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Puertas escondidas
por Eli Bravo

viernes, 5 agosto 2004


Anoche soñé con el referéndum, ayer también. La verdad es que desde hace dos semanas sueño que estoy esperando en fila para votar, que soy miembro de un grupo de observadores, que asisto a un acto de celebración o que intento conciliar a grupos antagónicos a las puertas de un centro de votación. Jamás he soñado que estoy en las oficinas del consulado venezolano, al contrario, me suelo ver en el boulevard de El Cafetal, el liceo Fermín Toro o en el Poliedro. El asunto me resulta extraño, pues luego de siete años viviendo en Miami debería tener al menos una imagen onírica de Brickel Avenue, pero no, cada noche estoy de vuelta en Caracas rodeado de voces, colores y lugares familiares. Quizás tengan razón quienes dicen que en sueños visitamos los lugares que más añoramos.

            También puede ser, como decía Carl Jung, que los sueños nos sirvan para compensar las cosas que perdimos, para anunciarnos ciertos eventos, para hablarnos de los arquetipos que gobiernan nuestro inconsciente, y sobre todo, nos ofrecen símbolos y claves para conocernos a nosotros mismos pues nos hablan de una energía que llevamos dentro.

            Cuando recuerdo mis sueños frente a la taza de café, a veces me pregunto ¿qué habrán soñado anoche mis amigos caraqueños? ¿y mis colegas de la radio, la señora Isabel que vende el periódico en San Luis, la gente que declara todos los días en los medios, los dirigentes de la Coordinadora Democrática y el Comando Maisanta? ¿Y Mendoza, y Rangel, y Chávez (siempre Chávez, como si fuese el eje de todo este vértigo)?

            ¿Recuerda usted lo que soñó anoche?

            Puede ser que en estos días de denuncias, encuestas, negociaciones y movilizaciones, hablar de los sueños sea de una candidez supina, rayana en la estupidez. O quizás sea la manera de ver este trance desde un lugar donde reinan las fuerzas más primitivas y profundas, en lugar de los intereses y las conveniencias. En último caso, si buscamos analizar estos días echando mano de la psicología social, la racionalidad estadística o las cuadraturas astrológicas ¿qué tiene de malo explorar el inconsciente individual y colectivo?

            Por supuesto que no seré yo quien intente hacer una interpretación de los sueños en esta columna, que muy claras tengo mis limitaciones intelectuales e inexperticia en este terreno. Pero se me ocurre, simplemente por probar, que nos detengamos un momento a pensar en esas puertas escondidas que nos abren un mundo donde las opiniones y las seguridades quedan a merced del magma de la psique, en un orden difícil de explicar con simples coordenadas. Al menos para mi, los sueños han sido una fascinante manera de entender mejor cómo estoy y qué me sucede, así que no deseche como lagañas esas imágenes que quedan flotando en los primeros minutos de la mañana.

Es más, ¿se atrevería a comentarlos con el vecino, o el compañero de trabajo? ¿qué tal si hay ciertas similitudes, algunas imágenes comunes? Incluso, llevando el asunto a terrenos de la fantasía y el absurdo, ¿se imagina que consultáramos los sueños de quienes manejan (concientes, a veces inconscientes) el devenir de nuestra inmediatez?: Señor Rodríguez, en su calidad de rector y psiquiatra ¿podría contarnos su sueño de anoche y cómo lo interpreta? Gobernador Mendoza ¿tiene sueños multitudinarios o consigue en ellos un momento de soledad? Vicepresidente ¿ha sentido la intervención norteamericana en sus imágenes oníricas?

Con tanta presión, ruido mediático y polarización, cuando hasta el humor pareciera tomar un tono grave, de repente esta puede ser una válvula de escape o un buen microscopio. Quizás hasta sirva para tomar decisiones en estos tiempos definitorios.

Y si todo esto le parece muy new age o inútil, les aseguro que es una excelente herramienta para el levante. Nada más efectivo que decirle a esa persona a quien le tenemos ganas anoche soñé contigo.                                                    Imprima el artículo Subir Página