Pobre
resultado arrojan las gestiones del régimen para lograr una
distensión que le permita recuperarse y reordenarse después
de una serie de descalabros causados no por la acción de sus
opositores, de quienes poco puede esperarse, sino de las
condiciones objetivas que Hugo Chávez, muchacho sin
formación ni buen consejo, pretendió ignorar. Como Icarus,
Hugo se creyó capaz de forzar las leyes de la Física. Y como
es natural, todo está terminando en un vuelo torpe y breve,
donde lo que más debemos lamentar es que el instrumento
utilizado para el pueril experimento ha sido la nación
venezolana.
El esfuerzo, al cual se dio relieve con el espectáculo de
los empresarios recibiendo clases de Economía por parte de
un teniente coronel raspado en el Curso de Estado Mayor,
nació viciado por el prejuicio de que los capitalistas son
capaces de vender la soga conque se habrá de ahorcarles. Si
a ver vamos, ¿quién podía informarle a Hugo sobre la manera
de ser de aquellos hombres, cuando su única referencia son
cuatro pseudo-empresarios, traficantes que se han
aprovechado de todos los gobiernos y al día de hoy no pueden
mostrar una obra realizada? Hugo no tenía por qué saber la
diferencia entre un empresario –sujeto que emprende y crea-
y un hombre de negocios –traficante de contratos que revende
para regresar a su oficio verdadero, el de sobornar
políticos y gobernantes que le permitan repetir la
operación.
Por supuesto, empresarios hay dispuestos a aceptar
financiamiento oficial en proyectos en los cuales no
arriesguen su propio dinero. Pero eso no salva gobierno.
Supone tiempo para organizar la producción. Y el tiempo es
factor incompatible con la urgencia creada por el alza en el
costo de la vida -50% de aumento en el precio de los
alimentos en lo que va de año-, desabastecimiento –al
régimen le pilló con los pantalones bajos la crisis mundial
de alimentos, agravada en nuestro caso porque en los últimos
años la “revolución” liquidó las unidades de producción
agrícola, y el desempleo –la mitad de los venezolanos
trabaja de manera informal o esporádica.
También supone dinero, que no hay, aunque cueste creerlo.
Los enormes ingresos se tornan escuálidos cuando se les
compara con los gastos, gravados por el soborno a pagar a
los chulos del barrio, lo consiguiente a un proletariado a
quien se ha corrompido con almuerzos gratis, el servicio de
una deuda que el régimen ha duplicado y sigue creciendo al
punto de que el mercado de dinero no quiere bonos de
Venezuela, caso único de insolvencia entre los países
productores de petróleo. Sin contar lo que se roban los
capos chavistas, que usan pala mecánica cuando hasta ahora
esa tarea se hacía con cucharita. Por supuesto, puede usar
la máquina de imprimir billetes, pero eso sería potenciar la
inflación, gran derrocadora de gobiernos que en Venezuela
está entre las tres mayores del mundo. (No se sabe
exactamente cuál es la mayor, porque se trata de estados con
las cuentas inauditables. Pero hay la sospecha de que somos
campeones).
Con los militares nacionalistas (80% del total) arrechos por
la cubanización, y unas elecciones en puertas que le
encuentran dividido y desacreditado, el régimen busca una
tregua para recuperarse y embestir nuevamente. Si las
elecciones le salen mal, los militares nacionalistas tendrán
de su parte la aprobación implícita para darle un palo a la
lámpara, de lo cual se dicen urgidos porque el régimen les
está metiendo en las escuelas puro muchacho rojo-rojito, y
ellos no son tan pendejos como para esperar a que esos
comunistas sean los comandantes de batallón que los fusilen
cuando ellos sean generales.
De hecho, el problema para Hugo es que tanto empresarios
como militares han aprendido en estos nueve años. Los únicos
que no han cambiado son los políticos. Siguen siendo los
mismos traficantes que en 1998 salieron con el rabo entre
las piernas y las orejas gachas a vender la democracia –me
comen los dedos por contarles detalles. Para estas
elecciones están dando el mismo deplorable espectáculo que
exhiben en cada ocasión coyuntural. No sólo es la
insolidaridad de quienes aprovechan las inhabilitaciones
para eliminar rivales del propio bando. Es el tráfico
directo, la cobardía evidente y la bobería que minó la
tristemente célebre Coordinadora Democrática, trufada de
políticos comprados por el régimen. Episodio a evocar para
que no se repita. Aquellos técnicos jurando que todo estaba
blindado. Aquellos políticos de la izquierda traficable
(¡Ay, MAS! ¿Cuándo te compones?), exhortando a aceptar el
espantoso fraude igual que habían aceptado la inhabilitación
de quienes firmamos así o asao, patraña que permitió al
régimen ganar tiempo para montar el fraude y que los
políticos aceptaron con sospechosa tolerancia.
Ahora vemos la misma aceptación de lo que impone un Consejo
Nacional Electoral de objetividad comparable a la de
Contraloría. La confusión causada por aquella cabronería de
los políticos ocultó groserías como la de que a quienes
firmamos solicitando el Referendo Revocatorio el CNE nos
inhabilitó para ser miembros de mesa. Conociendo mi ganao,
me inquieta la enorme posibilidad de que ahora se esté
procediendo con igual desvergüenza. Un estudio de ESDATA
indica que el 60% de los miembros de mesa para noviembre son
rojos-rojitos. Los políticos nada dicen sobre esto. Nos
consideran, a los ciudadanos, sujetos de segunda categoría a
quienes no tienen por qué informar de las previsiones que
puedan estar tomando para impedir que un régimen ladrón de
dinero y elecciones nos despoje como vinieron haciéndolo
hasta el 2 de diciembre, cuando los militares impidieron que
el CNE obedeciera la voz del amo. No puedo menos que
recordar a Rómulo Betancourt cuando el año 1974, en una
reunión de la Internacional Socialista en la cual me dejaron
colear, dijo que no siempre los militares toman el poder por
ambición, sino que muchas veces lo recogen del arroyo donde
lo dejaron caer los políticos.
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Artículo publicado originalmente en el semanario Zeta |