Será
por cumplir con la conciencia histórica que José Vicente
Rangel, Caballero de Luces y Sombras –que así se pudiera
llamar su biografía-, lanzó una iniciativa tan a contrapelo
de la realidad como esa de la reconciliación nacional. Como
en el Medio Oriente, al cual tanto, por desgracia, Venezuela
se parece, aquí es mucho el zángano que vive del odio. No es
que el resto del mundo no sea así. El bicho humano es maluco
en todas partes. Pero las sociedades que funcionan son
aquellas donde los conflictos llegan a equilibrarse y ese
equilibrio, como el de un móvil de Calder de esos que
cuelgan en el techo del Aula Magna, hace funcional a una
sociedad y da alguna belleza a la existencia.
No podía sorprendernos que Pedro Carreño rechazara
cualquier posibilidad de reconciliación. Nuestro respetado
ministro del interior, la justicia, las notarías y los
registros –por su estado lo conocerás-, se ha distinguido
por su peculiar manera de percibir la realidad. Para él
Montesinos ha muerto y a través de Direct TV el Imperio nos
vigila hasta en la intimidad del lecho. En sus cuentas,
Catia y Caicagüita son más seguros que Chacao. ¿Qué quieres
que te diga? Así no se puede discutir. O Hugo está cada día
más tostao, o su plan es aún más tenebroso de lo imaginable,
o es que ya no encuentra quien trabaje con él –ojo: creo
esto último.
Buscándole, por deber de buscarlo, algo de
conceptual, lo planteado por el ministro Carreño es que al
rechazar como fue rechazada la Reforma Constitucional, aquí
no hay reconciliación. ¿Qué tal? La reconciliación según
Carreño no será posible hasta “cuando el pueblo venezolano
tenga salud, los padres y las madres tengan vivienda y todos
podamos gozar de seguridad social”. Es como decir cuando el
chavismo pase. ¿Acaso la salud, la vivienda y la seguridad
social no las tenemos porque la Constitución actual no lo
permite? ¿No será porque ustedes son la madre de la
incapacidad y la corrupción, como el propio Presidente se
los dice cada vez que ustedes le sacan la piedra? Su
discurso, ministro Carreño, está clarito: Como el país no me
acepta la Presidencia Perpetua, esto se jodió. No hay
reconciliación. ¿Con quién no la hay? Pues con esa mayoría
de grandes carajos llamados los venezolanos, quienes ahora
deberán llevar palo por ese culo, como dice la canción
chavista que uno escucha por ahí por esas calles, aplicado
por el Gobierno en nombre del 48% -que todos sabemos fue
mucho menos. Si hasta ahora no hubo respeto por las
minorías, desde ahora no lo hay por las mayorías. Mayoría o
minoría, nosotros mandamos porque pa’eso tenemos el apoyo de
las cuatro mierdas. Cada vez se dibuja con mayor claridad la
naturaleza de un régimen salvaje donde el poder se ejerce
con la ética del atracador. ¡Coño, José Vicente: Menos mal
que te fuiste o te botaron! Después de Anita, eso es lo
mejor que te ha pasado en tu vida.
Quién sí me ha sorprendido es Müller Rojas. Ni
torpe, ni inculto, ni jalabolas, el
general comunista considera la reconciliación impracticable
porque la confrontación está aquí desde la Colonia. Ese
argumento es frágil. Lo mismo pudiera decir desde Adán y
Eva. Las cosas están mal hasta que se componen así como
están bien hasta que llega un loco o un canalla y las echa a
perder. Los venezolanos tenían paludismo y anquilostomos
desde antes de la Colonia –aquí los indios eran unos
piojosos errantes no por una inferioridad esencial
comparados con incas o con chibchas, sino porque las
endemias no les dejaban vida. El paludismo se acabó cuando
Gabaldón se puso a fumigar con el DDT llegado del Imperio, y
la anquilostomiasis cuando Benarroche fabricó zapatos
baratos y así nos pudimos quitar las alpargatas.
