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Una valiente cineasta de la India
denuncia el fanatismo cultural

por Roberto Palmitesta
sábado, 22 julio 2006

 

    La vigorosa industria cinematográfica india produce mayormente películas románticas y musicales para el consumo masivo, pero de vez en cuando aparecen cineastas que osan criticar ciertas tradiciones anacrónicas a través de obras de gran sensibilidad humana. Así pasó hace medio siglo con el maestro Satyajit Ray, quien con su famosa trilogía fílmica ( Pater Panchali, Aparajito, El mundo de Apu ), dio excelentes muestras del cine de la India a pocos años de su independencia.

     Ahora, inspirada por el estilo realista de Ray, la directora Deepa Mehta, una valiente cineasta indo-canadiense, repite la misma proeza con su “trilogía de los elementos”, tituladas “Fire”, “Earth” y “Water(o sea “Fuego”, “Tierra” y “Agua)”, realizadas entre 1996 y 2005. Esta última, en especial, inauguró el reciente Festival de Toronto y recibió calurosos comentarios tanto del público como de la crítica, a pesar de que “Water” no es una cinta dirigida al entretenimiento sino a la reflexión. En efecto, denuncia prácticas sociales que –con el pretexto de ser milenarias- degradan a la mujer gracias al anacrónico fanatismo que perdura en versiones conservadoras del hinduismo, al igual que sucede en otras religiones importantes.  

  

Una tradición bárbara

 

     Una de estas tradiciones, que se muestra con todo dramatismo en “Water”, es la absurda práctica de condenar a las viudas hindúes al ostracismo y la soledad, al encerrarlas por el resto de sus vidas en una especie de “colonia para viudas”, un ashram o claustro de disciplina monástica donde se les depriva de contacto familiar y los placeres sensuales. Un castigo que raya en la barbarie, y que - al aplicarse a niñas que han enviudado después de haber sido casadas prematuramente- luce como una cruel e injusta condena por una fatalidad de la cual no son responsables.    

      Precisamente, una de las secuencias más perturbadoras se ve cuando la cabeza de una de las viudas es rapada torpemente por la “dictadora” del ashram, por el delito de volverse a enamorar de un hombre, quien era uno de los “clientes” del establecimiento al ser ella obligada a prostituirse para proveen recursos a la comunidad de viudas.  La secuencia recuerda otras similares vistas en películas sobre el holocausto judío, cuando degradaban así a la mujeres en los campos de concentración. Pero quizás las escenas más conmovedoras son las relacionadas con una de las “residentes”, una niña de ocho años que fue casada a esa edad por sus padres –acorde a otra extraña tradición del hinduismo- pero que pierde a su impuesto consorte en un accidente.

     “Water” está ambientada ern la India previa a la II Guerra Mundial, cuando el Mahatma Gandhi todavía buscaba independizarla del colonialismo británico, mientras trataba de erradicar ciertas prácticas bárbaras, como la incineración de las viudas vivas junto al cadáver del marido, afortunadamente descontinuada desde hace tiempo, al ir  tomando la mujer el lugar que le corresponde en la pujante sociedad india. Sin embargo la práctica del ‘claustro obligatorio para viudas’ todavía persiste en ciertas provincias muy tradicionalistas, como lo asegura la directora del filme, hecho que la motivó a tratar el tema en “Water con un estilo casi documentalista.

 

Una filmación traumática

 

      La filmación de la película tiene una historia igualmente dramática, ya que después de realizar “Fuego”  y “Tierra” -ambas sobre otras inequidades que sufre la mujer- Deepa Mehta no pudo  rodar su última obra en la India, ya que los hindúes fundamentalistas le destruyeron los escenarios y hasta la amenazaron de muerte, obligándola suspender durante 5 años la filmación, la cual tuvo que reanudarse en Sri  Lanka (Ceylán) con un reparto y equipo técnico distintos. Curiosamente, a pesar de los premios que recibió “Water” en diversos festivales, todavía no ha sido exhibida en la India, debido a que los fanáticos religiosos amenazan con quemar los cines donde se exhibiría y apenas la cinta se consigue en videoclubes en forma clandestina. 

   Deepa Mehta, la realizadora de 56 años del filme, se educó en la India pero emigró en los años 70 a Canadá, donde se casó con un cineasta canadiense.  Disfrutó de una cultura cinematográfica al trabajar su padre dentro de la industria, lo que la expuso tempranamente a los clásicos y al  naciente cine indio, que luego se convirtió en una pujante industria, donde se realizan más de 800 películas al año, la mayoría en los estudios de Mumbai (la antigua Bombay), que han sido bautizados como “Bollywood”.

    Incidentalmente, mientras se recuperaba de los tropiezos ocurridos en la producción de “Water”, Mehta realizó en 2002 un filme que satiriza la industria fílmica india, (titulo:Bollywood / Hollywood), equiparándola a la industria norteamericana, con todas sus aberraciones. Gracias a su nacionalidad canadiense Mehta  obtuvo subsidios que le permitieron realizaron una docena de películas, incluyendo las de la trilogía aquí comentada, que merece alquilarse en videoclubes o exhibirse en cines por su oportuna crítica al fanatismo y la intolerancia.

rpalmi@yahoo.com

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  Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA

 
 
 
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