No
hay ninguna diferencia entre el comportamiento de los guapos
de barrio y cobradores de peaje, y el que, frente al país
y su gente, tiene este gobierno manifiestamente autocrático,
militarista y dentro de muy poco auténticamente
dictatorial. Los que pensaron que la enorme crisis que vive
Venezuela ya había tocado fondo, deben estar perplejos ante
la arremetida que ha desatado el oficialismo contra la
propiedad privada, escudados ahora en las nuevas
interpretaciones que a la Carta Magna le dan altos
funcionarios, asambleístas, jueces y hasta el propio
ministerio público por boca de su máximo vocero que no es
otro que el Fiscal General, quien ha dicho, con la
superficialidad que lo caracteriza, que la propiedad
privada “no puede ser más importante que el interés
general”. Es cierto que en un momento dado el interés
general puede demandar la necesidad de intervenir una
propiedad, pero previo a eso y lo dice la constitución, es
necesario verificar esos niveles de importancia, entablar
un juicio, esperar una sentencia y establecer con ella un
justiprecio de la cosa expropiada y, como si fuese poco,
pagar ese justiprecio antes de darle, a esa propiedad, su
nuevo destino. Pero eso no es lo que estamos viendo en estos
momentos y mucho menos lo que veremos después que Chávez
termine de confiscar la Asamblea Nacional con el laberinto
electrónico que le han puesto a su irrestricto servicio, el
CNE, la DIEX y el TS a la hora que se necesite cualquier
sentencia. Lo que se dibuja en el horizonte patrio, tiene la
exacta apariencia de los más devastadores huracanes que
“la revolución” ha ido preparando para que arrasen, sin
dar chance a evacuación alguna.
Lo cierto es que a partir del fraude del
15 de agosto del pasado año, la autocracia creció en demasía
y el desencuentro, desajuste o como se le quiera llamar, de
la oposición, la ha disminuido tanto que a veces pareciera
no existir. Esto dio como resultado que Chávez, con toda
impudicia, se comporte como si él fuese el dueño del país,
lo que hace sentir a todos sus habitantes, como
verdaderos siervos del Estado. Cada día es mayor su
convencimiento de haber venido a éste mundo a salvarlo y que
para ello Dios puso en sus manos ésta tierra de gracia, su
petróleo, la mansedumbre de su gente y una oposición que,
amañada en sus viejas costumbres democráticas, no ha
entendido el proceso a cabalidad, razón por la cual, para
atacarlo se limita a subestimarlo, cuando no a hacer chistes
perfectamente idiotas.
Mientras el dadivoso andariego, petróleo
y chequera en mano, va por el mundo comprando apoyos, él y
su proceso aceleran espasmódicamente el ritmo, y en su afán
de destruir las bases de nuestra economía, se han
comenzado a ensañar contra la propiedad privada, contra
nuestro muy controlado sistema de mercado y contra nuestro
sistema financiero que ha sido, hasta ahora, más o menos
confiable, esperando rematar esta faena destructora, en el
momento en que lo diga su olfato o su capricho.
A la orden del día están las invasiones
con salvoconductos bolivarianos y apoyadas por cuerpos de la
FA, en abierta burla al estado de derecho. Ahora se pretende
hacernos creer que esos invasores que llegan acompañados por
soldados y oficiales armados, representan la expresión de
“un pueblo que reclama sus derechos, a lo cual el gobierno
revolucionario no se puede negar”, ministro Albarrán dixit.
Mientras se despoja de sus tierras, de
sus bienes todos, incluidos sus sueños, a los productores,
grandes, medianos y pequeños, este gobierno hurtador
afina sus pupilas para ver y comerse mejor otras
suculentas propiedades por confiscar, esas en las que el
gobierno no quiere invertir, y que lo ponen a pensar como
el malandro de barrio, y por lo tanto a decirse que si las
cosas ya están hechas con el esfuerzo de otros, es más fácil
hacerlas cambiar de dueño, que ponerse a hacerlas de nuevo.
Para qué ponernos a desarrollar los
millones de hectáreas ociosas que tiene el INTI, piensa el
gobierno, si allí están La Marqueseña, El Charcote, Hato
Piñero, La Vaca, y muchísimos más, sanos, bellos, dotados de
maquinaria y tecnología y en admirable producción ? Dentro
de poco también dirá ¿para qué vamos a ponernos a gastar
plata en un desarrollo hospitalario moderno, ni en
construcciones de plantas de TV, ni en escuelas, ni en nada,
si todo está allí y nosotros le podemos poner la mano
encima? ¿Para qué somos gobierno? ¿Para qué somos mayoría?
Con la aplicación de la teoría del interés general
expuesta por el Fiscal, el gobierno arruinará todo el
aparato productivo y decretará como objetivos políticos,
todo aquello que tenga que ver con el mundo comunicacional y
radio eléctrico. Ondas, micro ondas, vatios y voltajes, en
poco tiempo también serán arrebatadas con el estilo, para
nada impecable, ni ejemplar, de un cobrador de peaje.
EL PLATO
La
Marqueseña parece que tiene otro dueño que no son
los Azpúrua. Según relata Blanco Muñoz, Chávez
sostiene que esas tierras eran de su bisabuelo y yo
quisiera saber cual es el tribunal que, aun sin que
la familia del guerrillero presente las pruebas
indispensables, negará esta versión. No es de
extrañar que Chávez monte un show con esas tierras,
las llame Maisanta, las done metafóricamente al
pueblo, aun cuando instale allí la hacienda
vacacional del caudillo, algo parecido al Camp David
de los Presidentes gringos y por razones de
seguridad, el pueblo no tenga acceso a ella. Cuando
esto suceda, el gran postre presidencial no será el
dulce de lechosa, sino LA MARQUESA DE CHOCOLATE.
Este
domingo derrita en una taza de leche 175 g de
chocolate y déjelo enfriar. Bata aparte un cuarto de
kilo de mantequilla sin sal, cuando esté cremosa
añada dos tazas y media de azúcar, cuatro yemas de
huevo y la taza de chocolate. Arme la marquesa
intercalando trescientos g de plantillas con la
crema obtenida hasta llegar a la última capa que ha
de ser de crema. Adorne con cerezas o con fresas. Al
terminar de armarla, llévela a la nevera hasta el
momento de servirla.
Cómala
como postre de una comida recia de verdad, pensando
que lo que se nos viene encima, no es concha de
ajo.
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EL CONVITE
Creemos que el CNE tomó debida nota de la orden que
diera Diosdado Cabello: queremos todos los escaños de
la Asamblea, todos. El ministerio electoral, Smarmatic
y los otros factores, ya actúan para cumplir la orden.
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