Para
entender qué pasa en Venezuela basta entender qué pasa en el
ámbito militar. Allí se está decidiendo el destino de la
república. Influencia diagonal en el proceso tiene la
Iglesia Católica. Interesante referencia de futuro es el
movimiento estudiantil. Pero la decisión está en manos de
los militares, particularmente del generalato. Por eso y
sólo por eso Venezuela no será un país comunista a la manera
de Cuba. También por eso y sólo por eso Venezuela no volverá
a ser la plutocracia (gobierno de los ricos) en que degeneró
la democracia (gobierno de los ciudadanos) equilibrada cuyos
cimientos, construidos entre 1958 y 1973 bajo la gestión y
vigilancia de Rómulo Betancourt, fueron barridos por el
tsunami dinerario de los años setenta.
Esta interpretación quedó confirmada a plenitud por el
discurso conque el general Raúl Baduel entregó el Ministerio
de la Defensa. Un discurso elevadamente político que informa
al país lo que sobre el proceso político venezolano piensa
el estamento militar.
Los militares no plantean por ahora de manera explícita lo
que se debe hacer, pero sí dejan establecido lo que no se
hará en el nuevo país que se trata de levantar sobre los
restos de la Cuarta República. Dos caminos hay que el
discurso de Baduel deja cerrados. Uno es el de retorno a los
vicios que minaron la Cuarta República en su degenerada
etapa final. El otro es el de un comunismo que de alguna
manera se parezca al horror fidelista.
Frente a eso se propone “un modelo (…) propio y autóctono de
socialismo que esté de acuerdo con nuestro contexto
histórico, social, cultural y político”. Apartemos el horror
por la palabra socialismo, que el molino de la Historia ha
desmenuzado hasta convertirla en sugerencia de preocupación
puesta en la sociedad más que en el individuo. Lo importante
es la necesidad de crear un modelo propio, que viene
impuesta por nuestra atípica condición de país productor de
energía y la delicada situación política que esta realidad
crea -explicarlo sería motivo de otra crónica. Esta realidad
práctica, ajena a doctrinas, la han ignorado en el pasado
inmediato tanto los neo-liberales que sobre el carro de
Acción Democrática asaltaron el poder con Carlos Andrés
Pérez en 1989, como esa emulsión de comunistas y fascistas
que Hugo Chávez ha reunido para lo que a fin de cuentas se
presenta no como un modelo de cambio hacia una sociedad
justa sino como una coartada intelectual para satisfacer una
desmedida necesidad de poder personal.
Lo que se debe hacer queda planteado por contraste. Baduel
no lo dice, pero lo induce. Se trata de algo diferente de lo
propuesto por Chávez. Éste no ha dado su definición de
socialismo porque quiere irla dando de acuerdo a su proyecto
de poder personal. Baduel le recuerda que “un régimen de
producción socialista no es incompatible con un sistema
político profundamente democrático, con contrapesos y
división de poderes”. Está claro que Chávez no acepta
contrapesos a su voluntad ni división de poderes que quiere
todos en sus manos.
El cuidadoso discurso del vocero militar destruye el modelo
de Chávez en el vital aspecto práctico de la producción y en
el aspecto ético de la construcción de un país socialmente
fuerte. En el aspecto práctico, el más práctico, la comida,
elude discusiones innecesarias sobre el modelo cubano, que
para Chávez es un fetiche, y va al modelo de producción
donde Fidel Castro copió el suyo: la Unión Soviética. Entre
los defectos del llamado “socialismo real” señala que “no
pudo generar la riqueza necesaria para mantener
confortablemente a su pueblo”… “llegó a depender de las
importaciones de trigo precisamente provenientes de su
archienemigo durante la Guerra Fría, los EEUU de Norte
América, para poder alimentar a su población”. Luego viene
la advertencia por analogía: “La política de nacionalización
total de todas las empresas agrícolas, industriales y
comerciales, crea entre el Gobierno y la población graves
malentendidos y un descontento que desembocan en la
anarquía, el hambre y la rebelión anticomunista”.
La objeción ética expresada por el estamento militar a
través del general Baduel se refiere al que, junto con la
división creada entre los venezolanos, pudiera ser el mayor
y menos reversible daño que por razones de política
inmediata se le están haciendo a la nación. Ese mal tiene
raíces centenarias, pero se ha profundizado en estos últimos
años al punto de convertirse en un perverso patrón de
relaciones entre el Gobierno y la sociedad, un sistema que
conduce a la brutalización y corrupción del ciudadano común.
Es la dependencia directa que se ha implantado entre el
ciudadano y el poder oficial. La descripción de la Cuarta
República a partir del “boom” petrolero de los años setenta
hecha por Baduel para exigir un cambio de conducta, resulta
un retrato minimizado de lo que hoy ocurre: “En vez de
enseñarle a los venezolanos cómo generar riqueza a través
del trabajo y el esfuerzo, se les enseñó a pedir ayuda al
gobierno de turno. Cuando el “boom” petrolero terminó, el
Estado se encontró súbitamente sin los fondos para continuar
subsidiando la economía nacional. Fue entonces cuando el
país se sumergió en la crisis…”. Es “la mala costumbre del
pasado de enseñarle derechos al pueblo, pero no deberes”.
Concluyamos esta crónica sosteniendo que a través de Baduel
se ha expresado la gran mayoría de los generales y que su
pensamiento coincide con el de la oficialidad media. Hugo
Chávez no lo ignora. Cómo procederá a partir de esta
realidad determinante será el tema de nuestra crónica mañana
domingo.
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Artículo publicado originalmente en el diario El
Nuevo País |