A
medida que se ha ido agravando la crisis de gobernabilidad,
igualmente se han ido degradando las propuestas, se han
acrecentado los extremismos y sus respectivas formas de violencia
antidemocrática; en consecuencia - paradójica e insoportablemente
para muchos - se hace hoy más que nunca necesario hacer política;
y me refiero a la política como el arte de reflexionar y debatir
el mejor uso que se le debe dar a las inmensas riquezas de un
país, así como su justa y equitativa repartición, otorgándole a
todos por igual las mismas oportunidades.
La
persistente crisis de nuestra clase política, junto a la rochela e
irresponsabilidad del grueso del electorado, nos fueron
conduciendo hasta el borde del abismo. Si bien, no somos un pueblo
suicida, no nos queda otra que despertar y dejar atrás esa apatía
política, para inmediatamente comenzar a mirar cuales son los
líderes emergentes, cómo se compone la nueva clase política y lo
más importante, cuál es su mensaje.
Personalmente, de las nuevas generaciones de políticos espero – en
un primer tiempo - una mayor comunicación, junto a una mejor
transmisión de ideas y pensamientos. Por ahora, solo se perciben
posturas ante hechos específicos derivados del diario combate
contra el nefasto régimen de Hugo Chávez, quien a su vez, no solo
representa a una nueva generación política, sino que llegó al
poder en hombros de muchos treintañeros dizque brillantes.
Así las cosas, ha llegado el momento para osar, inventar y
proponer, abandonando la insoportable pereza intelectual de la
cual no logran – o no quieren – zafarse los partidos
tradicionales, es urgente hacerlo antes que estos retomen el poder
solo por la nostalgia de un electorado que perdió toda esperanza y
que a su vez se siente temeroso y desorientado ante el futuro.
Pero por lo pronto, la nuevas generaciones políticas se le están
presentando a los venezolanos como unas simples maquinas de
producir candidatos presidenciales. Es necesario que los nuevos
políticos - chavistas y de oposición - planteen cual es su visión
del mundo, su doctrina, su proyecto, su programa.
No
basta, con tan solo esgrimir títulos obtenidos en las
autoproclamadas catedrales académicas vernáculas; que sin mayor
probidad se erigen como cunas de excelencia automática, ni por
fugaces experiencias en alguna de nuestras poco competitivas
empresas privadas nacionales, no se trata de un casting
curricular.
Es
preferible interrogar a los líderes emergentes, y saber qué
piensan respecto a temas tales como: educación, juventud,
ecología, aborto, mundialización, igualdad de sexos, drogas,
política petrolera, política exterior venezolana, entre otros.
Cual será el rol o la presencia del Estado en la Venezuela del
futuro, la modernización del aparato del Estado; cual integración
económica, MERCOSUR, Pacto Andino, o todo lo contrario; la lucha
contra la pobreza y el desempleo, el acceso a los bienes
esenciales para la mayoría de la población, mantener o no, la
gratuidad de los principales servicios públicos (educación, salud,
justicia, seguridad); la defensa de nuestras fronteras, en
particular ante la amenaza guerrillera y del narcotráfico. Saber
si están dispuestos a tomar como medida primaria el establecer la
equidad, buscando eliminar la pobreza en cualquiera de sus formas;
reformando los mecanismos de formación de riqueza que hasta ahora
venían funcionando, por una mejor repartición de la riqueza no
solo a partir del empresariado nacional, sino de las propias
empresas del Estado, en particular PDVSA.
Lo
antes dicho es igualmente valedero para la llamada sociedad civil,
la cual a través de un emergente y significativo numero de
asambleas de ciudadanos, junto a otras ONG, se aprestan a formar
parte del fenómeno de la democratización de la política, es decir,
que el arte y el oficio de la política dejó de ser un asunto
reservado solo a ciertos elegidos, a una élite, a un cogollo. Lo
que no tiene cabida en éste movimiento es el hipócrita discurso de
la antipolítica, pero ese es otro tema.
La
nueva generación de políticos debe abandonar la pose y la
sondeodependencia y asumir el momento histórico con coraje; se
hace urgente, el explicarle a la gente que existen alternativas,
que tenemos el derecho a tener ambiciones y que nuestro destino
como nación está en nuestras manos. Que se puede dejar atrás la
violencia, la corrupción terminal, el populismo, el caudillismo y
el vedetismo.
