Salvo
los propios participantes nadie conoce a ciencia cierta de qué se
habló, en que tono y que se acordó – si es que se acordó algo - en
la reunión Chávez-Cisneros-Carter. De los tres personajes,
conocemos bien a Chávez, igualmente conocemos a Carter no solo
como el expresidente de los EE-UU. sino en sus labores al frente
del Centro Carter, institución especializada en la mediación y la
solución de conflictos; pero de Gustavo Cisneros, en realidad y en
profundidad los venezolanos sabemos muy poco, salvo ser un magnate
de las comunicaciones e hijo de Don Diego Cisneros; es decir,
conocemos poco sus ideas, por cuanto no es precisamente alguien
que hable, ni escriba mucho; no sabemos si es adeco o copeyano; en
el ámbito empresarial igualmente sin mayores detalles sabemos que
ha tenido éxito en algunas empresas, y que no le ha ido muy bien
en otras; pero igualmente es poco lo que sabemos sobre sus
capacidades negociadoras o conciliadoras en situaciones de
carácter pura y eminentemente político.
Conversando sobre el tema con un amigo periodista francés, éste me
comentaba un tanto con sarcasmo que todo era culpa de la religión
“catódica”, que los venezolanos practican fielmente pasando horas
y horas de sus vidas frente al televisor; fue mirando a la TV que
los venezolanos descubrieron a Chávez, es a través de la pantalla
chica que el presidente Chávez gobierna; y Cisneros a su vez es el
propietario del canal de mayor audiencia.
Y
aquí entre nosotros amigos y amigas lectores, qué
representatividad tiene Cisneros, ¿será que los venezolanos de
tanto ver televisión le hemos de manera tacita otorgado plenos
poderes al señor Cisneros? Y entonces el próximo paso sería
convertirlo en el Berlusconi venezolano. En fin, ese es tema para
otro artículo; sigamos con los supuestos intríngulis de la reunión
en Fuerte Tiuna.
A
la conversación con el amigo periodista francés, la cual
llevábamos a cabo en un pequeño café en la rue de Grenelle donde
nos reunimos con relativa frecuencia, se incorporó un conocido en
común, que trabaja como consejero en el Quai D’Orsay. La
última vez que habíamos coincidido, conversamos sobre el papel
primordial que jugó Francia en la salida de Aristide de Haití. Al
verme, e inmediatamente recordando nuestro último encuentro, me
preguntó; ¿y qué le parece a tu presidente Chávez, que hasta Lula
mandó tropas a Haití?
Sin responderle, le dije que estábamos hablando de la sorpresiva
reunión Chávez-Cisneros-Carter, y luego de explicarle quien era
Cisneros y de contarle lo poco que sabíamos de la misma, me dijo;
por lo que me cuentas, esa reunión se parece muchísimo a la
reunión que en Diciembre pasado tuvieron en Haití, el escritor
Regis Debray, la hermana del para aquél entonces ministro de
exteriores francés Dominique de Villepin y el propio Bertrand
Aristide. En dicha reunión se le presentaron a Aristide múltiples
y contundentes pruebas en su contra por corrupción y tráfico de
drogas, entre otras evidencias igualmente comprometedoras; y le
petit president seguía duro e inmutable, mientras su país se
desangraba. Los mediadores franceses fueron frontales, y sin pelos
en la lengua, le habrían dicho a Aristide que sino firmaba la
renuncia, vendrían los Marines, que estaban au coin de la rue
esperando le feu vert.
Dicho esto, por lo pronto el caso Venezuela, no se asemeja en nada
al caso Haití, los que están esperando que les den luz verde no
son los GI, sino millones de venezolanos dispuestos a revocarle el
mandato a Chávez el próximo 15 de agosto, y ese es un poder de
fuego democrático superior al de los Marines que bajo el auspicio
de la ONU intervinieron en Haití.
Si
bien, la reunión en Fuerte Tiuna, así como los detalles de la
misma sobre los cuales especulamos se asemejan mucho a los
detalles concretos que se desprenden de la reunión en Puerto
Príncipe, se desglosa una sutil diferencia; mientras los EE.UU.
recurren a un magnate criollo de la TV para reuniones de alto
gobierno, Francia para los mismos fines recurre a un escritor; en
fin cada país con sus respectivos valores.
Por lo pronto, de seguir los venezolanos sin conocer los detalles
de la reunión en Fuerte Tiuna, el histriónico Chávez no tardará en
explotar a su favor la intriga, y nos va a terminar contando que
entre otras cosas, al final de la reunión Cisneros se le acercó y
le dijo al oído; “Hugo préstame cuatro fuertes ahí que estoy
ladrando”
