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Los disidentes
por Rafael Poleo
viernes, 16 febrero 2007


La figura más importante del cambio de siglo que como quien pasa un páramo acabamos de vivir, es, qué duda cabe, el comandante Chávez. Pero el personaje más interesante es José Vicente Rangel, el hombre que a Chávez lo sostuvo en el poder adonde le había llevado Miquilena y ahora le adversa sutilmente. “Salgo del gobierno pero no de la revolución”, dice Rangel, y hay quien para su coleto lo traduce como “No hay peor astilla que la de mismo palo”.

Otro personaje de la izquierda, menos notorio pero no menos interesante, a quien he seguido en este último cuarto de siglo, es Domingo Maza Zavala. También él se va del gobierno. Chávez le ha echado por cuestionador, como a Rangel. Ese tipo de líder no tolera puntos de vista diferentes del suyo. Menos cuando los insomnios han hecho su trabajo letal en el sistema nervioso y la fatiga neurológica se manifiesta en esa irritabilidad característica de la fase final. Entonces se acaba el tiempo de los Rangel y de los Maza y llega el de los Maduro y los Carreño. Siempre es así.

A diferencia de Rangel, con quien mucho he tratado, y además claro y profundo, con Maza si acaso habré intercambiado un saludo. Esto no impidió que coincidiéramos como lo hicimos en tiempos de Lusinchi, cuando criticábamos cosas como las cuentas públicas. Era cuando este cronista, que puede ser realmente detestable, le decía al presidente que con su calculadora Casio de bolsillo del tamaño de una tarjeta de crédito y accionada por energía lumínica, era capaz de calcular ingresos y egresos mejor que las computadoras del ministerio de Finanzas. ¿Se puede ser más desagradable con un amigo a quien se quiere mucho? Pero es que yo al déficit y al endeudamiento -su secuela- tengo razones para detestarlos, siendo la primera de ellas que ahí si es verdad que se jodió la soberanía, sea nacional o personal. En eso coincidí con autoridades como Pérez Alfonzo y Maza Zavala... Hasta el día de hoy. Al final, Jaime tuvo que decir “La Banca me engañó”. Por supuesto, no fue la Banca ni fue la Blanca. Fueron sus estrategas financieros. Lo cual no le impidió a Jaime Lusinchi ser el mejor presidente que nos dio esa generación.

A Chávez, Maza le ha venido diciendo las cosas que un muchacho malcriado por su abuela, un autócrata que de Economía y Finanzas no sabe ni esto, definitivamente no quiere oír. Cosas elementales, por lo demás. Maza lo que ha venido es recordándole a Chávez que las deudas generan intereses, que los intereses comprometen el presupuesto y lo hacen deficitario y eso obliga a tomar más deuda en una espiral que -esto no lo dijo Maza, pero es así y va implícito- por ahí y no por otro agujero se han ido hegemonías tan poderosas como las de Perón y Pérez Jiménez y la que por cuarenta años formaron Acción Democrática y Copei.

Pero a ustedes, que en muchos aspectos son igualitos a Chávez, no les interesan ni la Economía ni las Finanzas -por eso estamos como estamos. El chisme es Rangel. Vayamos al tema, tratando de dignificarlo. Ante todo, sépase que a José Vicente, Chávez lo botó. Lo dijo el propio, en una entrevista con Díaz Rangel -hecha al alimón, porque ellos son uña y sucio. José Vicente cuenta que el presidente le comunicó “la conveniencia de tener una vicepresidencia más operativa, más involucrada en los nuevos proyectos”. Estos nuevos proyectos no son sino uno solo: la consolidación de un poder total en el cual refocilarse, un poder que anule no sólo a la Oposición, que esa ya se la anuló, apendejizándola, el propio José Vicente, sino a los factores internos: esos gobernadorcitos militares, gallinas que cuando Hugo sale a cumplir su obligación de componer el mundo aprovechan para cantar como gallos. Y a una que otra gallina brava de verdad, como Iris y Lina Ron.

José Vicente dice que con ese concepto del poder él no está de acuerdo, y tiene las bolas de advertirle a Chávez que por ese camino terminará siendo un dictador más, sueños al carajo. Pero no me lean a mí, lean a José Vicente: “...Chávez está por encima de las instituciones porque encarna al pueblo, y eso es inquietante porque si Chávez no controla ese poder puede derivar en lo que llaman sus adversarios, y yo no creo que haya dictadores democráticos”. Está clarito. El destino ha puesto en manos de Chávez el poder total con coartada y todo (eso de que si se encarna al pueblo, o si uno está armado y dice que lo encarna, puede hacer con un país lo que le salga del forro). José Vicente le exige a Hugo nada menos que sentido filosófico para administrar ese poder. Demasiado pedir.

Hasta subversivo se pone el doctor Rangel, siempre sobre este punto de objetar el poder total, cuando dice que “muchas veces lo que Chávez dice no se cumple...”, y se refiere a la frase presidencial de que “el nuevo liderazgo tiene que surgir de las entrañas de las bases”. No aclara si la palabra presidencial no se cumple por obra de terceros o porque Chávez dice una cosa y hace otra. En este caso tiene que ser porque Chávez no cumple su palabra, porque quien impide que los liderazgos salgan de la base es él, cuando a dedo designa peleles suyos en cargos supuestos a garantizar los derechos establecidos en la Constitución -Rangel, puesto en provocador, habla también de ellos-, incluyendo una Asamblea Nacional presidida por una señora que, como he dicho por ahí, no inventó la adulancia, la cual en situaciones como la actual es verdolaga. Tentación totalitaria que hace su clímax cuando el ciudadano presidente amenaza defenestrar a los gobernadores chavistas, sólo porque esos capitancitos como que creen que es verdad esa quimera de la descentralización. O jalan como cilios o ya verán ellos.

Cuando Chávez se esnuque, alguien dirá que su caída empezó cuando se le fue José Vicente. Tan propio sería decir cuando se le fue Maza Zavala. Porque también se va quien provoca que lo boten, como estos dos personajes que le dijeron la verdad a un jefe engreído y fatigado. Pero no es eso. La degeneración del chavismo en fascismo está en la naturaleza de las cosas y en la naturaleza de la bestia -como se decía antes, cuando la gente pensaba mejor. El proyecto siempre fue inviable y Chávez nunca tuvo ni sentido filosófico ni personalidad para aceptar que se equivoca y corregir el rumbo. No sólo es el muchacho latinoamericano con la cabeza llena de basura que tantas veces he dicho para enfurecer a las señoras, mis amigas, que hasta votaron por él en el 98 y ahora, con la misma ausencia de sindéresis, se desahogan llamándolo asesino, olvidando que la democracia mató a la gente en bruto. Entre la basura que Hugo tiene en la cabeza hay la pretensión, por lo demás corriente, de creerse parte de esa especie horrible y destructiva de los predestinados, a quienes el Diablo guarde en el Infierno. De allí a la personalidad delirante no hay sino un brinquito. Por cierto, me han dicho que Jorge Rodríguez no es mal psiquiatra. Y está al laíto.
 

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  Artículo publicado originalmente en el semanario Zeta


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