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El vuelo de Icarus y otras bellaquerías
por Rafael Poleo
viernes, 11 julio 2008


Pobre resultado arrojan las gestiones del régimen para lograr una distensión que le permita recuperarse y reordenarse después de una serie de descalabros causados no por la acción de sus opositores, de quienes poco puede esperarse, sino de las condiciones objetivas que Hugo Chávez, muchacho sin formación ni buen consejo, pretendió ignorar. Como Icarus, Hugo se creyó capaz de forzar las leyes de la Física. Y como es natural, todo está terminando en un vuelo torpe y breve, donde lo que más debemos lamentar es que el instrumento utilizado para el pueril experimento ha sido la nación venezolana.

El esfuerzo, al cual se dio relieve con el espectáculo de los empresarios recibiendo clases de Economía por parte de un teniente coronel raspado en el Curso de Estado Mayor, nació viciado por el prejuicio de que los capitalistas son capaces de vender la soga conque se habrá de ahorcarles. Si a ver vamos, ¿quién podía informarle a Hugo sobre la manera de ser de aquellos hombres, cuando su única referencia son cuatro pseudo-empresarios, traficantes que se han aprovechado de todos los gobiernos y al día de hoy no pueden mostrar una obra realizada? Hugo no tenía por qué saber la diferencia entre un empresario –sujeto que emprende y crea- y un hombre de negocios –traficante de contratos que revende para regresar a su oficio verdadero, el de sobornar políticos y gobernantes que le permitan repetir la operación.

Por supuesto, empresarios hay dispuestos a aceptar financiamiento oficial en proyectos en los cuales no arriesguen su propio dinero. Pero eso no salva gobierno. Supone tiempo para organizar la producción. Y el tiempo es factor incompatible con la urgencia creada por el alza en el costo de la vida -50% de aumento en el precio de los alimentos en lo que va de año-, desabastecimiento –al régimen le pilló con los pantalones bajos la crisis mundial de alimentos, agravada en nuestro caso porque en los últimos años la “revolución” liquidó las unidades de producción agrícola, y el desempleo –la mitad de los venezolanos trabaja de manera informal o esporádica.

También supone dinero, que no hay, aunque cueste creerlo. Los enormes ingresos se tornan escuálidos cuando se les compara con los gastos, gravados por el soborno a pagar a los chulos del barrio, lo consiguiente a un proletariado a quien se ha corrompido con almuerzos gratis, el servicio de una deuda que el régimen ha duplicado y sigue creciendo al punto de que el mercado de dinero no quiere bonos de Venezuela, caso único de insolvencia entre los países productores de petróleo. Sin contar lo que se roban los capos chavistas, que usan pala mecánica cuando hasta ahora esa tarea se hacía con cucharita. Por supuesto, puede usar la máquina de imprimir billetes, pero eso sería potenciar la inflación, gran derrocadora de gobiernos que en Venezuela está entre las tres mayores del mundo. (No se sabe exactamente cuál es la mayor, porque se trata de estados con las cuentas inauditables. Pero hay la sospecha de que somos campeones).

Con los militares nacionalistas (80% del total) arrechos por la cubanización, y unas elecciones en puertas que le encuentran dividido y desacreditado, el régimen busca una tregua para recuperarse y embestir nuevamente. Si las elecciones le salen mal, los militares nacionalistas tendrán de su parte la aprobación implícita para darle un palo a la lámpara, de lo cual se dicen urgidos porque el régimen les está metiendo en las escuelas puro muchacho rojo-rojito, y ellos no son tan pendejos como para esperar a que esos comunistas sean los comandantes de batallón que los fusilen cuando ellos sean generales.

De hecho, el problema para Hugo es que tanto empresarios como militares han aprendido en estos nueve años. Los únicos que no han cambiado son los políticos. Siguen siendo los mismos traficantes que en 1998 salieron con el rabo entre las piernas y las orejas gachas a vender la democracia –me comen los dedos por contarles detalles. Para estas elecciones están dando el mismo deplorable espectáculo que exhiben en cada ocasión coyuntural. No sólo es la insolidaridad de quienes aprovechan las inhabilitaciones para eliminar rivales del propio bando. Es el tráfico directo, la cobardía evidente y la bobería que minó la tristemente célebre Coordinadora Democrática, trufada de políticos comprados por el régimen. Episodio a evocar para que no se repita. Aquellos técnicos jurando que todo estaba blindado. Aquellos políticos de la izquierda traficable (¡Ay, MAS! ¿Cuándo te compones?), exhortando a aceptar el espantoso fraude igual que habían aceptado la inhabilitación de quienes firmamos así o asao, patraña que permitió al régimen ganar tiempo para montar el fraude y que los políticos aceptaron con sospechosa tolerancia.

Ahora vemos la misma aceptación de lo que impone un Consejo Nacional Electoral de objetividad comparable a la de Contraloría. La confusión causada por aquella cabronería de los políticos ocultó groserías como la de que a quienes firmamos solicitando el Referendo Revocatorio el CNE nos inhabilitó para ser miembros de mesa. Conociendo mi ganao, me inquieta la enorme posibilidad de que ahora se esté procediendo con igual desvergüenza. Un estudio de ESDATA indica que el 60% de los miembros de mesa para noviembre son rojos-rojitos. Los políticos nada dicen sobre esto. Nos consideran, a los ciudadanos, sujetos de segunda categoría a quienes no tienen por qué informar de las previsiones que puedan estar tomando para impedir que un régimen ladrón de dinero y elecciones nos despoje como vinieron haciéndolo hasta el 2 de diciembre, cuando los militares impidieron que el CNE obedeciera la voz del amo. No puedo menos que recordar a Rómulo Betancourt cuando el año 1974, en una reunión de la Internacional Socialista en la cual me dejaron colear, dijo que no siempre los militares toman el poder por ambición, sino que muchas veces lo recogen del arroyo donde lo dejaron caer los políticos.

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  Artículo publicado originalmente en el semanario Zeta


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