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Conciliar o fracasar
por Rafael Poleo
viernes, 14 diciembre 2007


Será por cumplir con la conciencia histórica que José Vicente Rangel, Caballero de Luces y Sombras –que así se pudiera llamar su biografía-, lanzó una iniciativa tan a contrapelo de la realidad como esa de la reconciliación nacional. Como en el Medio Oriente, al cual tanto, por desgracia, Venezuela se parece, aquí es mucho el zángano que vive del odio. No es que el resto del mundo no sea así. El bicho humano es maluco en todas partes. Pero las sociedades que funcionan son aquellas donde los conflictos llegan a equilibrarse y ese equilibrio, como el de un móvil de Calder de esos que cuelgan en el techo del Aula Magna, hace funcional a una sociedad y da alguna belleza a la existencia.

         No podía sorprendernos que Pedro Carreño rechazara cualquier posibilidad de reconciliación. Nuestro respetado ministro del interior, la justicia, las notarías y los registros –por su estado lo conocerás-, se ha distinguido por su peculiar manera de percibir la realidad. Para él Montesinos ha muerto y a través de Direct TV el Imperio nos vigila hasta en la intimidad del lecho. En sus cuentas, Catia y Caicagüita son más seguros que Chacao. ¿Qué quieres que te diga? Así no se puede discutir. O Hugo está cada día más tostao, o su plan es aún más tenebroso de lo imaginable, o es que ya no encuentra quien trabaje con él –ojo: creo esto último.

         Buscándole, por deber de buscarlo, algo de conceptual, lo planteado por el ministro Carreño es que al rechazar como fue rechazada la Reforma Constitucional, aquí no hay reconciliación. ¿Qué tal? La reconciliación según Carreño no será posible hasta “cuando el pueblo venezolano tenga salud, los padres y las madres tengan vivienda y todos podamos gozar de seguridad social”. Es como decir cuando el chavismo pase. ¿Acaso la salud, la vivienda y la seguridad social no las tenemos porque la Constitución actual no lo permite? ¿No será porque ustedes son la madre de la incapacidad y la corrupción, como el propio Presidente se los dice cada vez que ustedes le sacan la piedra? Su discurso, ministro Carreño, está clarito: Como el país no me acepta la Presidencia Perpetua, esto se jodió. No hay reconciliación. ¿Con quién no la hay? Pues con esa mayoría de grandes carajos llamados los venezolanos, quienes ahora deberán llevar palo por ese culo, como dice la canción chavista que uno escucha por ahí por esas calles, aplicado por el Gobierno en nombre del 48% -que todos sabemos fue mucho menos. Si hasta ahora no hubo respeto por las minorías, desde ahora no lo hay por las mayorías. Mayoría o minoría, nosotros mandamos porque pa’eso tenemos el apoyo de las cuatro mierdas. Cada vez se dibuja con mayor claridad la naturaleza de un régimen salvaje donde el poder se ejerce con la ética del atracador. ¡Coño, José Vicente: Menos mal que te fuiste o te botaron! Después de Anita, eso es lo mejor que te ha pasado en tu vida.

         Quién sí me ha sorprendido es Müller Rojas. Ni torpe, ni inculto, ni jalabolas, el general comunista considera la reconciliación impracticable porque la confrontación está aquí desde la Colonia. Ese argumento es frágil. Lo mismo pudiera decir desde Adán y Eva. Las cosas están mal hasta que se componen así como están bien hasta que llega un loco o un canalla y las echa a perder. Los venezolanos tenían paludismo y anquilostomos desde antes de la Colonia –aquí los indios eran unos piojosos errantes no por una inferioridad esencial comparados con incas o con chibchas, sino porque las endemias no les dejaban vida. El paludismo se acabó cuando Gabaldón se puso a fumigar con el DDT llegado del Imperio, y la anquilostomiasis cuando Benarroche fabricó zapatos baratos y así nos pudimos quitar las alpargatas.

