A
veces al cronista no le queda otra que ser definitivamente
pesado. Hugo es uno que debe odiarme por esta semanal
reláfica de sus disparates y fracasos. Pero, ¿qué hace uno,
si no hay aciertos y éxitos que reportar? Menos mal que en
esto me siento bien acompañado. Lo estoy públicamente por
algunas eminencias del régimen. Así por Maza Zavala, maestro
indiscutido de la Economía y de las Finanzas, quien, sin
dirigirse particularmente a nadie, cada tanto dice cómo
deberían hacerse las cosas, siempre distinto a como las hace
Hugo. Y por Müller Rojas, pulido general y viejo profesor de
Ciencias Políticas con antigua posición revolucionaria, sólo
que metida en la ortodoxia de la estrategia y la táctica
como la enseñan los grandes autores, no improvisada en
estado de frustración y arrechera. Y por la llamada
Fosforito, porque la percibo auténtica en su posición
-lástima que a veces la exprese de modo inadecuado, pero
esas son licencias permitidas a las mujeres. Y por la señora
Ron, la que da aires populares a un ilustre apellido
guariqueño, y a quien se le ve la intuición de que por este
camino todo se irá al mismísimo.
Otros callan y esperan. Apuesto doble contra sencillo que
Baduel y Diosdado, rivales naturales a quienes Hugo
contrapone, no están de acuerdo con una estrategia que lleva
a una serie interminable de derrotas. Espiguemos las del
momento: 1º: Fracaso general en el costoso esfuerzo por
alinear a Latinoamérica contra Estados Unidos. Se comieron y
se bebieron nuestros petrodólares y ahora ni siquiera nos
dejan entrar en Mercosur. Pero, ¿cómo iban a permitirlo? La
palabra lo dice: Mercado del Sur. Algo concebido para
comprar y vender, no para hacer la guerra. Mercosur es para
ir juntos a las negociaciones con el Imperio, que existe y
es maluco, el único que tiene billete para comprar lo que
aquí produzcamos. 2º: Fracaso total en el costoso esfuerzo
de sobornar a la Unión Europea y a Rusia dándoles contratos
y comprándoles cuanto coroto inútil le susurran a Hugo los
traficantes que llevan su 15%. Hechos los negocios que iban
a hacer, los europeos llaman al pobre Hugo “el teniente
coronel golpista” y ya no lo reciben. En cuanto al fiasco
ruso, Hugo debería colgar por las mochilas a los asesores
que no le explicaron las poderosas razones de seguridad que
Rusia tiene para temer a un Islam con poder nuclear. Pero es
que ese muchacho ya entró en la fase de la fatiga nerviosa
en la cual no se escucha sino a quien dice lo que uno quiere
oír. Es un enfermo terminal que desconfía de los doctores
-como serían Maza Zavala y Müller-, y cree en brujos que le
ofrecen la esperanza de un milagro para salvar un proyecto
que se hunde cual submarino ruso.
Otro panorama quisiera dibujar este cronista, a quien con
tal de que el país salga adelante no le importa quién sea el
conductor en tanto no sea uno de los anteriores personajes,
causantes de esta vaina. Por algo cuando las nubes de
tormenta empezaban a poblar el horizonte fundamos un
periódico llamado “El Nuevo País”, manera de repudiar al
viejo, todos los días en todo el país si “El Nacional” no
nos queda mal en la distribución. Pero es que Hugo es un
“pitcher” a quien los bateadores contrarios la bola se la
ven del tamaño de un melón. Como político es un intuitivo
notable y cómo “showman” domina la TV como nadie lo había
hecho desde Renny Otolina. Pero como estadista es un
aficionado a quien una vuelta de chipola llevó a jugar en
las mayores. Él puede humillarnos como le dé la gana a
quienes le decimos la verdad, condenarnos al exilio y hasta
meternos presos. Para eso tiene los fusiles de Baduel y la
impudicia de Isaías. Los desarmados, humillados y ofendidos,
sólo podemos repetir lo que el tribuno griego le dijo al
general furioso: “Pega, pero escucha”.
