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La alienante mitología nacional
por Rafael Poleo
viernes, 9 febrero 2007


Cuando esto pase, que pasará, puede que nos quede algo de maduración, un pelo de criterio. De momento estamos revisando mitos. Eso es bueno, aunque lo hagamos torpemente, que es como los venezolanos hacemos las cosas -por ejemplo, esta revolución.

Una torpeza es revisar el mito de Bolívar destruyendo su realidad. Bolívar no necesita mito para ser enorme. Mala suerte si Chávez lo secuestró para convertirlo en masa de su propio mito. Lo cierto es que Bolívar era anti-chavista. Sus últimos diez años fueron un solo lamentar que a este país lo destruiría lo que él llamó "la pardocracia"; o sea, el gobierno de tipos como Chávez. Tanto temía al chavismo, que mientras a Santander, héroe de laboratorio, lo perdonó cuando Urdaneta lo tenía listo para la parrilla, al bachaco Piar, un jabao (mulato de pelo claro ensortijado), lo fusiló tras un juicio sumario.

Esto tampoco quiere decir que Bolívar fuera racista o anti-popular. Muy por el contrario. Mal podía serlo cuando él mismo era amulatado. Es que vio el peligro de las exclusiones que realmente se asentaron con Páez. Lo ilustra aquel episodio en Bogotá, cuando las señoras se negaron a bailar con José Laurencio Silva porque era mulato. En un gesto bizarro, Bolívar bailó con él y entonces aquella sarta de adulantes empezó a ofrecerle al mulato sus mujeres para que bailara con ellas.

Bolívar no fusiló a Piar porque fuera bachaco, sino porque quería prender la guerra de clases inventada por Boves. Ese peligro Bolívar lo había conjurado con su Decreto de Guerra a Muerte, que convirtió en guerra de nacionalidades lo que hasta entonces era una guerra de clases. Se fusilaba a Piar o se perdía la república. Y por ahí se puede llegar a analogías ofensivas, como la de que Chávez, tratando de ser Bolívar, puede terminar siendo Boves.

Otro mito mal planteado es el de Zamora y la Federación. Para empezar, la Guerra Federal no la prendieron los desarrapados, sino los próceres que después de la Independencia se dedicaron a la agricultura, y eran explotados por lo que hoy llamamos neo-liberales, entonces llamados conservadores, que en Caracas manejaban el comercio de export-import y las finanzas. Zamora y Falcón fueron de esos ricos de pueblo alzados contra un poder central manejado por una nobleza de mostrador a la cual la patria nada le debía. Por eso los próceres y sus vástagos proclamaron la descentralización, que llamaron federación. Ahora Chávez coge a Zamora de bandera pero al mismo tiempo quiere acabar con la descentralización, quitándole el poder a los militares chavistas que gobiernan en los estados y que inevitablemente son sus rivales. Ese zamorismo de boquilla y anti-zamorismo de hecho que practica Chávez es lo más interesante que hay ahorita en la política, porque esos militares-gobernadores sí conocen a los comandantes de batallón. Si alguien tumba a Chávez no serán unos políticos mangasmeadas que después tratarán de recoger la cosecha. Su gran enemigo es el fantasma de Zamora y contra él tiene una guerra sorda.

Hay quienes se quejan porque al decir estas cosas uno alerta a Chávez. Es que uno no pretende influir en el curso de la Historia, a la cual mueven fuerzas distintas de una voluntad individual. Me limito a decir lo que veo, como el brujo en aquella guaracha de Billo Frómeta. Lo que sí puedo es darle un empujoncito a algunas inteligencias, para que vean más allá de la superficie. Sacudirnos los mitos para mejor entendernos y así ver si podemos hacer un país civilizado en este campamento minero que nos legaron los libertadores.

Un mito cultivado por historiadores y demagogos es el de que somos un país de guapos demócratas. El que inventó eso debe ser el mismo que en el Himno Nacional metió aquello del "bravo pueblo". Si uno mira la trama, lo que hemos sido es un país de ladrones, cobardes y traidores. El primer caso registrado de robo a la cosa pública fue en la compra de sables para el Ejército Libertador apenas se proclamó la independencia. Eran para el ejército del Marqués del Toro que debía marchar contra Coro y Maracaibo, que no querían saber nada con la independencia. Ese marqués fue un típico pillo venezolano. Se pasaba de uno a otro bando según fuera la guerra, cuidándose de no intervenir en combate. Murió buchón y cubierto de honores casi a los noventa años, mientras los pendejos como Miranda, Bolívar y Sucre quedaban para que Chávez los reinventara. El cuartel que está frente a Miraflores lleva su nombre, habiendo tanto prócer olvidado.

Eso era arriba, donde estaban los marqueses. Abajo, Pedro Camejo, "El Negro Primero", le confesó a Páez que él se metió en la guerra para quitarle a algún muerto una montura nueva. Como en la guerra no había héroes negros -salvo mulatos realmente bravos, como Silva, Rondón y Leonardo Infante-, en una loable intención integradora mitificaron a ese saqueador.

Lo del saqueo es importante. Tiene que ver con el mito de que somos un pueblo de vocación democrática. Mentira. Aquí siempre se ha respaldado a los hombres fuertes que huelen la cobardía de políticos y empresarios, y se encaraman en el poder para sostenerse allí guisando elecciones. En el Siglo XIX la única elección limpia, aunque oligárquica, fue la que eligió a Vargas. Después hubo que esperar más de un siglo, hasta 1958, para ver elecciones limpias. Somos, eso sí, igualitarios, en el sentido de que ese hombre fuerte no tiene que salir de las alturas sociales, como Guzmán, sino que puede venir de abajo, como Crespo. Nuestras guerras civiles no fueron sino competencias de saqueo cuyas víctimas eran la gente de trabajo que sembraba y criaba un ganadito. No confundamos bravo pueblo con plebe saqueadora. Sin alusiones al presente.

Con lo que no se puede estar de acuerdo es conque estamos racial y genéticamente condenados. Ante todo, entre quienes desde el Siglo XIX han expoliado a la sociedad venezolana hay mucho apellido francés, inglés y alemán de quienes andaban detrás de las tropas suministrando vitualla y putas, y así se convirtieron en exportadores de café y banqueros que sobornaron a los políticos y montaron la intolerable "Ley de Espera y Quita", en la cual se puede encarnar la causa de la revolución de propietarios esquilmados conocida como Revolución Federal.

De verdad que los negros no tienen que escoger entre ser bolsas o ser pillos. Miren a la Condoleeza. Por cierto que Chávez debería agradecerle su declaración del miércoles, esa de que el chavismo está destruyendo la economía nacional. Es el alerta más generoso que he visto en mucho tiempo. Porque, no sé si Hugo se habrá dado cuenta o se dará alguna vez, pero de esta revolución lo que va a quedar es el colapso económico y financiero que arrastrará al chavismo y le dejará a Wall Street la mesa puesta para cogerse PDVSA, única cosa que a los americanos les interesa en este campamento minero... etc., etc.

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  Artículo publicado originalmente en el semanario Zeta


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