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Estos políticos de agua dulce
por Rafael Poleo
viernes, 3 agosto 2007


Los políticos de la oposición andan resentidillos con uno el periodista, no sólo porque según ellos les hemos desplazado de sus funciones naturales, sino porque no informamos sobre sus andanzas sino sobre los hechos de militares, curas y medios de comunicación.
 

Pena debería darles. Si algo de justicia hay en esta penitencia que los venezolanos estamos pagando por todos los pecados cometidos a partir del inmerecido auge dinerario de los años setenta, es la desconfianza conque el país mira a los políticos en cuyas manos se perdió la República Civil y se está consolidando un régimen totalitario. Como dicen mis amigas de mediana edad, las que consuelan su soledad con naturalismos, sectas y gurúes: “Nada es casualidad, todo es causalidad”.


Aquí había dos partidos, AD y Copei. El responsable de todo era AD. Copei estaba allí para bailar el tango, que se necesitan dos. De hecho, la función de Copei era recoger al país anti-adeco, meterlo por el camino democrático-electoral y hacerle las vacaciones a AD, uno de cada tres períodos. AD se jodió cuando su Secretaria Femenina descubrió a Louis Vuitton; y cuando AD se jodió, se jodió la democracia venezolana.
 

El partido, más bien el país todo, se intoxicó con el realero generado por el alza en los precios del petróleo en los años setenta, en coincidencia con el gobierno de un político caribeño que despreciaba la vieja y noble moral betancouriana. Los políticos de la Generación del Cuarenticinco se dejaron ganar por lo que entonces llamé “La herejía arriana”, porque la vi simbolizada en un personaje snob (sine nobilitas) implantado ahí por Pedro Tinoco para manejarle a Pérez el rollo de la situación bi-familiar. Antes de todo eso, Arria era mi amigo -siempre tuve un amigo frívolo, para descansar-.
 

Pérez se agotaba tratando de explicarme que Diego no había influido en sus decisiones. Creía que yo adversaba personalmente a Diego, cuando lo que me repugnaba era el símbolo de un debilitamiento en la moral republicana. Durante su primera ex presidencia, en la cena que daba una delegación china y en la cual gente que quería reconciliarnos me sentó a su derecha, no hizo el menor caso del tema, que era un guiso siderúrgico, para dedicarse a explicarme su relación con Arria, la cual resumió en una frase: “Yo llevo a Diego a los viajes para que acompañe a Cecilia de compras mientras yo trabajo”. Canache Mata, que estaba  a su otro lado, hombre honrado y valiente pero conocido por su pequeña debilidad frente a un boleto aéreo, se atrevió a reprocharle: “Pero usted se lo llevó en el viaje a China”, como sugiriendo que Diego era algo más que experto en trapos. Otro día les echo el cuento completo. 
 

Los compañeros de generación de Pérez no tuvieron cojones para detener sus locuras. Cierto que le adulaban con más elegancia que los balurdos que hoy adulan al  locuaz comandante, que ya es cosa ridícula. En esto como en todo, la Quinta no ha hecho más que magnificar los vicios de la Cuarta en su etapa decadente, esa que empezó con el primer gobierno de Pérez.
 

Las generaciones siguientes, esas de Celli, Henry Ramos, yo mismo, luego la de aquellos jóvenes gobernadores nombrados por Lusinchi, no lo hicieron mucho mejor. Su hora más triste fue aquella cagueta de 1998, cuando pactaron con Miquilena para sacar a Alfaro y decirle a los adecos que votaran por Salas Römer, sabiendo que eso era mandarlos a votar por Chávez. Todo cuadrado con el chavismo a cambio del perdón de sus pecados. En estos tiempos de indecencia hicieron falta ocho años, hasta diciembre de 2006, para ver un tan brutal tráfico de la historia, el nombre, la militancia y los electores de un gran partido. (Nadie se atreverá a desmentirme, simplemente porque les daría los detalles, puesto que ellos saben que yo estaba allí, al lado de Alfaro y revisando todas las noches las grabaciones de cómo se hacía aquella canallada que Alfaro dejó hacer porque era su manera de salir airosamente del pozo en que se había metido con la candidatura).
 

