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Lo del 15 de agosto (I)
RAZONES DE LA DUDA
por Alexis Márquez Rodríguez

miércoles, 18 agosto 2004


Es absolutamente razonable que haya cundido la duda ante los resultados del referendo revocatorio del domingo 15 de agosto, anunciados por el presidente del CNE en la madrugada del lunes. La duda abarca una amplia gama de venezolanos, desde los que aseguran categóricamente que hubo fraude, hasta los que sólo expresan una sospecha. Con el agravante de que, contra lo que comúnmente ocurre, la sospecha aumenta cada día, en vez de irse disipando.
Son muchas las razones de la sospecha. Todo comienza cuando el presidente Chávez se manifiesta tercamente opuesto al referendo consultivo, que fue la primera carta que jugó la oposición. Esa vez logró su objetivo por medio de una decisión tramposa del Tribunal Supremo de Justicia. Entonces Chávez alegó que lo razonable era esperar la oportunidad legal para solicitar el  referendo revocatorio. Pero cuando la oposición optó por este, Chávez, contradiciéndose ­-lo que es habitual en él­, se empeñó de nuevo  tercamente en evitarlo a toda costa. Comenzó entonces una larga cadena de trampas, obstáculos, marramucias, pillerías, ventajismos y demás tracalerías, destinado todo ello a impedir el referendo. Para eso se valió de los demás órganos del poder público obsecuentemente puestos a su servicio, en particular la Asamblea Nacional, cuya omisión, sin duda acordada de antemano, permitió el nombramiento, jurídicamente chimbo, por el Tribunal Supremo del CNE, formado por tres miembros incondicionales y sumisos a Chávez, y dos identificados con la oposición, estos dos, por cierto, los únicos que tenían amplios conocimientos y experiencia en materia electoral.
Desde el comienzo de la actuación del CNE, lo que ya se perfilaba como una disposición a impedir a toda costa la realización del referendo fue recrudeciendo cada día, pues aquel amañado organismo no tuvo el menor disimulo en demostrar que estaba puesto allí con el deliberado propósito de lograr ese objetivo. Pero la oposición supo ir desbaratando cada obstáculo que se le oponía. Todo el mundo sabe ­porque, repito, actuaban con inaudito descaro­ cómo el CNE fue imponiendo normas ilegales y provocadoras, destinadas a manejar el proceso con un evidente ventajismo, pero también a provocar que la oposición desistiera de participar en el revocatorio. Lo más tramposo y provocador fue la manera, evidentemente aviesa, como se manejó lo relativo a la recogida de las firmas para solicitar el referendo.
No hay duda de que, ante la forma como la oposición fue removiendo obstáculo por obstáculo, lo cual hacía pensar que sería imposible evitar el referendo, la artera troika oficialista en el CNE, seguramente apremiada por el propio Chávez y sus peones, tuvo que concebir la carta final: el fraude. Pero no hay duda de que todo lo actuado hasta ese momento ya era parte del mismo. Por eso creo que no hay que calificar de fraudulento sólo el conteo de los votos y la adulteración del resultado, anunciado por Carrasquero entre gallos y medianoche, pues ese conteo no fue sino la ejecución material de lo que desde mucho antes estaba decidido si no se lograba evitar el referendo, y si este se perfilaba a cierta hora del domingo como una derrota para Chávez.
Todos estos hechos, por cierto, son ampliamente conocidos por Carter y por Gaviria,  por lo que es inexplicable, por decir lo menos, que en su juicio  sobre el resultado del referendo los hayan omitido, así como omitieron también toda consideración sobre el descarado y obsceno ventajismo del gobierno en pleno durante la campaña electoral, lo cual, como es obvio, sería también parte  del fraude denunciado por la oposición. Como lo es asimismo la forma brutal como se intimidó a los votantes potenciales por el SÍ, en especial a los empleados públicos, sobre todo a los que firmaron pidiendo el referendo. Por eso ya no es asombro, sino indignación lo que produce la cínica afirmación de Carter de que ellos no percibieron ningún tipo de intimidación.   
Ante tal cúmulo de hechos, todos incontrovertibles, pues ocurrieron a la vista de todo el mundo, ¿cómo sorprenderse de que miles o millones de venezolanos duden de la veracidad de los resultados oficiales del referendo, y sospechen que el 15 de agosto hubo un gigantesco y descarado fraude, para evitar la revocación del mandato presidencial de Hugo Chávez? Todo esto, en fin, conduce a la conclusión de que la duda es más que razonable. Y, como antes dije, esa duda aumenta cada día, pues van apareciendo pruebas irrefutables de lo que la gente sospecha, particularmente contundentes las de tipo técnico, que convierten  muchas de aquellas dudas en firme convicción.
Quede claro que yo no soy de los que dudan o sospechan, pues desde la madrugada del lunes estoy totalmente convencido de que hubo un fraude escandaloso, bastante parecido,  por cierto, al perpetrado por Pérez Jiménez en noviembre de 1952, del cual tengo perfecta memoria.

P. S. Mucha gente, como es explicable, se refiere con indignación, al 15 de agosto. Sugiero  que la parte siniestra de todo lo ocurrido la ubiquemos el 16 de agosto, y no el 15, pues este fue un día de gloria, cuando la gente se sobrepuso a todos los inconvenientes e incomodidades, muchas de ellas intencionales tratando de quebrar su civismo, para demostrar su coraje y su conciencia democrática. Reivindiquemos el 15 como día de júbilo, y estigmaticemos el 16 como el día de la ignominia.                                                              Imprima el artículo Subir Página