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Una polémica cinta
sobre la educación de las Geishas 
por Roberto Palmitesta
enero 2006

 

    Una producción de Steven Spielberg, que se estrena en estos días en el norte, ha desatado una polémica en el lejano oriente al rememorar las humillaciones de miles de mujeres chinas durante la ocupación japonesa antes y durante la segunda guerra mundial.  

    Se trata de Memorias de una Geisha, un filme que no contó con la dirección del “rey Midas de Hollywood” por su ocupadísima agenda, siendo ésta confiada por Spielberg a Rob Marshall, el laureado director del musical Chicago, y quien aceptó la delicada tarea de llevar a la pantalla la novela Geisha, del escritor y orientalista norteamericano Arthur Golden. La novela relata las vicisitudes de una adolescente que decide entrar por necesidad en el exclusivo mundo de las geishas, mujeres que sirven de compañía ocasional a pudientes caballeros japoneses, acorde con las tradiciones de ese país. Tanto la novela como la cinta muestra en detalle la educación y el entrenamiento que reciben las jóvenes que escogen esa particular carrera, poco comprendida fuera de Japón, donde se considera comúnmente a las geishas como elegantes meretrices. Incluso en la vecina y puritana China existe una opinión bastante negativa de esa curiosa profesión, lo cual ha originado una amarga polémica entre los dos países.

Las geishas, ¿prostitutas o anfitrionas?

     De hecho, en China mucha gente ha reaccionado con disgusto ante el lanzamiento de la película de Spielberg-Marshall, no tanto por su atrevida temática sino porque la famosa actriz china Zhang Ziyi interpreta a la protagonista del drama y se muestra en poses eróticas junto al primer actor japonés Ken Watanabe, lo cual ha traído nuevamente a la memoria de los chinos el humillante período de la ocupación japonesa durante los años 30 y principios de los 40, cuando obligaron a unas 200 mil mujeres chinas a servir de “esclavas sexuales” de los militares japoneses.   

    Aunque la cinta Memorias de una geisha no ha sido estrenada todavía en China, los fotogramas de la misma habían sido ya publicadas en un portal de Internet, y el solo hecho de ver a una actriz china siendo seducida por un actor japonés inflamó los ánimos de la sensible colectividad china, que no ha podido olvidar esos humillantes tres lustros de vasallaje, por cuyos abusos  Japón pidió excusas hace poco, sin que fueran aceptadas totalmente. En seguida los medios quedaron inundados de correos electrónicos de personas que pedían prohibir el estreno de la película en China e incluso se referían en términos poco respetuosos acerca de la actriz, ridiculizando su nombre ‘Ziyi’ por parecerse mucho al término chino ‘Yiji”, o sea “artista de la prostitución”. Esto, a pesar de que las geishas tengan gustos refinados, inculcados durante su laborioso adiestramiento en una especie de academia donde se culturizan, aprenden música, danza y la ceremonia del té, además del uso del copioso maquillaje y la elaborada vestimenta, todo dentro de una compleja “etiqueta geisha”, sin olvidar por supuesto el arte de complacer a hombres maduros en la conversación y en la intimidad.

    La controversia no hubiera pasado a mayores si no se tratara de una actriz con el talento y la fama de Zhang Ziyi, quien es una artista consagrada en China después de sus triunfos en películas que han impactado en las pantallas mundiales, tales como Héroe y La casa de las dagas voladoras, esta última exhibida recientemente en Caracas. Para colmo, Ziyi está acompañada en la cinta por otra popular actriz china, Gong Li, también como ella una de las artistas preferidas del llamado ‘Spielberg chino”,  Zhang Yimou, quien dirigió los mencionados exitazos en ese país y, de paso, es el compañero de vida de Gong Li.

Asignado méritos y explicando un exabrupto

    Según los críticos que ya la han visto, la actuación de la hermosa Ziyi en Memorias de una geisha tiene méritos suficientes para ser postulada al Oscar del 2006. En las erráticas y a veces tensas relaciones entre Washington y Beijing, un galardón para una actriz china serviría maravillosamente para un nuevo acercamiento cultural entre los dos países, No sería extraño que la Academia de Hollywood recibiera presiones de Washington para que esto se diera, pues compensaría un poco el hecho de que una película china de Taiwán, El tigre y el dragón, recibiera tres Oscares en el 2000, generando  críticas a EE.UU. por galardonar a un producto de esa isla, que China reclama desde hace más de medio siglo.  

     Actualmente abunda en los medios chinos los comentarios de críticos que se preguntan por qué un director tan experimentado como Spielberg no colocara a actrices japonesas en el papel de las dos protagonistas. Al pertenecer éstas a la etnia nipona según la novela –que se basa en un hecho real ocurrido en los años 20- el extraño casting de una china en un rol de japonesa parece casi un exabrupto cultural, dadas las tirantes relaciones entre China y Japón por ese conflictivo episodio histórico. Según algunas versiones, Spielberg cedió a presiones comerciales, pues se convenció que ninguna actriz japonesa tendría la proyección internacional de Zhang Ziyi y Gong Li, necesarias para él éxito en taquilla a escala mundial y especialmente en el lucrativo mercado chino. Pero esto también causó cierto malestar en Japón, país con una sólida tradición cinematográfica -y con buenas actrices que hubieran podido interpretar a las geishas-- donde seguramente están resentidos por la curiosa selección de Spielberg. Quizás es más lógico calificar la controversia como accidental y atribuirlo a la  ingenuidad norteamericana por su tradicional incomprensión de las culturas foráneas.

rpalmi@yahoo.com
 

 
 
 
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