Anoche
soñé con el referéndum, ayer también. La verdad es que desde hace
dos semanas sueño que estoy esperando en fila para votar, que soy
miembro de un grupo de observadores, que asisto a un acto de
celebración o que intento conciliar a grupos antagónicos a las
puertas de un centro de votación. Jamás he soñado que estoy en las
oficinas del consulado venezolano, al contrario, me suelo ver en
el boulevard de El Cafetal, el liceo Fermín Toro o en el Poliedro.
El asunto me resulta extraño, pues luego de siete años viviendo en
Miami debería tener al menos una imagen onírica de Brickel Avenue,
pero no, cada noche estoy de vuelta en Caracas rodeado de voces,
colores y lugares familiares. Quizás tengan razón quienes dicen
que en sueños visitamos los lugares que más añoramos.
También puede
ser, como decía Carl Jung, que los sueños nos sirvan para
compensar las cosas que perdimos, para anunciarnos ciertos
eventos, para hablarnos de los arquetipos que gobiernan nuestro
inconsciente, y sobre todo, nos ofrecen símbolos y claves para
conocernos a nosotros mismos pues nos hablan de una energía que
llevamos dentro.
Cuando recuerdo
mis sueños frente a la taza de café, a veces me pregunto ¿qué
habrán soñado anoche mis amigos caraqueños? ¿y mis colegas de la
radio, la señora Isabel que vende el periódico en San Luis, la
gente que declara todos los días en los medios, los dirigentes de
la Coordinadora Democrática y el Comando Maisanta? ¿Y Mendoza, y
Rangel, y Chávez (siempre Chávez, como si fuese el eje de todo
este vértigo)?
¿Recuerda usted
lo que soñó anoche?
Puede ser que en
estos días de denuncias, encuestas, negociaciones y
movilizaciones, hablar de los sueños sea de una candidez supina,
rayana en la estupidez. O quizás sea la manera de ver este trance
desde un lugar donde reinan las fuerzas más primitivas y
profundas, en lugar de los intereses y las conveniencias. En
último caso, si buscamos analizar estos días echando mano de la
psicología social, la racionalidad estadística o las cuadraturas
astrológicas ¿qué tiene de malo explorar el inconsciente
individual y colectivo?
Por supuesto que
no seré yo quien intente hacer una interpretación de los sueños en
esta columna, que muy claras tengo mis limitaciones intelectuales
e inexperticia en este terreno. Pero se me ocurre, simplemente por
probar, que nos detengamos un momento a pensar en esas puertas
escondidas que nos abren un mundo donde las opiniones y las
seguridades quedan a merced del magma de la psique, en un orden
difícil de explicar con simples coordenadas. Al menos para mi, los
sueños han sido una fascinante manera de entender mejor cómo estoy
y qué me sucede, así que no deseche como lagañas esas imágenes que
quedan flotando en los primeros minutos de la mañana.
Es más, ¿se atrevería a
comentarlos con el vecino, o el compañero de trabajo? ¿qué tal si
hay ciertas similitudes, algunas imágenes comunes? Incluso,
llevando el asunto a terrenos de la fantasía y el absurdo, ¿se
imagina que consultáramos los sueños de quienes manejan
(concientes, a veces inconscientes) el devenir de nuestra
inmediatez?: Señor Rodríguez, en su calidad de rector y psiquiatra
¿podría contarnos su sueño de anoche y cómo lo interpreta?
Gobernador Mendoza ¿tiene sueños multitudinarios o consigue en
ellos un momento de soledad? Vicepresidente ¿ha sentido la
intervención norteamericana en sus imágenes oníricas?
Con tanta presión, ruido
mediático y polarización, cuando hasta el humor pareciera tomar un
tono grave, de repente esta puede ser una válvula de escape o un
buen microscopio. Quizás hasta sirva para tomar decisiones en
estos tiempos definitorios.
Y si todo esto le parece muy
new age o inútil, les aseguro que es una excelente herramienta
para el levante. Nada más efectivo que decirle a esa persona a
quien le tenemos ganas anoche soñé contigo.
