Definitivamente
nada, pareciera detener al presidente Chávez en su delirante fantasía de
liderazgo internacional. Desde su rudimentario e hipócrita discurso
antiglobalización, pasando por su demagogia antineoliberal, hasta sus ganas de
bañarse en una playa boliviana. Todo ello a través de muchas horas de vuelo,
de cumbres, de declaraciones, de vedetismo; para que en el fondo la política
exterior venezolana de hoy sea casi similar a la de Carlos Andrés Pérez, la
única diferencia es el Airbus.
El
ridículo internacional que hace el presidente Chávez, nos causa mas risa que
pena; sin embargo no deberíamos subestimar la voluntad y el empeño que Chávez
le pone a su inconsciente aventura. De La Rúa y Sánchez de Lozada, son trofeos
de la llamada caza antineoliberal y antiimperialista que Chávez reivindica sin
rubor alguno; una gracia que por cierto le ríe, la tarifada, complaciente y
antinorteamericana izquierda europea.
La
crisis de gobernabilidad que sufre Venezuela, hubiera llevado a cualquier
gobernante sensato a prestarle mayor atención a los asuntos internos de su
país; sin embargo la cruzada internacional de Chávez, es un asunto personal.
En ese sentido, busca captar toda la atención, cuando por ejemplo demanda de
forma enérgica una salida al mar para Bolivia, e inmediatamente vienen Fidel
Castro, Carter y Kofi Annan al unísono a apoyar y propulsar la demanda de
Chávez. Los trapos rojos, como que no son solo para la oposición.
Por
cierto que hablando de mar, Paraguay tampoco tiene; ¿le hará? Chávez una
demanda enérgica a los dignatarios de Brasil y Argentina, dado que son estos
dos países, los que le bloquean a los guaraníes su salida al mar.
Ahora
bien, y ¿el pueblo venezolano qué pinta en todo esto? ¿Podría la oposición
jugar un papel más activo en la política exterior venezolana? ¿Será que la
gente de Salas Romer, y Primero Justicia, así como los neoadecos, neocopeyanos,
los ex irenistas, ex chavistas, ex samán de güeristas y afines, no tienen ni
un proyecto ni un plan de política exterior? Algo que rompa con ese complejo de
superioridad regional, que cual virus habita desde hace tiempo en la cabeza de
nuestros vernáculos líderes políticos.
Así
las cosas, entre los retos y tareas, del gobierno que reemplazaría al de
Chávez estará el replantearse el papel de Venezuela en el ámbito
internacional, al tiempo que sería de primer orden reafirmar nuestra vocación
y voluntad en favor del progreso social, y la profundización de los valores
democráticos. Así como también, resolver las divisiones y conflictos que se
hayan creado.
Por
lo pronto, guardemos la esperanza que la presente cumbre de Monterrey sea la
última en que los venezolanos se hagan
representar por personajes retrógrados,
divisionistas y vanidosos.
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