Inicio | Editor | Contáctenos 
 

Un líder para la democracia
por Rafael Poleo
viernes, 30 noviembre 2007


La Venezuela democrática pudiera encontrar en los próximos meses el liderazgo perdido hace veinte años, cuando AD y Copei abandonaron las posturas ideológicas que desde la caída de Pérez Jiménez les habían convertido en polos de alternativa electoral, y Carlos Andrés Pérez cambió la vieja chamarra socialdemócrata por un inadecuado frac neoliberal.

Desde que “El Caracazo” de 1989 mostró la enorme fractura abierta entre el país político y el país nacional, tres figuras han ocupado el escenario. Una de ellas, dominante, la de Hugo Chávez, supo explotar la frustración colectiva. Por un momento tuvo en sus manos las herramientas para reconstruir un cuadro político sano y el poder para reparar los daños causados por la desmoralización del estamento político a partir del auge dinerario de los años setenta. Una mezcla de inexperiencia y narcisismo en función de gobierno amplió el horizonte de sus ambiciones y redujo las dimensiones y sobre todo la profundidad de su liderazgo, al hacerlo dependiente de una estrategia de permanente soborno a las clases populares y al estamento militar. Sólo en caso de crisis extrema se podrá conocer la solidez de lealtades obtenidas por ese procedimiento. La imagen viril del sindicalista Carlos Ortega apareció en los primeros años del nuevo siglo como una alternativa capaz de polarizar el entusiasmo popular, pero no logró sobrevivir al golpe reaccionario conocido como “El Carmonazo”. Manuel Rosales brilló por unos meses en la campaña electoral del 2006, inmolándose en los pocos minutos de su aparición la noche de una derrota previamente anunciada por quien aparecía como su principal mentor, el ex ministro calderista Teodoro Petkoff.

Como en política no hay muertos, Rosales ha reaparecido como centro del bloque opositor en el episodio, realmente coyuntural, del próximo domingo, cuando Venezuela escogerá entre totalitarismo stalinista y democracia popular. Un aparato que tiene como núcleo la estructura adeca del Zulia -transformada hace años en aparato del gobernador Rosales-, crecida en la campaña presidencial del 2006 y conectada con importantes factores de poder, en especial mediáticos, le dan una ventaja momentánea que el político zuliano volverá a jugarse en otra azarosa noche de domingo, el próximo 2 de diciembre.

El desempeño en esas horas y días post-electorales será decisivo para posicionar liderazgos en el ánimo de la mayoría democrática, que ya se expresa como un 60% del electorado y sería más si en Venezuela fueran propicias las condiciones para manifestar abiertamente preferencias políticas. En ese período de alta sensibilidad inmediato a las votaciones debe crecerse la figura de Herman Escarrá, el constitucionalista que ha conjugado conexión con las masas, personalidad y valentía personal, para convertirse en el político predilecto de la oposición radical. Todo dependerá de la cobertura que le presten fundamentales medios de comunicación que ya juegan al futuro y parecen interesados en afincar otros liderazgos.

Para situarse en la primera línea de esta carrera, al general Raúl Baduel le bastó con denunciar de manera convincente la desviación totalitaria y anticonstitucional del régimen. Baduel se perfila como alternativa de liderazgo militar y popular frente a su antiguo camarada de conspiraciones a la sombra del samán, el teniente coronel Chávez Frías. La suposición de respaldo militar se fundamenta en hechos concretos que serían motivo de otra crónica. En cuanto a la resonancia popular, parece garantizada por el eficaz y combativo equipo de Podemos, que dimana influencia desde Sucre y Aragua, ejercida por dirigentes tan capaces como son Didalco Bolívar, Ismael García y Ramón Martínez. Éste último, gobernador de gran raigambre en Sucre, emergió en las últimas semanas como una figura nacional.

La dimensión real de Primero Justicia como partido mayor de la derecha democrática viene distorsionada por la confusa percepción de las elecciones presidenciales del 2006. Para ese momento Julio Borges apareció como el dirigente más robusto de una derecha débil, pero inmediatamente después se produjo la separación de los dos dirigentes carismáticos del partido, Leopoldo López y Gerardo Blyde, rumbo a Un Nuevo Tiempo, el partido de Rosales. Ni Borges ni su partido han hecho nada notorio desde entonces, de modo que sólo cabe registrar que luce menos débil que su competidor natural, el socialcristiano Copei, del cual tampoco es mucho lo que se conoce, salvo que Eduardo Fernández dio paso a dirigentes jóvenes como su secretario general, Luis Ignacio Planas. Se ve que no es la hora de la derecha.

La decadencia de Copei, quizás por falta de una razón de ser, está conectada a la debacle de Acción Democrática, partido del cual Copei había sido la contra-figura. Este colapso adeco empezó con el programa neo-liberal de Pérez en 1989, las rivalidades de sus micro-líderes para las elecciones de 1998, la estampida de esos mismos micro-líderes semanas antes de esas elecciones -negociaron su derrota con Miquilena-, la vergonzosa entrega del Congreso en 1999, la conchupancia con el chavismo manejada por Lewis Pérez en el 2000 y la dispersión del micro-liderazgo hacia destinos tan imprecisos que cuesta trabajo recordar en qué partido está ahora cada uno de esos jefezuelos.

La extensión en el caso adeco es necesaria. AD fue el partido que antes del chavismo atrajo por medio siglo la adhesión de las mayorías. Se derrumbó minado por la cobardía y la corrupción. Su caso ayuda a entender la manera como Chávez se ha impuesto, más por la debilidad moral de sus adversarios que por sus propias capacidades. De cualquier manera, la determinación y estoicismo conque Henry Ramos ha asumido la Secretaría General ha mantenido la vigencia del partido, el cual en las encuestas aparece con un 5% que debe ser muy sólido para mantenerse en medio de tantas decepciones y que es más de lo que tienen otros opositores, exceptuado Un Nuevo Tiempo, del cual debe decirse que tiene antecedentes básicamente adecos, comenzando por la militancia donde se formó su líder, Manuel Rosales.

Para el futuro destaca el político Leopoldo López y, diez años después en la escala etánea, el dirigente estudiantil Yon Goicoechea. López tiene su propio aparato y apenas pasados los treinta años ha almacenado una considerable experiencia. Goicoechea tiene sentido tanto de las limitaciones que supone su corta edad cuanto de las posibilidades que eso le supone, lo cual se puede resumir diciendo que tiene mucho más en su futuro que en su pasado. Más adelante se sabrá si son aliados o rivales, lo cual dependerá mucho de los intereses que les van rodeando.

Para el futuro inmediato, maduros para el liderazgo están Rosales, Escarrá y Baduel. Esto no significa ni permite ignorar a los demás dirigentes mencionados y alguno que se me haya quedado en el tintero. Precisamente, de la habilidad y, por qué no decirlo, de la grandeza que estos tres muestren en sus relaciones con los demás mencionados, dependerá mucho quién será el líder, quizás definitivo, de la democracia popular derivada de esta transición hacia un nuevo país que ha sido el chavismo con Chávez.

 *

  Artículo publicado originalmente en el semanario Zeta


© Copyright 2007 - WebArticulista.net - Todos los Derechos Reservados.