar al 810811”. (810811 es
el teléfono de Miraflores). ¿Las verdaderas intenciones?
Echemos una tanteaíta. El nuevo zar de las finanzas es Alí
Rodríguez Araque. Inteligencia y voluntad privilegiadas.
Está allí recomendado por Fidel, verdadero presidente que ha
sido de este campamento minero que nos legaron los
libertadores. Alí es el único venezolano en quien Fidel
confía, sin excluir a Hugo, a quien el viejo bellaco usa y
desprecia, lo cual me da arrechera. De allí salió el consejo
de una sesión de soborno colectivo como manera de usar y al
mismo tiempo escarnecer a los sucios capitalistas. Aún
siendo comunista de uña en el rabo, Alí acepta que el dinero
es lo determinante como instrumento de poder. Por algo el
PPT está buchón. Antes, Fidel persuadió a Chávez de
entregarle PDVSA a Alí con el argumento de que la petrolera
no vale como productora de dinero si no se la usa como
instrumento político. Para ello desmontó controles y montó
dolarductos hacia destinos que sólo ellos y la CIA conocen.
¡Eso sí es real, amigo mío! Cuando esto caiga se hablará de
ello como en España de “El Oro de Moscú” cuando se derrumbó
la República. Por cierto que este episodio alimenta hoy los
miedos del chavismo. Saben que el nacionalismo militar está
engrinchado y que tiene el 80% de la oficialidad. A los
políticos les dicen que mejor es Chávez que algún Baduel
despreciativo de los lambucios civiles. Y les dan su
cualquiercosa, en prenda de amistad. Pero esa es otra
historia de la Historia. Por ahora, lo importante es el
valor que tenga en el mercado la codiciada Soga de Lenín.
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Artículo publicado originalmente en el semanario Zeta |