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Chávez se agota persiguiendo ilusiones
por Rafael Poleo
domingo, 24 junio 2007


Mientras preparábamos la nota consecutiva a la publicada ayer sobre los errores políticos del presidente Chávez, intentando interpretar por qué un político tan fino se ha conducido últimamente de manera tan torpe, el personaje le dio la patada a la lata anunciando que, a marcha forzada, todo el poder del Estado de dirigirá a establecer una Economía Socialista sin resquicios capitalistas. Este anuncio puede verse como una profundización de la conducta políticamente equivocada que le atribuimos al Presidente, o –así quiso él presentarla- como una absoluta seguridad en la solidez de su poder.

Es objetivamente difícil considerar sólida la posición de Chávez. La precariedad ha sido el signo de su gobierno desde el principio y a nueve años de ejercicio no hay signos de consolidación. Su tiempo, energías y recursos financieros se han desperdiciado en la conformación de un eje de poder latinoamericano hoy reducido a la modestísima adhesión, generosamente pagada, de tres gobiernos sin influencia ni peso: Nicaragua, Cuba y Bolivia.

Tratará de salvar cara alineándose con Rusia en un acuerdo prendido con alfileres muy costosos: la compra de unos submarinos que son lo último que necesita no sólo el país, sino la propia Fuerza Armada y hasta la Armada misma. Su partido político, que no camina sin dinero público, todavía está en formación y le plagan las rivalidades internas. La opinión de los militares adictos a su movimiento no ha cambiado desde que en mayo del año pasado se reunieron en San Antonio de Los Altos para criticar descarnadamente la manera como se gobierna. Esos militares, no Chávez, son quienes conocen a los actuales comandantes de batallón. Su equipo de gobierno es hoy mucho menos eficaz del que tenía hace un año, lo cual aumenta cruelmente la carga de trabajo que afecta inevitablemente su salud –clave de las posibilidades de este tipo de líderes centralizadores. Sus habilidades, sobradas frente a los políticos convencionales, son, según puede verse, insuficientes para enfrentar el movimiento libertario de los jóvenes a quienes la vanguardia estudiantil llevará indefectiblemente a una rebelión pacífica y por eso mismo más eficaz. Todo esto sobre un país que simplemente no funciona, cuyas finanzas públicas son una confusión indescifrable, su fuente de ingresos –PDVSA- ejemplo de corrupción y desorden, los servicios públicos no tienen mantenimiento ni planificación de desarrollo, la inseguridad ha creado una nueva arquitectura de búnkers familiares en los barrios populares, los alimentos no aparecen por más que el Presidente se desgañita llamándolos y las encuestas indican una lógica desafectación de la gente común cansada de promesas.

En estas condiciones, el anuncio de una Constitución que establezca la base jurídica de una economía socialista, es un auto-engaño para consolarse de su proyecto fracasado. Los personajes determinantes entre quienes acudieron al acto del Teresa Carreño serán los primeros en sabotearlo socarronamente. Los tres ministros designados para la comisión que preparará el texto transformador, presumiendo capacidades que sólo en el caso de Jorge Rodríguez han sido demostradas –en la construcción de andamiajes electorales- tienen suficiente carga con sus ministerios respectivos. Sus cansados brazos no llegarán adonde ese socialismo gramciano que Giordani mezcló en la tapara presidencial podría convertirse en una realidad tangible. La nueva ilusión es por lo menos tan irrealizable como la del eje de poder latinoamericano que iba a enfrentar a los Estados Unidos. Construir una economía socialista con los ministros Rodríguez, Iglesias y Rivero, corresponde a la idea de enfrentar a los Estados Unidos con los recursos de Nicaragua, Cuba y Bolivia.

Pero, además de la ilusión de un nuevo proyecto, en esta línea aparentemente dura que en realidad está quebrada, hay la impaciencia de ancianos que antes de morirse quieren ver su sueño realizado. Ya nos pasó con un cardenal que quiso radicalizar el curso natural de los hechos, provocando más bien la reversión de acontecimientos que estaban pautados en su propia naturaleza. Así como algunos generales del 2002 cedieron a la urgencia de quien se sabía al borde del sepulcro, Chávez tiene en las costillas esa espuela de un tirano consciente de que con él se disuelve su proyecto y que sólo transplantándolo a otro país puede prolongarlo más allá de su muerte.

En resumidas cuentas, Fidel ha convencido a Chávez de que fidelice a Venezuela antes de que él, Fidel, se muera, hecho que ocurrirá en cualquier momento dentro de los próximos dos años. La urgencia no es de Chávez, es de Fidel. Lamentablemente, el teniente coronel nunca supo actuar por su propia cabeza. Desde Barinas siempre hubo un mentor que quiso realizarse a través suyo. El sueño de Chávez no es de Chávez. Es del último que le habla. Hoy tiene en una oreja al perverso de Fidel Castro y en la otra al iluso de Giordani. Y así vamos, de ilusión en ilusión, mientras el país real se cae a pedazos.

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  Artículo publicado originalmente en el diario El Nuevo País


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