Cuando
estudiaba sociología del conflicto, ninguno de mis dos
profesores - ambos colombianos - osaban hablar de “el
guerrillero como actor”. A mí siempre me pareció pertinente,
pero por el respeto de la cátedra nos limitábamos a escuchar
teoría sobre los movimientos sociales y luchas armadas. En
las clases se discutían textos como “Revolución y rebelión”
de Charles Tilly, “Sociedades y Terrorismo” de Michel
Wieviorka, “Terorismo y modernidad” de Paul Wilkinson, “El
terrorismo contra el Estado” de Bertrand Badie, “Las
Estrategias Comunicacionales y la construcción de la
identidad y los efectos del zapatismo en el espacio publico
mejicano” de Elin Emilson, los movimientos urbanos en Brasil
y finalmente, la “Reflexion sobre el nacimiento de las
guerrillas colombianas” de Daniel Pecaut. Confieso que estos
textos, por el contenido y rigor documental, nos hacían
soñar con un cambio positivo. Hoy en día su lectura es
urgente en Venezuela.
De Cinismo nunca
nos hablaron, nos hablaron de hombres, de ideas, de respeto,
de estrategia, de la Convención de Ginebra, de la ética de
la comunicación y de sus límites. En fin fue un buen curso.
Entre estudiantes se hablaba de Afganistán y del guerrillero
como un elemento de transformación social. Entre ellos Ahmed
Chah Massoud, el comandante Massoud, comandante de la
Alianza del Norte de Afganistán, una guerrilla que luchó
contra la ocupación soviética y contra el régimen de los
talibanes. Su sobrenombre de “León de Panchir”, provincia
del este del Afganistán, que traducido del persa al español
significa el que guía espiritualmente, lo convirtió
en una leyenda . Musulmán convencido, nunca se apartó de su
religión para acabar con los mismos musulmanes extremistas.
En julio de 2000 recibió una delegación de mujeres y firmó
la carta de derechos fundamentales de la mujer afgana.
Por su estilo elegante y de buen estratega, lo llegaron a
invitar al Parlamento Europeo de Estrasburgo en el 2001, por
iniciativa de su presidenta de la época, Nicole Fontaine. El
comandante Massoud fue asesinado el 9 de septiembre de 2001;
dos días antes que tumbaran las torres del World Trade
Center. En muchas oportunidades denunció el peligro que
constituía Osama Ben Laden. En 2003,
el correo francés crea una estampilla con su efigie. Es la
única personalidad extranjera que ha recibido ese honor.
Su respeto por
las mujeres fue una constante en su vida. Su esposa Sediqa
Massoud escribió un libro en su honor. En este libro, ella
hace un recuento de sus conversaciones con Massoud, los
proyectos de sus hijos y de su país. Massoud nunca secuestró
mujeres, ni traficó con drogas. Podríamos escribir más sobre
sus logros en el plano de la resistencia, de su hermano;
actual vice presidente de Afganistán, de sus negociaciones
con Andropov y la búsqueda de la paz. Pero lamentablemente
la inversión de valores es tal en Venezuela, que se llora a
los delincuentes, se esconde a los narcos, y se aplaude a
los traidores que financian a las Farc. La invitación es
pues a revisar una disciplina apasionante como la sociología
del conflicto para digerir el cinismo del gobierno
venezolano, su apreciación de un guerrillero, líder negativo
como lo fue Raúl Reyes y la posibilidad de crear en cada uno
de nosotros un transformador social.