La
vigorosa industria cinematográfica india produce mayormente
películas románticas y musicales para el consumo masivo, pero de
vez en cuando aparecen cineastas que osan criticar ciertas
tradiciones anacrónicas a través de obras de gran sensibilidad
humana. Así pasó hace medio siglo con el maestro Satyajit Ray,
quien con su famosa trilogía fílmica ( Pater Panchali,
Aparajito, El mundo de Apu ), dio excelentes muestras del
cine de la India a pocos años de su independencia.
Ahora, inspirada por el estilo realista de Ray, la
directora Deepa Mehta, una valiente cineasta
indo-canadiense, repite la misma proeza con su “trilogía de los
elementos”, tituladas “Fire”, “Earth” y “Water”(o
sea “Fuego”, “Tierra” y “Agua)”, realizadas entre
1996 y 2005. Esta última, en especial, inauguró el reciente
Festival de Toronto y recibió calurosos comentarios tanto del
público como de la crítica, a pesar de que “Water”
no es una cinta dirigida al entretenimiento sino a la reflexión.
En efecto, denuncia prácticas sociales que –con el pretexto de
ser milenarias- degradan a la mujer gracias al anacrónico
fanatismo que perdura en versiones conservadoras del hinduismo,
al igual que sucede en otras religiones importantes.
Una tradición bárbara
Una de estas tradiciones, que se muestra con todo
dramatismo en “Water”, es la absurda práctica de condenar
a las viudas hindúes al ostracismo y la soledad, al encerrarlas
por el resto de sus vidas en una especie de “colonia para
viudas”, un ashram o claustro de disciplina monástica
donde se les depriva de contacto familiar y los placeres
sensuales. Un castigo que raya en la barbarie, y que - al
aplicarse a niñas que han enviudado después de haber sido
casadas prematuramente- luce como una cruel e injusta condena
por una fatalidad de la cual no son responsables.
Precisamente, una de las secuencias más perturbadoras se
ve cuando la cabeza de una de las viudas es rapada torpemente
por la “dictadora” del ashram, por el delito de volverse
a enamorar de un hombre, quien era uno de los “clientes” del
establecimiento al ser ella obligada a prostituirse para proveen
recursos a la comunidad de viudas. La secuencia recuerda otras
similares vistas en películas sobre el holocausto judío, cuando
degradaban así a la mujeres en los campos de concentración. Pero
quizás las escenas más conmovedoras son las relacionadas con una
de las “residentes”, una niña de ocho años que fue casada
a esa edad por sus padres –acorde a otra extraña tradición del
hinduismo- pero que pierde a su impuesto consorte en un
accidente.
“Water” está ambientada ern la India previa a
la II Guerra Mundial, cuando el Mahatma Gandhi todavía buscaba
independizarla del colonialismo británico, mientras trataba de
erradicar ciertas prácticas bárbaras, como la incineración de
las viudas vivas junto al cadáver del marido, afortunadamente
descontinuada desde hace tiempo, al ir tomando la mujer el
lugar que le corresponde en la pujante sociedad india. Sin
embargo la práctica del ‘claustro obligatorio para viudas’
todavía persiste en ciertas provincias muy tradicionalistas,
como lo asegura la directora del filme, hecho que la motivó a
tratar el tema en “Water con un estilo casi
documentalista.
Una filmación traumática
La filmación de la película tiene una historia igualmente
dramática, ya que después de realizar “Fuego” y
“Tierra” -ambas sobre otras inequidades que sufre la mujer-
Deepa Mehta no pudo rodar su última obra en la India, ya
que los hindúes fundamentalistas le destruyeron los escenarios y
hasta la amenazaron de muerte, obligándola suspender durante 5
años la filmación, la cual tuvo que reanudarse en Sri Lanka (Ceylán)
con un reparto y equipo técnico distintos. Curiosamente, a pesar
de los premios que recibió “Water” en diversos
festivales, todavía no ha sido exhibida en la India, debido a
que los fanáticos religiosos amenazan con quemar los cines donde
se exhibiría y apenas la cinta se consigue en videoclubes en
forma clandestina.
Deepa Mehta, la realizadora de 56 años del filme, se
educó en la India pero emigró en los años 70 a Canadá, donde se
casó con un cineasta canadiense. Disfrutó de una cultura
cinematográfica al trabajar su padre dentro de la industria, lo
que la expuso tempranamente a los clásicos y al naciente cine
indio, que luego se convirtió en una pujante industria, donde se
realizan más de 800 películas al año, la mayoría en los estudios
de Mumbai (la antigua Bombay), que han sido bautizados como “Bollywood”.
Incidentalmente, mientras se recuperaba de los tropiezos
ocurridos en la producción de “Water”, Mehta realizó en
2002 un filme que satiriza la industria fílmica india, (titulo:“Bollywood
/ Hollywood”), equiparándola a la industria
norteamericana, con todas sus aberraciones. Gracias a su
nacionalidad canadiense Mehta obtuvo subsidios que le
permitieron realizaron una docena de películas, incluyendo las
de la trilogía aquí comentada, que merece alquilarse en
videoclubes o exhibirse en cines por su oportuna crítica al
fanatismo y la intolerancia.
rpalmi@yahoo.com
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Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA |