Cuando
esto pase, que pasará, puede que nos quede algo de
maduración, un pelo de criterio. De momento estamos
revisando mitos. Eso es bueno, aunque lo hagamos torpemente,
que es como los venezolanos hacemos las cosas -por ejemplo,
esta revolución.
Una torpeza es revisar el mito de Bolívar destruyendo su
realidad. Bolívar no necesita mito para ser enorme. Mala
suerte si Chávez lo secuestró para convertirlo en masa de su
propio mito. Lo cierto es que Bolívar era anti-chavista. Sus
últimos diez años fueron un solo lamentar que a este país lo
destruiría lo que él llamó "la pardocracia"; o sea, el
gobierno de tipos como Chávez. Tanto temía al chavismo, que
mientras a Santander, héroe de laboratorio, lo perdonó
cuando Urdaneta lo tenía listo para la parrilla, al bachaco
Piar, un jabao (mulato de pelo claro ensortijado), lo fusiló
tras un juicio sumario.
Esto tampoco quiere decir que Bolívar fuera racista o anti-popular.
Muy por el contrario. Mal podía serlo cuando él mismo era
amulatado. Es que vio el peligro de las exclusiones que
realmente se asentaron con Páez. Lo ilustra aquel episodio
en Bogotá, cuando las señoras se negaron a bailar con José
Laurencio Silva porque era mulato. En un gesto bizarro,
Bolívar bailó con él y entonces aquella sarta de adulantes
empezó a ofrecerle al mulato sus mujeres para que bailara
con ellas.
Bolívar no fusiló a Piar porque fuera bachaco, sino porque
quería prender la guerra de clases inventada por Boves. Ese
peligro Bolívar lo había conjurado con su Decreto de Guerra
a Muerte, que convirtió en guerra de nacionalidades lo que
hasta entonces era una guerra de clases. Se fusilaba a Piar
o se perdía la república. Y por ahí se puede llegar a
analogías ofensivas, como la de que Chávez, tratando de ser
Bolívar, puede terminar siendo Boves.
Otro mito mal planteado es el de Zamora y la Federación.
Para empezar, la Guerra Federal no la prendieron los
desarrapados, sino los próceres que después de la
Independencia se dedicaron a la agricultura, y eran
explotados por lo que hoy llamamos neo-liberales, entonces
llamados conservadores, que en Caracas manejaban el comercio
de export-import y las finanzas. Zamora y Falcón fueron de
esos ricos de pueblo alzados contra un poder central
manejado por una nobleza de mostrador a la cual la patria
nada le debía. Por eso los próceres y sus vástagos
proclamaron la descentralización, que llamaron federación.
Ahora Chávez coge a Zamora de bandera pero al mismo tiempo
quiere acabar con la descentralización, quitándole el poder
a los militares chavistas que gobiernan en los estados y que
inevitablemente son sus rivales. Ese zamorismo de boquilla y
anti-zamorismo de hecho que practica Chávez es lo más
interesante que hay ahorita en la política, porque esos
militares-gobernadores sí conocen a los comandantes de
batallón. Si alguien tumba a Chávez no serán unos políticos
mangasmeadas que después tratarán de recoger la cosecha. Su
gran enemigo es el fantasma de Zamora y contra él tiene una
guerra sorda.
Hay quienes se quejan porque al decir estas cosas uno alerta
a Chávez. Es que uno no pretende influir en el curso de la
Historia, a la cual mueven fuerzas distintas de una voluntad
individual. Me limito a decir lo que veo, como el brujo en
aquella guaracha de Billo Frómeta. Lo que sí puedo es darle
un empujoncito a algunas inteligencias, para que vean más
allá de la superficie. Sacudirnos los mitos para mejor
entendernos y así ver si podemos hacer un país civilizado en
este campamento minero que nos legaron los libertadores.
Un mito cultivado por historiadores y demagogos es el de que
somos un país de guapos demócratas. El que inventó eso debe
ser el mismo que en el Himno Nacional metió aquello del
"bravo pueblo". Si uno mira la trama, lo que hemos sido es
un país de ladrones, cobardes y traidores. El primer caso
registrado de robo a la cosa pública fue en la compra de
sables para el Ejército Libertador apenas se proclamó la
independencia. Eran para el ejército del Marqués del Toro
que debía marchar contra Coro y Maracaibo, que no querían
saber nada con la independencia. Ese marqués fue un típico
pillo venezolano. Se pasaba de uno a otro bando según fuera
la guerra, cuidándose de no intervenir en combate. Murió
buchón y cubierto de honores casi a los noventa años,
mientras los pendejos como Miranda, Bolívar y Sucre quedaban
para que Chávez los reinventara. El cuartel que está frente
a Miraflores lleva su nombre, habiendo tanto prócer
olvidado.
Eso era arriba, donde estaban los marqueses. Abajo, Pedro
Camejo, "El Negro Primero", le confesó a Páez que él se
metió en la guerra para quitarle a algún muerto una montura
nueva. Como en la guerra no había héroes negros -salvo
mulatos realmente bravos, como Silva, Rondón y Leonardo
Infante-, en una loable intención integradora mitificaron a
ese saqueador.
Lo del saqueo es importante. Tiene que ver con el mito de
que somos un pueblo de vocación democrática. Mentira. Aquí
siempre se ha respaldado a los hombres fuertes que huelen la
cobardía de políticos y empresarios, y se encaraman en el
poder para sostenerse allí guisando elecciones. En el Siglo
XIX la única elección limpia, aunque oligárquica, fue la que
eligió a Vargas. Después hubo que esperar más de un siglo,
hasta 1958, para ver elecciones limpias. Somos, eso sí,
igualitarios, en el sentido de que ese hombre fuerte no
tiene que salir de las alturas sociales, como Guzmán, sino
que puede venir de abajo, como Crespo. Nuestras guerras
civiles no fueron sino competencias de saqueo cuyas víctimas
eran la gente de trabajo que sembraba y criaba un ganadito.
No confundamos bravo pueblo con plebe saqueadora. Sin
alusiones al presente.
Con lo que no se puede estar de acuerdo es conque estamos
racial y genéticamente condenados. Ante todo, entre quienes
desde el Siglo XIX han expoliado a la sociedad venezolana
hay mucho apellido francés, inglés y alemán de quienes
andaban detrás de las tropas suministrando vitualla y putas,
y así se convirtieron en exportadores de café y banqueros
que sobornaron a los políticos y montaron la intolerable
"Ley de Espera y Quita", en la cual se puede encarnar la
causa de la revolución de propietarios esquilmados conocida
como Revolución Federal.
De verdad que los negros no tienen que escoger entre ser
bolsas o ser pillos. Miren a la Condoleeza. Por cierto que
Chávez debería agradecerle su declaración del miércoles, esa
de que el chavismo está destruyendo la economía nacional. Es
el alerta más generoso que he visto en mucho tiempo. Porque,
no sé si Hugo se habrá dado cuenta o se dará alguna vez,
pero de esta revolución lo que va a quedar es el colapso
económico y financiero que arrastrará al chavismo y le
dejará a Wall Street la mesa puesta para cogerse PDVSA,
única cosa que a los americanos les interesa en este
campamento minero... etc., etc.
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Artículo publicado originalmente en el semanario Zeta |