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Generales no aceptan modelo comunista
por Rafael Poleo
sábado, 21 julio 2007


Para entender qué pasa en Venezuela basta entender qué pasa en el ámbito militar. Allí se está decidiendo el destino de la república. Influencia diagonal en el proceso tiene la Iglesia Católica. Interesante referencia de futuro es el movimiento estudiantil. Pero la decisión está en manos de los militares, particularmente del generalato. Por eso y sólo por eso Venezuela no será un país comunista a la manera de Cuba. También por eso y sólo por eso Venezuela no volverá a ser la plutocracia (gobierno de los ricos) en que degeneró la democracia (gobierno de los ciudadanos) equilibrada cuyos cimientos, construidos entre 1958 y 1973 bajo la gestión y vigilancia de Rómulo Betancourt, fueron barridos por el tsunami dinerario de los años setenta.

Esta interpretación quedó confirmada a plenitud por el discurso conque el general Raúl Baduel entregó el Ministerio de la Defensa. Un discurso elevadamente político que informa al país lo que sobre el proceso político venezolano piensa el estamento militar.

Los militares no plantean por ahora de manera explícita lo que se debe hacer, pero sí dejan establecido lo que no se hará en el nuevo país que se trata de levantar sobre los restos de la Cuarta República. Dos caminos hay que el discurso de Baduel deja cerrados. Uno es el de retorno a los vicios que minaron la Cuarta República en su degenerada etapa final. El otro es el de un comunismo que de alguna manera se parezca al horror fidelista.

Frente a eso se propone “un modelo (…) propio y autóctono de socialismo que esté de acuerdo con nuestro contexto histórico, social, cultural y político”. Apartemos el horror por la palabra socialismo, que el molino de la Historia ha desmenuzado hasta convertirla en sugerencia de preocupación puesta en la sociedad más que en el individuo. Lo importante es la necesidad de crear un modelo propio, que viene impuesta por nuestra atípica condición de país productor de energía y la delicada situación política que esta realidad crea -explicarlo sería motivo de otra crónica. Esta realidad práctica, ajena a doctrinas, la han ignorado en el pasado inmediato tanto los neo-liberales que sobre el carro de Acción Democrática asaltaron el poder con Carlos Andrés Pérez en 1989, como esa emulsión de comunistas y fascistas que Hugo Chávez ha reunido para lo que a fin de cuentas se presenta no como un modelo de cambio hacia una sociedad justa sino como una coartada intelectual para satisfacer una desmedida necesidad de poder personal.

Lo que se debe hacer queda planteado por contraste. Baduel no lo dice, pero lo induce. Se trata de algo diferente de lo propuesto por Chávez. Éste no ha dado su definición de socialismo porque quiere irla dando de acuerdo a su proyecto de poder personal. Baduel le recuerda que “un régimen de producción socialista no es incompatible con un sistema político profundamente democrático, con contrapesos y división de poderes”. Está claro que Chávez no acepta contrapesos a su voluntad ni división de poderes que quiere todos en sus manos.

El cuidadoso discurso del vocero militar destruye el modelo de Chávez en el vital aspecto práctico de la producción y en el aspecto ético de la construcción de un país socialmente fuerte. En el aspecto práctico, el más práctico, la comida, elude discusiones innecesarias sobre el modelo cubano, que para Chávez es un fetiche, y va al modelo de producción donde Fidel Castro copió el suyo: la Unión Soviética. Entre los defectos del llamado “socialismo real” señala que “no pudo generar la riqueza necesaria para mantener confortablemente a su pueblo”… “llegó a depender de las importaciones de trigo precisamente provenientes de su archienemigo durante la Guerra Fría, los EEUU de Norte América, para poder alimentar a su población”. Luego viene la advertencia por analogía: “La política de nacionalización total de todas las empresas agrícolas, industriales y comerciales, crea entre el Gobierno y la población graves malentendidos y un descontento que desembocan en la anarquía, el hambre y la rebelión anticomunista”.

La objeción ética expresada por el estamento militar a través del general Baduel se refiere al que, junto con la división creada entre los venezolanos, pudiera ser el mayor y menos reversible daño que por razones de política inmediata se le están haciendo a la nación. Ese mal tiene raíces centenarias, pero se ha profundizado en estos últimos años al punto de convertirse en un perverso patrón de relaciones entre el Gobierno y la sociedad, un sistema que conduce a la brutalización y corrupción del ciudadano común. Es la dependencia directa que se ha implantado entre el ciudadano y el poder oficial. La descripción de la Cuarta República a partir del “boom” petrolero de los años setenta hecha por Baduel para exigir un cambio de conducta, resulta un retrato minimizado de lo que hoy ocurre: “En vez de enseñarle a los venezolanos cómo generar riqueza a través del trabajo y el esfuerzo, se les enseñó a pedir ayuda al gobierno de turno. Cuando el “boom” petrolero terminó, el Estado se encontró súbitamente sin los fondos para continuar subsidiando la economía nacional. Fue entonces cuando el país se sumergió en la crisis…”. Es “la mala costumbre del pasado de enseñarle derechos al pueblo, pero no deberes”.

Concluyamos esta crónica sosteniendo que a través de Baduel se ha expresado la gran mayoría de los generales y que su pensamiento coincide con el de la oficialidad media. Hugo Chávez no lo ignora. Cómo procederá a partir de esta realidad determinante será el tema de nuestra crónica mañana domingo.
 

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  Artículo publicado originalmente en el diario El Nuevo País


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