A La Oposición vista como una comunidad –así se siente ella-
no le queda otro camino que acoger la disidencia chavista.
Las razones para ello son muchas y en cambio la razón para
lo contrario es una sola: esa ciega mezquindad de los
dirigentes que sacrifican el cambio político en beneficio de
sus intereses sectoriales y personales.
Las
elecciones del 23N deberían bastar como lección que destruya
esta sorda resistencia a la admisión de los disidentes.
El Nuevo País publicó el miércoles un análisis numérico
de los resultados municipales, en el cual se demuestra que
el voto opositor (oposición más disidentes), fue con
frecuencia mayor que el oficialista, pero se frustró por la
división entre opositores viejos y opositores nuevos
llegados por la vía de la disidencia. El vaticinio pre-electoral
de este cronista sobre la paridad que debió darse entre
alcaldías oficialistas y opositoras se basó en el supuesto
de que el voto anti-fascista iría unido. Sobre-estimamos la
generosidad y el criterio, por no decir la responsabilidad,
de los dirigentes de oposición.
La misma
estrechez determinó derrotas de la Oposición en
gobernaciones donde tuvo mayoría, como Bolívar, Guárico y
Barinas. En Bolívar no estamos claros sobre quién debió
apoyar a quién, pero vale la pena informar que a los dos
opositores “el otro” les ofreció la Secretaría General de
Gobierno y varias direcciones. Ninguno la aceptó. Los dos se
sentían sobrados y por ahí perdieron. En Guárico, la
Oposición se empeñó en Reynaldo Armas despreciando la
certeza numérica de derrotar al Régimen si aceptaban las
ofertas –bien generosas por cierto- de Manuit, la candidata
no-oficialista que tenía más chance. En Barinas, el opositor
Rafael Simón Jiménez ha escrito y publicado que por
solicitud de AD que le transmitió Omar Barboza, presidente
de Un Nuevo Tiempo, mantuvo su opción como candidato de la
Oposición. AD y UNT prefirieron que el chavismo siguiera
feudalizando a Barinas antes que apoyar al disidente.
Frustraron la decisión de la mayoría ciudadana, pero están
felices porque eliminaron a un competidor -Reyes. También
dice Jiménez que el disidente Reyes rechazó todo apoyo. Pero
eso fue al principio. En la semana final, cuando el peso del
Estado y la presencia pertinaz de Chávez en Barinas le
aguaron la sopa, Reyes se manifestó dispuesto a ceder, y
esta vez fue la Oposición quien prefirió verlo derrotado.
La
conclusión de todo esto –sin necesidad de relatar aspectos
más escabrosos del problema-, es que la opinión pública
opositora debe estar tan pendiente de las mezquindades de
sus dirigentes como de las fechorías del Gobierno. Después
de todo, los ciudadanos tenemos derecho a meternos en la
vida de nuestras instituciones y velar por su salud.
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Artículo publicado originalmente en el diario El
Nuevo País |