Jamás usaré materiales como el video de la peregrinación que, acordados con Miquilena, hicieron los jóvenes líderes adecos al día siguiente de las elecciones del 98, para rendir tributo al césar. Podría preparar una edición para Internet deteniendo en still la gestualidad de cada uno de ellos: rabo entre las piernas y orejas gachas. Estaban cagados porque Miquilena les dijo que Chávez los iba a enjuiciar. Pero el cronista habla de pecados evitando nombrar los pecadores. No por consideración a ellos, sino a sus hijos y sus nietos, porque soy un adeco de los de antes, de paladar negro, formado en la admiración a los padres fundadores del partido. Como le dije a Cecilia Matos cuando me imploró en presencia de un adeco muy importante: “¿Qué va a ser de mis hijas?”. La tranquilicé con un verso de Andrés Eloy: “No andar cobrándole al hijo/ las culpas del padre vil/ porque para ti las hijas/ del que me hiciera sufrir/ para ti serán sagradas/ como las hijas del Cid”.
 

Esta Segunda Resistencia, la que vivimos, permite hacer, si no un borrón y cuenta nueva, por lo menos un descuento importante y un diferimiento de cobro, quizás una condonación de las deudas históricas. A Henry Ramos hay que acreditarle haber desplazado a los agentes de mi amigo José Vicente Rangel que manejaban a Acción Democrática. Luego ha mantenido abiertas las puertas del partido y alzada la pica de la vieja rebeldía adeca. En Copei, Eduardo Fernández actuó inhibido por la pacatería demócrata-cristiana frente a la realidad militar, mala conciencia por su actuación frente a Allende. Se auto-chantajean con  la versión de que a nuestro Allende no debe sucederle un Pinochet. Es curioso que, siendo como son los copeyanos tan germano-italianófilos, no se den cuenta de que esto no es Allende, ni siquiera Fidel Castro, sino Hitler y Musolinni. Cuidado si lo de impedir un Pinochet no es coartada para pasar agachaditos como pasó la democracia-cristiana en la Europa de los años treinta. De todos modos, Eduardo ha dejado el partido en manos jóvenes y valientes que lo están reconstruyendo de abajo arriba.
 

Primero Justicia es Borges, con su personalidad. Un Nuevo Tiempo es una comunidad variopinta que la noche del 3 de diciembre perdió el respeto de la Venezuela opositora y luego no ha hecho cosa visible por recuperarla. Ahora rehuye unirse a una alianza opositora contra la reforma constitucional totalitaria. Uno nada más le desea buena suerte y mejores asesores. Pero, ¿cómo no sospechar? Los demás partidos quedaron maculados por el colaboracionismo. MAS, PPT y Podemos, en orden descendente de culpabilidad. El MAS tiene un nombre, aunque sea rayado. El PPT tiene real como arroz y unos papeles que incriminan al entorno presidencial. El Podemos de Ismael García tiene vitalidad, olfato y posicionamiento. La Internacional Socialista hizo bien en aceptarlo como miembro.

¿Qué otra cosa puede decirse? Uno los pone a figurar hasta sin que lo merezcan. En cuanto respecta a este cronista, su interpretación no se refleja en las páginas de Zeta y El Nuevo País, que tienen vida propia y donde se respeta el pensamiento de los periodistas y colaboradores que allí escriben. Pero engañaríamos al lector si le escamoteáramos la realidad de que la política en la Venezuela de hoy es cosa de militares, curas y periodiqueros, y que políticos de apariencia respetable guisan con el Gobierno. Personalmente lo lamento, porque soy periodiquero y como tal me veo obligado a chapotear en esta clase de política. Una clase de política con la cual me pasa lo que Sofía Imber, que sabe más por vieja y por diabla, me dijo sobre mi comportamiento cada vez más reclusivo: “Tú lo que estás es lleno de desprecio”.

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  Artículo publicado originalmente en el semanario Zeta


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