La
cosa está cada vez peor para Chávez. "The Economist" del
jueves 1º de febrero lo dice en un análisis que El Nuevo
País publicó el viernes 2. Pareciera reproducir lo que
habíamos dicho aquí tres días antes, el lunes 29 de enero.
Como en aquellas viejas películas de terror, el presidente
está amarrado entre dos planchas de acero que se van
acercando una a otra, movidas por un implacable mecanismo
financiero. Una plancha es el descenso en los precios del
petróleo. La otra, el gasto público creciendo a un ritmo
inatajable.
No es sólo cuánto ingresa, sino cuánto se gasta. Si los
ingresos bajan mientras el gasto sube, el Gobierno queda
atrapado en el centro. Eso le pasó a Perón en 1953. A Pérez
le pasó en el segundo mandato. Si no le hubiera pasado, por
más que generales bellacos movieran, como movieron, a los
comandantes del 4 de Febrero, Pérez no cae. Desde Andrade, o
desde Pérez Jiménez para acá, un régimen sin real no se
sostiene.
Quienes, como este cronista, de muchachos veían películas de
suspenso, recordarán que en el minuto cumbre algo detenía
las planchas y el protagonista se salvaba. Pero deben
detenerse las dos planchas. Si se detiene sólo una, la otra
sigue empujando el cuerpo atado e igual lo aplasta contra la
plancha detenida. Para salvarse, Chávez tendría que subir el
petróleo y bajar el gasto público. Las dos puntas. Ha
tratado de que la OPEP baje la producción para que suban los
precios. Pero en la OPEP manda Arabia Saudita, amenazada por
Irán, el pana de Chávez. Luego Arabia Saudita no quiere que
la plancha de los precios se detenga. Habría que parar la
otra plancha -la de los gastos-, lo cual no salvaría al
protagonista, pero sí retrasaría el momento en que será
aplastado. Detener no digamos el gasto, sino su ascenso
vertiginoso, no le es políticamente posible a Chávez, porque
su gasto fuerte son los sobornos.
A estos sobornos les llamaremos gasto político, para eludir
el odioso estilo de panfleto, el cual no corresponde a la
intención descriptiva de esta crónica. Este gasto político
tiene dos vertederos locales. Uno es dinero repartido al
pueblo -las misiones, etc. Otro es lo que se da a los
militares, a varios medios y a muchos políticos. (Medios de
comunicación reciben ventajas en negocios de sus dueños y
torrencial publicidad oficial. Políticos recibieron dinero
para anular la Coordinadora Democrática y para ambientar las
elecciones del 3 de diciembre).
No menos abundante es el vertedero externo. Cuba cuesta
3.000 mil millones de dólares anuales. Argentina cuesta más.
Los demás picotean como polluelos en torno al padre
proveedor. Ecuador pide mil millones de dólares ya y
Nicaragua espera que le construyamos 200.000 casas este año.
Lula guaralea porque en los acuerdos firmados con Venezuela
se favorece a las grande empresas brasileñas. Los que
todavía no han llegado a la pedidera, vienen en camino. Los
peores pudieran ser los que no quieren sólo real, como
Ecuador, que demás exige le apoyemos frente a Colombia en lo
de las fumigaciones. O, pecado mayor, Guyana, que para
cuadrarse pide que Venezuela retire sus aspiraciones sobre
el Esequivo.
Chávez no puede negarse a dar esos apoyos de costo creciente
que deben renovarse constantemente. Si deja de darle a los
pobres, a los medios y a los militares, se le cae la base
interna. Si deja de darle a los vividores de afuera, se le
cae el proyecto internacional. Todo se ha costeado con el
ingreso petrolero y el endeudamiento galopante. Pero ya el
petróleo no alcanza, por lo cual hay que aumentar la deuda,
subir la recaudación de impuestos y aumentar el precio de la
gasolina. El aumento en el combustible incidirá en todos los
costos. Es el 30% que debe subir este año el costo de la
vida. Chávez cuenta con los militares para contener al
pueblo si le montan protestas por este aumento. Pero los
militares no sólo han aprendido a no dejarse atrapar en
trampas políticas sino que físicamente no podrían enfrentar
tres días de disturbios. (Por eso Chávez está tan agradecido
de quienes primero cuando el Revocatorio y después el 3 de
Diciembre mandaron para la cama a la gente que se estaba
poniendo los zapatos de caminar).
Movilizaciones de calle como la de ayer domingo son mensajes
con un solo destinatario: los militares. A éstos les
horroriza matar gente en la calle, sean muertos del Gobierno
o de la Oposición. En este caso sería matar fanáticos
chavistas que salgan a batirse por su líder. Anoche estarían
evaluando cuántos de los camisa rojas de ayer pelarían por
sus kalashnikov o más bien los guardarían para venderlos y
vivir de eso los primeros meses de un cambio de régimen.
Unos pocos fanáticos para ellos siempre serán demasiados.
Los movimientos de Chávez para sortear este difícil momento
pueden registrarse entre los episodios más dramáticos de la
Venezuela contemporánea.
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Artículo publicado originalmente en el diario El
Nuevo País |