Hay quien cree que será eterno éste castigo a la frivolidad
de los electores que en 1998 votaron por un teniente coronel
raspado en el curso de Estado Mayor cuyo único antecedente
era el de haberse acordado, explícita o implícitamente, con
un generalato que quería menear la mata a ver qué caía de
ella. La visión pesimista se basa en los precios del
petróleo, único asiento del régimen. Esa es una apresurada
percepción, muy a la venezolana, que no mira sino los
ingresos sin reparar en los egresos. “A matto grosso”, los
ingresos de este año serán unos 44 mil millones de dólares,
y las importaciones 40 mil. Nos quedan 4 mil millones y eso
Fidel se lo traga en una sentada. Por eso Raúl habla con los
gringos por debajo de cuerda y se prepara a chinificar Cuba:
socialismo pa’dentro y capitalismo pa’fuera, porque el
chorro venezolano va a menguar.
Ante la estrechez de divisas la desconfianza cunde. Bonos
venezolanos que estaban a 125 hoy se cotizan a 107, y van pa’bajo.
(Ojo, Hugo: ¡Si haces “default” te caes!). El desequilibrio
viene del año pasado. Por eso nos comimos la mitad de las
reservas en divisas y nos estamos comiendo la otra mitad.
Después vendrá un recorte en las importaciones que se les
antojen suntuarias. (En Cuba son lujo hasta las pantaletas
de poliéster. Salvo cuando trabajan de putas, las cubanas
las llevan más o menos de caqui, cual pasaba en la Europa
Oriental antes de la caída de la URSS. Veremos si las
admiradas revolucionarias que mencioné al principio se
sacrifican por la causa). Simultáneamente, el mayor Vielma
Mora deberá apretar las clavijas tributarias. No sé cómo
harán para que no suban los precios si suben los impuestos.
Pregúntenle al brujo Giordani, porque el doctor Maza Zavala
ha advertido que eso es inflación segura. Maza está
preocupado por la caída de la producción interna, que obliga
a aumentar las importaciones y se lleva los dólares. Las
invasiones de tierras han liquidado la producción de
alimentos. A los ocupantes les dan un pedazo de tierra y
diez vacas. Se comen cinco vacas, venden las otras cinco y
se van pal carajo. Igual con la caña. El Gobierno le pasa
tractor a los cañaverales y reparte ese esterero. El rebaño
nacional se ha reducido y nos estamos comiendo los vientres
y los mautes. Los centrales están apagados. Conseguimos
azúcar donde podemos, porque en el mercado mundial escasea
-y pensar que exportábamos. Por eso no hay carne ni azúcar.
Maza se queja de la producción asfixiada. La persiguen como
a delito. El viejo doctor debe recordar que los adecos del
45 nos pusieron a comer bistés importados que parecían suela
de alpargata y azúcar negra, como ahora. Aunque no lo dice,
Maza debe saber que aquí casi no quedan animales en edad de
matadero, que Colombia no nos vende más ganado para
preservar sus rebaños ante un mercado mundial cada día más
hambriento y estamos importando diez mil reses semanales del
Brasil. Entonces, Hugo, ¿te la vas a dar de arrecho con la
derecha brasileña, única que te manda ganado porque Uruguay
y Argentina no quieren venderte, pues mandan su producción
al mercado estadounidense para no perder sus cupos? ¡Ay,
Hugo..! ¡Cómo ignoras esas difíciles ciencias que deben
saber los nautas! (Así decía Job Pim).
Con Carlos Andrés Pérez pasó eso. Iba al abismo y los
dirigentes adecos de los años noventa no se atrevían a
decírselo. A mí, que me atreví, me asaltaron el hogar y una
jueza adeca que por algo todavía está encumbrada sentenció
que había sido yo mismo. ¿Serán los bolivarianos tan
cobardes para no sentar a Hugo y mostrarle los hechos
objetivos que anuncian un fracaso en el curso y de paso está
arruinando la república? ¿Será que todos los venezolanos
somos así, como los dirigentes adecos que sabían que Pérez
estaba creando las condiciones para esto que ha pasado y
ninguno tuvo la dignidad de decírselo?
Después dicen que no merecemos esto que nos pasa.
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Artículo publicado originalmente en el semanario Zeta |