Una
producción de Steven Spielberg, que se estrena en estos
días en el norte, ha desatado una polémica en el lejano oriente
al rememorar las humillaciones de miles de mujeres chinas
durante la ocupación japonesa antes y durante la segunda guerra
mundial.
Se trata de Memorias de una Geisha, un filme que
no contó con la dirección del “rey Midas de Hollywood” por su
ocupadísima agenda, siendo ésta confiada por Spielberg a Rob
Marshall, el laureado director del musical Chicago,
y quien aceptó la delicada tarea de llevar a la pantalla la
novela Geisha, del escritor y orientalista norteamericano
Arthur Golden. La novela relata las vicisitudes de una
adolescente que decide entrar por necesidad en el exclusivo
mundo de las geishas, mujeres que sirven de compañía ocasional a
pudientes caballeros japoneses, acorde con las tradiciones de
ese país. Tanto la novela como la cinta muestra en detalle la
educación y el entrenamiento que reciben las jóvenes que escogen
esa particular carrera, poco comprendida fuera de Japón, donde
se considera comúnmente a las geishas como elegantes meretrices.
Incluso en la vecina y puritana China existe una opinión
bastante negativa de esa curiosa profesión, lo cual ha originado
una amarga polémica entre los dos países.
Las
geishas, ¿prostitutas o anfitrionas?
De hecho, en China mucha gente ha reaccionado con disgusto
ante el lanzamiento de la película de Spielberg-Marshall, no
tanto por su atrevida temática sino porque la famosa actriz
china Zhang Ziyi interpreta a la protagonista del drama y
se muestra en poses eróticas junto al primer actor japonés
Ken Watanabe, lo cual ha traído nuevamente a la memoria de
los chinos el humillante período de la ocupación japonesa
durante los años 30 y principios de los 40, cuando obligaron a
unas 200 mil mujeres chinas a servir de “esclavas sexuales” de
los militares japoneses.
Aunque la cinta Memorias de una geisha no ha sido
estrenada todavía en China, los fotogramas de la misma habían
sido ya publicadas en un portal de Internet, y el solo hecho de
ver a una actriz china siendo seducida por un actor japonés
inflamó los ánimos de la sensible colectividad china, que no ha
podido olvidar esos humillantes tres lustros de vasallaje, por
cuyos abusos Japón pidió excusas hace poco, sin que fueran
aceptadas totalmente. En seguida los medios quedaron inundados
de correos electrónicos de personas que pedían prohibir el
estreno de la película en China e incluso se referían en
términos poco respetuosos acerca de la actriz, ridiculizando su
nombre ‘Ziyi’ por parecerse mucho al término chino ‘Yiji”, o sea
“artista de la prostitución”. Esto, a pesar de que las geishas
tengan gustos refinados, inculcados durante su laborioso
adiestramiento en una especie de academia donde se culturizan,
aprenden música, danza y la ceremonia del té, además del uso del
copioso maquillaje y la elaborada vestimenta, todo dentro de una
compleja “etiqueta geisha”, sin olvidar por supuesto el arte de
complacer a hombres maduros en la conversación y en la
intimidad.
La controversia no hubiera pasado a mayores si no se tratara de
una actriz con el talento y la fama de Zhang Ziyi, quien
es una artista consagrada en China después de sus triunfos en
películas que han impactado en las pantallas mundiales, tales
como Héroe y La casa de las dagas
voladoras, esta última exhibida recientemente en
Caracas. Para colmo, Ziyi está acompañada en la cinta por otra
popular actriz china, Gong Li, también como ella una de
las artistas preferidas del llamado ‘Spielberg chino”, Zhang
Yimou, quien dirigió los mencionados exitazos en ese país y,
de paso, es el compañero de vida de Gong Li.
Asignado méritos y explicando un exabrupto
Según los críticos que ya la han visto, la actuación de la
hermosa Ziyi en Memorias de una geisha tiene
méritos suficientes para ser postulada al Oscar del 2006. En las
erráticas y a veces tensas relaciones entre Washington y Beijing,
un galardón para una actriz china serviría maravillosamente para
un nuevo acercamiento cultural entre los dos países, No sería
extraño que la Academia de Hollywood recibiera presiones de
Washington para que esto se diera, pues compensaría un poco el
hecho de que una película china de Taiwán, El tigre y el
dragón, recibiera tres Oscares en el 2000, generando
críticas a EE.UU. por galardonar a un producto de esa isla, que
China reclama desde hace más de medio siglo.
Actualmente abunda en los medios chinos los
comentarios de críticos que se preguntan por qué un director tan
experimentado como Spielberg no colocara a actrices japonesas en
el papel de las dos protagonistas. Al pertenecer éstas a la
etnia nipona según la novela –que se basa en un hecho real
ocurrido en los años 20- el extraño casting de una china
en un rol de japonesa parece casi un exabrupto cultural, dadas
las tirantes relaciones entre China y Japón por ese conflictivo
episodio histórico. Según algunas versiones, Spielberg cedió a
presiones comerciales, pues se convenció que ninguna actriz
japonesa tendría la proyección internacional de Zhang Ziyi
y Gong Li, necesarias para él éxito en taquilla a escala
mundial y especialmente en el lucrativo mercado chino. Pero esto
también causó cierto malestar en Japón, país con una sólida
tradición cinematográfica -y con buenas actrices que hubieran
podido interpretar a las geishas-- donde seguramente están
resentidos por la curiosa selección de Spielberg. Quizás es más
lógico calificar la controversia como accidental y atribuirlo a
la ingenuidad norteamericana por su tradicional incomprensión
de las culturas foráneas.
rpalmi@yahoo.com