A
Chávez el santo se le volteó hace tiempo. En política, esas
situaciones son irreversibles, aunque Napoleón regrese de
Elba para una campaña de cien días y Hitler desate una
última contraofensiva en Las Ardenas. En el caso de Chávez
no parecen posibles un regreso de Elba ni una contraofensiva
de Las Ardenas. Sus generales no son precisamente los de
Napoleón y Hitler. De hecho, su equipo es de un nivel
aptitudinal deplorable, lo cual no se puede disimular ni por
la correspondiente pobreza de la oposición vista en su
conjunto.
El proyecto revolucionario era inviable, como se lo
advirtió, caritativo, Arturo Uslar Pietri. Eso ya es
evidente. A estas horas no se trata de hacer la revolución,
sino de mantenerse sobre ese tigre que es el poder, capaz de
devorar mañana a quien hoy lo cabalga. Después vendrá la
hora no de mantenerse en el poder sino de salvar el pellejo.
Los jefes chavistas podrán carecer de cultura histórica,
pero el instinto les permite percibir esa precariedad. Los
inocentes anuncian la determinación de batirse -siempre hay
pendejos dispuestos a cubrir la retirada de los bellacos,
como algunos hicimos en La Cuarta. Los más sofisticados
buscan una conciliación con el futuro, lo cual en este país
siempre es posible. La experiencia histórica es que a los
realistas, a los guzmancistas, a los crespistas, a los
gomecistas y a los perezjimenistas se les devolvieron sus
bienes. Más recientemente, los próceres de La Cuarta
negociaron la entrega de la democracia a cambio del perdón
de sus pecados. Seguí de cerca esa corredera en los días
finales de la Cuarta. Miquilena no se daba abasto recibiendo
a quienes llegaban a rendirse con armas y bagaje. Ahora, con
los capitales hechos en la Era Chavista, pasará lo mismo. No
puede ser de otra manera. Ni siquiera conviene que lo sea,
tema que sería de otra crónica.
Chávez tiene esto claro. Sabe que el mundo se le puso
chiquito. Está agotado y solo. Cercado. Peor aún: aislado.
De amigos le quedan unos cuantos chulos que por debajo de
cuerda se han entendido con El Imperio, que existe y es
maluco. El dinero, con ser tanto, no le alcanza, y la
colocación de más deuda se le hace muy difícil. Los bonos
venezolanos, que hace un año se vendían a 30% más de su
valor, hoy se venden con rebaja de 10%. Si tiene cuatro
dedos de frente debe buscar adónde irse. Dejará un país
destruido en su infraestructura de servicios, desmantelado
en su capacidad productiva, desmoralizado a los efectos del
trabajo y con los ingresos comprometidos por el servicio
aplastante de una deuda que era grande y él ha duplicado.
Bien caro pagan y han de pagar los venezolanos su frivolidad
de 1998, cuando votaron por un teniente coronel raspado en
el Curso de Estado Mayor. Veamos cuál será la próxima
ocurrencia de mis desatinados compatriotas.
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Artículo publicado originalmente en el diario El
Nuevo País |