Acepto que acabar con la mezquindad y con esa
feminoide vocación de intriga de nuestros dirigentes es más
difícil que matar mosquitos y calzarse como la gente. Si no
se puede conciliar al Gobierno por un lado y a la Oposición
por el otro, ¿cómo se va a conciliar al Gobierno con la
Oposición? Ahí tiene usted a todo el mundo en el Gobierno
tratando de cargarse a Diosdado Cabello porque según dicen
ha hecho real. Pero, ¿es él solo? ¿O quieren que publiquemos
el informe sobre Barinas que el PPT guarda como su arma
bacteriológica, que por eso ni con el pétalo? Igual pueden
ver como Rosales, -dicen que aconsejado por Petkoff, y estoy
por creerlo- se porta como un vulgar Julio Borges cuando se
ocupa más de marginar a Baduel y a Escarrá que de vencer a
Chávez. Todo son negocios. Müller Rojas no se ocupa de eso
porque él es medio hippie, pero aquí lo que hay es negocios
como nunca se ha visto. Su visión no va más allá de los
libros, que esa sí es verdad que es una visión limitada –y
miren que lo dice un hombre de libros, bibliófilo y lector.
Müller lo mira todo con su cristal marxista, con esa
necesidad de creer en algo que a su edad ya debería ser
etapa superada en su desarrollo de intelectual. Adherir a
Marx íntegramente porque jerarquizó intelectualmente la
economía es tan superficial como adherir íntegramente a
Freud porque jerarquizó médica y socialmente la importancia
del sexo. Las clases existen y se enfrentan, pero se ha
demostrado que el problema fundamental, que es la necesidad
de alimentar el cuerpo y el espíritu, no se resuelve cuando
una clase impone su dictadura. Lo cual ni siquiera es el
caso venezolano, porque el chavismo ya es una plutocracia,
¿o quieres que te cuente?
Aquí se ha glorificado al político y se ha
disminuido al estadista. A fin de cuentas, el político no es
sino un traficante de personas que cuando te da una palmada
en la espalda te está sellando un endoso. El hombre de
Estado es otra cosa. Müller lo sabe, pero se le olvida.
Cuando comparte con Carreño eso de que a la mayoría hay que
joderla cuando no está de acuerdo con el Gobierno y eso de
hacer un país viene después, se homologa con algunas señoras
que quisieran extirpar el chavismo con Baigon. Los chavistas
existen y no podemos comérnoslos, les digo. Hay que convivir
con ellos, llegar a un plataforma mínima común y trabajar
sobre ella. ¿Cuándo? Ahora lo proponen estadistas como José
Vicente. Si no, será cuando los chavistas sean derrotados,
que puede ser en el 2012, o antes, si siguen haciendo
estupideces. Si no, será vivir como los musulmanes, que no
tienen tiempo de matarnos porque están ocupados matándose
entre ellos. ¿Quién propicia esa matazón? El Imperio, que
existe y es maluco así como los musulmanes son unos
fanáticos que se dejan manejar por quienes les estimulan las
pasiones.
El chavismo, Alberto (Müller Rojas), llegó para
quedarse. Si te cuidas la salud, podrás verlo. Pero no hará
la tal revolución, ni leches. Lo chavistas podrán, sí, y ya
lo hacen aunque no saben hacerlo porque son muy carreños,
representar intereses populares que fueron abandonados por
los políticos de “La Cuarta”, quienes sí es verdad que se
conchabaron con los ricos y ahí fue donde se jodió la vaina.
De eso puede salir la interacción de fuerzas sociales que,
convertida en un factor dinámico, dando un paso con la
pierna izquierda y otro con la derecha, pues que no somos
mochos, hacer un país vivible en este campamento minero que
nos legaron los libertadores. No nos queda otra.
Nota: Ver
declaraciones del ministro Pedro Carreño en la prensa del
miércoles 12 y entrevista a Alberto Müller Rojas en El
Nuevo País del jueves 13.
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Artículo publicado originalmente en el semanario Zeta |