La desafortunada situación
política del país invita a profundas reflexiones, pero sobre todo
a ideas, planes y acciones. Ante todo hay que reconocer las
realidades, bastante evidentes a más de un mes del fraudulento
plebiscito del 15A, de otro modo no se podrá diseñar estrategias
para mejorar dicha situación y seguiremos dando cabezazos contra
una pared bastante dura, algo que reflejaría un masoquismo de
nuestra dirigencia y sociedad en vista de la escasas perspectivas
de éxito del camino actual.
La primera realidad
visible es que el grupo opositor no es monolítico como el
oficialista, sino que –por la misma variedad de los integrantes de
la CD- está compuesta de partidos y organizaciones con distintas
percepciones de la situación, con cada agrupación pensando
primero en favorecer sus propios intereses. El resto es pura
retórica politiquera, típica de nuestra tendencia inmadura a
ignorar la realidad y a tener actitudes ingenuas, quizás para
esconder alguna inconsciente sensación de inferioridad. Así las
cosas, será difícil luchar contra un sector que dispone de casi
todo el poder y sus recursos, a menos que haya una
consolidación de partidos y una dirigencia unificada con un líder
visible. Esto significa, en la práctica que tendrían que
desaparecer los partidos minúsculos que integran la CD para dar
lugar a un solo partido de oposición, o a lo sumo dos:
uno de centro-izquierda (AD, MAS, etc.) y otro de centro-derecha (PJ,
COPEI, etc.), que acuerden un programa mínimo y una alianza
electoral para esta contienda. Este esquema de dos partidos
opositores sería incluso preferible después, para no quedar en la
misma polarización extrema que existe hoy, con los partidos
centristas coincidiendo luego en determinados puntos y discrepando
en otros, uno de ellos sería el fiel de la balanza, para no
provocar una indeseable inmovilización o confrontación. Es obvio
que habría una resistencia a desaparecer y aceptar otros líderes,
pero dada la actual circunstancia y el fracaso experimentado hasta
el presente, la racionalización de partidos se impone como una
necesidad impostergable, a menos que quieran seguir siendo
dominados por el sector oficialista.
Una segunda
realidad es que, si sigue la tendencia visible en estos momentos,
-con una división casi pareja sobre la abstención y la
participación en la regionales- se presentará el peor escenario
posible a fines de octubre, o sea que la oposición llevará
sólo una fracción de sus partidarios a votar, perdiendo
seguramente en la elección todas las gobernaciones y alcaldías
que tenía antes de esos comicios. Esto es tan obvio que
extraña que no haya habido una reacción ante este probable hecho y
no se haya diseñado una estrategia acorde con esta debilidad. Con
un sector que tiene una posición tentativa y ambigua respecto a
esas elecciones, hay una confusión mayúscula en la mente de los
votantes que se oponen al gobierno, justamente lo que quería el
lado oficialista para relegitimar sus mandatarios regionales y
locales, y arrebatarle los cargos que actualmente conserva la
oposición. Por esto, se impone una definición clara de la actitud
opositora para que pueda haber un apoyo total equiparable al que
se demostró el 15A, o incluso mucho mayor, para que esos
comicios se conviertan en un SEGUNDO REFERENDO REVOCATORIO y sean
la prueba fehaciente del fraude electrónico perpetrado el 15A. Si
está claro que las condiciones seguirán iguales a las de esa
infausta fecha, sin posibilidad de abrir las cajas al final para
hacer un escrutinio manual, es evidente que no se puede ir a las
elecciones, pues se validaría un triunfo seguro del oficialismo y
su posterior hegemonía. Pero si hay un acuerdo firme sobre exigir
el escrutinio manual, entonces habrá que ir con todos los hierros
para propinarle nuevamente una paliza al sector oficialista. Este
es un reto importante e inaplazable de la oposición, al cual debe
dársele la máxima prioridad y atención, preferiblemente antes de
que termine septiembre, para tener un mes completo de campaña,
aunque al final se ordene la abstención completa si no hay
garantías al menos para permitir revisar las cajas del voto
manual. Esto puede hacerse incluso mientras se prueba
definitivamente el fraude a instancias nacionales e
internacionales.
