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El réquiem de Chávez
por Rafael Poleo
lunes, 7 julio 2008


A Chávez el santo se le volteó hace tiempo. En política, esas situaciones son irreversibles, aunque Napoleón regrese de Elba para una campaña de cien días y Hitler desate una última contraofensiva en Las Ardenas. En el caso de Chávez no parecen posibles un regreso de Elba ni una contraofensiva de Las Ardenas. Sus generales no son precisamente los de Napoleón y Hitler. De hecho, su equipo es de un nivel aptitudinal deplorable, lo cual no se puede disimular ni por la correspondiente pobreza de la oposición vista en su conjunto.

El proyecto revolucionario era inviable, como se lo advirtió, caritativo, Arturo Uslar Pietri. Eso ya es evidente. A estas horas no se trata de hacer la revolución, sino de mantenerse sobre ese tigre que es el poder, capaz de devorar mañana a quien hoy lo cabalga. Después vendrá la hora no de mantenerse en el poder sino de salvar el pellejo.

Los jefes chavistas podrán carecer de cultura histórica, pero el instinto les permite percibir esa precariedad. Los inocentes anuncian la determinación de batirse -siempre hay pendejos dispuestos a cubrir la retirada de los bellacos, como algunos hicimos en La Cuarta. Los más sofisticados buscan una conciliación con el futuro, lo cual en este país siempre es posible. La experiencia histórica es que a los realistas, a los guzmancistas, a los crespistas, a los gomecistas y a los perezjimenistas se les devolvieron sus bienes. Más recientemente, los próceres de La Cuarta negociaron la entrega de la democracia a cambio del perdón de sus pecados. Seguí de cerca esa corredera en los días finales de la Cuarta. Miquilena no se daba abasto recibiendo a quienes llegaban a rendirse con armas y bagaje. Ahora, con los capitales hechos en la Era Chavista, pasará lo mismo. No puede ser de otra manera. Ni siquiera conviene que lo sea, tema que sería de otra crónica.

Chávez tiene esto claro. Sabe que el mundo se le puso chiquito. Está agotado y solo. Cercado. Peor aún: aislado. De amigos le quedan unos cuantos chulos que por debajo de cuerda se han entendido con El Imperio, que existe y es maluco. El dinero, con ser tanto, no le alcanza, y la colocación de más deuda se le hace muy difícil. Los bonos venezolanos, que hace un año se vendían a 30% más de su valor, hoy se venden con rebaja de 10%. Si tiene cuatro dedos de frente debe buscar adónde irse. Dejará un país destruido en su infraestructura de servicios, desmantelado en su capacidad productiva, desmoralizado a los efectos del trabajo y con los ingresos comprometidos por el servicio aplastante de una deuda que era grande y él ha duplicado.

Bien caro pagan y han de pagar los venezolanos su frivolidad de 1998, cuando votaron por un teniente coronel raspado en el Curso de Estado Mayor. Veamos cuál será la próxima ocurrencia de mis desatinados compatriotas.

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  Artículo publicado originalmente en el diario El Nuevo País


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