         Acepto que acabar con la mezquindad y con esa feminoide vocación de intriga de nuestros dirigentes es más difícil que matar mosquitos y calzarse como la gente. Si no se puede conciliar al Gobierno por un lado y a la Oposición por el otro, ¿cómo se va a conciliar al Gobierno con la Oposición? Ahí tiene usted a todo el mundo en el Gobierno tratando de cargarse a Diosdado Cabello porque según dicen ha hecho real. Pero, ¿es él solo? ¿O quieren que publiquemos el informe sobre Barinas que el PPT guarda como su arma bacteriológica, que por eso ni con el pétalo? Igual pueden ver como Rosales, -dicen que aconsejado por Petkoff, y estoy por creerlo- se porta como un vulgar Julio Borges cuando se ocupa más de marginar a Baduel y a Escarrá que de vencer a Chávez. Todo son negocios. Müller Rojas no se ocupa de eso porque él es medio hippie, pero aquí lo que hay es negocios como nunca se ha visto. Su visión no va más allá de los libros, que esa sí es verdad que es una visión  limitada –y miren que lo dice un hombre de libros, bibliófilo y lector. Müller lo mira todo con su cristal marxista, con esa necesidad de creer en algo que a su edad ya debería ser etapa superada en su desarrollo de intelectual. Adherir a Marx íntegramente porque jerarquizó intelectualmente la economía es tan superficial como adherir íntegramente a Freud porque jerarquizó médica y socialmente la importancia del sexo. Las clases existen y se enfrentan, pero se ha demostrado que el problema fundamental, que es la necesidad de alimentar el cuerpo y el espíritu, no se resuelve cuando una clase impone su dictadura. Lo cual ni siquiera es el caso venezolano, porque el chavismo ya es una plutocracia, ¿o quieres que te cuente?

         Aquí se ha glorificado al político y se ha disminuido al estadista. A fin de cuentas, el político no es sino un traficante de personas que cuando te da una palmada en la espalda te está sellando un endoso. El hombre de Estado es otra cosa. Müller lo sabe, pero se le olvida. Cuando comparte con Carreño eso de que a la mayoría hay que joderla cuando no está de acuerdo con el Gobierno y eso de hacer un país viene después, se homologa con algunas señoras que quisieran extirpar el chavismo con Baigon. Los chavistas existen y no podemos comérnoslos, les digo. Hay que convivir con ellos, llegar a un plataforma mínima común y trabajar sobre ella. ¿Cuándo? Ahora lo proponen estadistas como José Vicente. Si no, será cuando los chavistas sean derrotados, que puede ser en el 2012, o antes, si siguen haciendo estupideces. Si no, será vivir como  los musulmanes, que no tienen tiempo de matarnos porque están ocupados matándose entre ellos. ¿Quién propicia esa matazón? El Imperio, que existe y es maluco así como los musulmanes son unos fanáticos que se dejan manejar por quienes les estimulan las pasiones.

         El chavismo, Alberto (Müller Rojas), llegó para quedarse. Si te cuidas la salud, podrás verlo. Pero no hará la tal revolución, ni leches. Lo chavistas podrán, sí, y ya lo hacen aunque no saben hacerlo porque son muy carreños, representar intereses populares que fueron abandonados por los políticos de “La Cuarta”, quienes sí es verdad que se conchabaron con los ricos y ahí fue donde se jodió la vaina. De eso puede salir la interacción de fuerzas sociales que, convertida en un factor dinámico, dando un paso con la pierna izquierda y otro con la derecha, pues que no somos mochos, hacer un país vivible en este campamento minero que nos legaron los libertadores. No nos queda otra.

 

Nota: Ver declaraciones del ministro Pedro Carreño en la prensa del miércoles 12 y entrevista a Alberto Müller Rojas en El Nuevo País del jueves 13.

 

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  Artículo publicado originalmente en el semanario Zeta


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