La tercera
realidad que habría que reconocer es que la dirigencia opositora
actual ha sido demasiado desorientada, sin estar a la altura de
las circunstancias. Este mea culpa ya se ha asomado en
diferentes artículos de opinión, pero no basta la admisión sino
que habría que proceder de inmediato a la conformación de
nuevos cuadros directivos, que inspiren más confianza que la
vieja guardia, sin que ésta desaparezca sino que aporte su
experiencia y consejo en momentos difíciles, como un equipo
asesor. Ya han aparecido algunos dirigentes jóvenes con capacidad
y coraje para liderar esta nueva etapa de confrontación y debería
dejársele esos espacios a la nueva generación. Unas primarias o
unas encuestas objetivas ayudarían a despejar el panorama para
otorgarles rápidamente cierta legitimidad y liderazgo. Además de
esa dirigencia joven, con caras nuevas, sería conveniente formar
un “bloque femenino de protesta”, sector donde incluso se ha
notado mayor unidad de propósito y acción, ya que muchos estamos
convencidos que este bloque podría lograr más que la dirigencia
masculina en manifestaciones de calle, en vista de la ventaja y
motivación que tienen como madres y esposas, y en razón de su
sexo, siempre más respetado en una sociedad latina. Lamento
admitirlo, pero los hombres hemos sido más perezosos en realizar
las ciertas tareas opositoras y no hemos tenido el mismo coraje y
constancia que han demostrado nuestras gallardas y sacrificadas
féminas, que son las que más siente y sufren la actual
inestabilidad. Debemos convencernos que para cambiar la
situación, se necesitará de una participación mayoritaria y activa
de jóvenes y mujeres.
Otra triste
realidad es que los grupos opositores tienen poco poder real, con
la AN, el TSJ y la FAN apoyando al régimen, más ahora con el
supuesto “triunfo” del NO en el RRP, por más fraudulento que haya
sido. Se impone la penetración a esos espacios de poder para
tratar de revertir esa situación. La gente que integra esos entes
seguramente son familiares o amigos de opositores, por lo que
habrá que utilizar esas relaciones en una campaña de
convencimiento para tratar de cambiar la actitud de
parlamentarios, magistrados y militares para que dejen de
apoyar incondicionalmente a un régimen ilegítimo. Es importante
darse cuenta que con algunos de esos funcionarios que cambien de
bando, o que al menos se muestren neutrales para que cumplan su
función imparcialmente, podría cambiar radicalmente la situación
de desventaja actual opositora, y otro gallo cantaría. Por ejemplo
con un puñado de parlamentarios neutrales u opositores, se
frenaría la aprobación de leyes nocivas para el país, y con un TSJ
más equilibrado se podría lograr un juicio más imparcial sobre
importantes decisiones, como la impugnación del RRP o juicios
justos a políticos opositores. Obviamente esta campaña debería
hacerse a bajo perfil, o incluso calladamente, para no crear
suspicacias y reacciones desfavorables que podrían incluso
empeorar nuestra situación, ya que el oficialismo podría hacer lo
mismo para captar líderes opositores. Debemos dejar de anunciar
todo lo que pensamos hacer, sea para lograr protagonismo o para
recibir publicidad gratuita, pues esta es una actividad típica al
estilo de una resistencia activa.
Se ha acusado a
la oposición de no tener un plan alterno en caso de las cosas
vayan mal. Es hora de tenerlo pero no de divulgarlo,
pensando en que el oficialismo no tiene escrúpulos para utilizar
todos los recursos del poder y cualquier trampa –legal o ilegal-
que tenga a la mano, ya que la justicia no funciona en el país o
está controlada por el Poder Ejecutivo. Así, es hora de ser menos
ingenuos y más previsivos ante las batallas que se avecinan, a las
cuales habrá que ir con la confianza de que nos asiste la razón y
la moral, y que triunfa no sólo el que planifica y persevera, sino
el que actúa con suficiente flexibilidad para ajustarse a la
compleja y cambiante situación política. Esto implica también
tratar de penetrar mucho más en los sectores populares para
concientizarlos sobre las ventajes del proyecto opositor, dado
que es más realista y factible a largo plazo al estar liderado por
los más preparados, de modo que tiene más probabilidades de
resultar en un mayor bienestar para todos, y especialmente para
dichos sectores.
Con estos
análisis realistas y sus respectivas iniciativas, probablemente no
se resolverán todas las facetas de la crisis en que está sumergida
la oposición después del chasco del 15A, pero al menos ésta
participará en la confrontación que se avecina con más confianza y
entusiasmo. En fin, necesitamos: reconocer las realidades,
cimentar la unidad, designar un nuevo liderazgo, captar recursos
valiosos, penetrar en los sectores populares y tener planes de
contingencia inteligentes y ocultos, de otro modo el 31-O será
otra triste debacle que nos dará pesadillas por mucho tiempo.
Mejor prevenir que lamentar, pero sin demoras, pues el tiempo
apremia.