Cuando
supo la caída de Puerto Cabello, el general Miranda dijo:
“La république est blessée au coeur”. Solamente su idioma
adoptivo, la lengua universal de los humanistas de su
tiempo, era eficaz para expresar la magnitud de la
desgracia: la república estaba herida en el corazón.
La alianza estratégica de Estados Unidos y Brasil hiere en
el corazón a Venezuela, comprometiendo seriamente nuestra
posibilidad de construir un país civilizado en este
campamento minero que nos legaron los libertadores. No
podemos culpar a nadie. Todo es producto de nuestra torpeza,
de nuestra irracionalidad, de nuestro barato ideologismo –a
veces neo-liberal y a veces socialista sin llegar a ser cosa
alguna.
Lo del estanol es cierto, y funciona, como suelen funcionar
los planes concebidos en los países donde los dirigentes
piensan con la cabeza, obviedad que no todo el mundo cumple.
El Brasil, gobernado por una casta de origen portugués –es
decir, disciplinada, trabajadora y tenaz-, ya mueve con
etanol casi un 80% de su parque automotriz. Estados Unidos
hará lo mismo y el resto del mundo le seguirá. No será
alcohol producido con caña y maíz que faltarían para la
alimentación, sino nuevas variedades cerealeras creadas al
efecto por una cosa que llaman tecnología, despreciada en
países enamorados de la pobreza.
Era ingenuo pensar que Estados organizados, independientes
de la voluntad de revolucionarios sin preparación para el
manejo de su destino, se someterían a la voluntad de
Venezuela sólo porque aquí hay petróleo y allá no. Brasil es
desde hace tiempo un país hecho y derecho. En cuanto a
Estados Unidos, es la única potencia real del planeta y lo
será por algunas generaciones más, porque los imperios caen,
pero a velocidad imperceptible salvo cuando lo leemos en los
textos de Historia. Mientras nuestro presidente recorría el
mundo repartiendo los recursos de la república como quien
reparte caramelos en Carnaval y nuestra improvisada
diplomacia pagaba a los malentretenidos de por ahí para que
armaran manifestaciones inocuas, el gran país del Norte y el
gran país del Sur armaban una alianza que deja a todos con
los ojos claros y sin vista.
La pretensión de ocultar el sol con un dedo montando
espectáculos patéticos como el de nuestro presidente en
Buenos Aires, añade un tono trágico a esta dolorosa
desigualdad aptitudinal ya no entre los gobernantes de
Estados Unidos y Venezuela, sino entre éstos y los del
Brasil, país que al abrirse el mercado americano se va “por
el pico e’la botella”, como decían nuestros mayores en el
Llano. Ese mercado americano es lo determinante en la
economía mudial. Si Estados Unidos obstruye el ingreso de
manufacturas baratas de China y productos sofisticados de
Europa, el yuan y el euro se van a la porra. Estados Unidos
no lo hace porque la interdependencia de la economía mundial
es una realidad más alla de las ideologías, cosa que no
pretendo explicar a nuestros gobernantes ni creo que ellos
estén en disposición de considerar.
Herida en el corazón la V República, llega el momento en que
diga, siempre a contracorreinte, que no soy anti-chavista.
Esta no es la única oportundad que hemos perdido. Antes
desperdiciamos las del auge petrolero que coincidió con los
gobiernos de Pérez I y Herrera. En aquellos casos no hubo
quien se los dijera con viril claridad a los presidentes
–salvo excepciones como la de Pérez Alfonzo. ¿Habrá en el
chavismo alguien con personalidad para decirle al Presidente
que está equivocado, a ver si todavía tenemos tiempo de
salvar esta república herida en el corazón?
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Artículo publicado originalmente en el diario El
Nuevo País |