Alguna
vez he escrito que el objetivo estratégico del terrorismo no
es, en primera instancia, matar mucho, sino matar mucho para
poder socializar el terror. A partir del momento en que el
miedo se instala en el seno de una sociedad democrática, y
con él se instala la incertidumbre sobre la seguridad (tal
vez el bien más preciado de una sociedad libre), se inician
casi en paralelo los mecanismos de restricción democráticos.
Podríamos decir, pues, que en la base de la actuación
totalitaria del terrorismo, lo que hay, por encima de todo,
es la voluntad de destruir los principios de la libertad. Y
son las sociedades libres las que tienen que lidiar con el
difícil reto de no caer en la trampa que el totalitarismo
nos plantea, mientras aumentamos seriamente nuestros niveles
de seguridad. Este equilibrio, que Tony Blair ha encarado
desde el primer día del atentado, con una notable capacidad
de liderazgo, es la clave para conseguir el doble y
necesario objetivo: vencer al terrorismo y no destruirnos en
el proceso. Es un debate complejo, con muchas ramificaciones
incómodas, entre ellas la necesaria pero siempre polémica
ampliación de la capacidad de actuación policial.
Personalmente
me centraré en un aspecto de este debate que ya había
tratado en otras ocasiones refiriéndome a los derechos y
deberes de los inmigrantes que llegan a nuestra sociedad,
muy especialmente de los inmigrantes de cultura islámica: el
control de los líderes religiosos radicales. Es decir, las
actuaciones que la sociedad democrática tiene que llevar a
cabo para garantizar la libertad de culto y su naturaleza
multireligiosa, y a la vez, la protección decidida contra
aquellos que usan a Dios para enseñar a odiar a los otros, a
denigrar la libertad, despreciar a las mujeres y amar a la
muerte. Un imán que reza con su gente un viernes en una
mezquita, es un hombre que trabaja la trascendencia
espiritual de forma colectiva. No solo no es una amenaza,
sino que enriquece la pluralidad. Pero, contrariamente, un
imán que, mientras reza con su gente, usa el nombre de Dios
para destruir al sistema de libertades donde vive, es un
militante y un ideólogo, en este caso de una ideología
totalitaria. Ergo, es un enemigo. A partir de aquí, su
mezquita ya no es un lugar de culto, sino un foco de
reclutamiento, adiestramiento y lobotomización de
ciudadanos. Como tal, la sociedad democrática tiene que
detectarlo, neutralizarlo y defender a los ciudadanos de su
trabajo destructivo. ¿Cuántos años hace que algunos avisamos
en este sentido? ¿Tenemos que recordar que en mezquitas de
Barcelona se reclutaban a ciudadanos para luchar en
Afganistán a favor de Al Qaeda? ¿Recordamos que uno de los
primeros que murieron en Iraq contra los aliados, era un
ciudadano de Barcelona? No deja de ser fatigante, como
mínimo para los que lo hemos escrito mucho y claro,
contemplar la sorpresa general de nuestras sociedades por el
hecho de que los terroristas ingleses hubieran nacido en
Inglaterra. ¿Qué nos esperábamos? ¿De qué nos sorprendemos?
¿por qué teníamos que suponer que el integrismo islámico no
reclutaría a su gente en el seno de nuestras sociedades,
donde precisamente el sistema de libertades les garantiza
una extraordinaria capacidad de movimientos? Aún peor, muy a
menudo los forma, los prepara, les da la técnica y la
capacidad e incluso los subvenciona. El asesino del cineasta
Teo Van Gogh recibía subvenciones del gobierno holandés y en
el juicio, mirando cara a cara a la madre de Teo, le espetó
su desprecio: “no me das pena, porqué eres una infiel”.
¿Cómo es posible que aún no lo veamos? Cuando oí al ministro
del interior español, justo después de la petición de Blair
de controlar a los imanes radicales, diciendo en gramática
políticamente correcta que “esto no lo haremos en España
porqué respetamos la libertad de culto”, tuve la impresión
de ser gobernada por auténticos imbéciles. O, peor aún, por
honestos ilusos, cuya ingenuidad nos va a resultar
destructiva. Perdonen que caiga en la tentación de
autocitarme, pero viene al caso. Como dije años ha, no hay
peor ignorante, que un ignorante sincero. No, señor
ministro, no. No se trata de libertad de culto, ni tiene
nada que ver con ningún proceso romántico de emancipación de
los pueblos, ni estamos ante libertadores generosos, cuya
desesperación los lleva a entregar la vida. El asesino de
Teo no luchaba por el hambre en Africa, ni debía saber que
en Zimbabwe están destruyendo miles de casas en un proceso
brutal e impune de represión generalizada. Los asesinos de
Madrid no tenían como finalidad la liberación de ningún
pueblo, sino muy al contrario, los movía la lucha por un
régimen donde ninguna libertad fuera posible. Y, como
resulta evidente, los terroristas de Al Zarqabi no luchan
por la libertad de Iraq, sino para someter a su población a
un régimen tiránico. ¿Eran los talibanes unos libertadores?
¿Lo es Al Qaeda? A pesar de la obviedad de la respuesta
negativa, nuestra sociedad continua destilando este tipo de
discurso paternalista y romántico que dibuja a los
terroristas como si fueran una especie de herederos de las
épicas revolucionarias del pasado. Muchos intelectuales y la
mayoría de políticos de la izquierda, en la propia España,
se han lanzado improvisadamente y a la carrera a analizar el
fenómeno terrorista islámica, un fenómeno que hasta ahora –a
pesar de las decenas de muertes que acumula en años de
asesinatos- no les había preocupado. Demasiado entretenidos
machacando a Israel y a Estados Unidos. En este análisis
improvisado, casi ninguno de ellos se ha sacado la boina del
Che Guevara y, lo que es peor, han traspasado la boina a Bin
Laden. Mitos de libertarios contra la opresión imperialista,
héroes que se juegan la vida, y el imperio, que siempre
contraataca. El débil luchando contra el fuerte…
El mundo es muy injusto y una parte sustancial de las
injusticias son culpa nuestra. El pensamiento crítico, no
solo es necesario, sino que es imprescindible. Pero todo
esto, que tiene sentido desde la perspectiva de la defensa
democrática, no tiene nada que ver con el integrismo
islámico y con la guerra que nos declaró ya hace muchos
años. No estamos ante pobres, sino ante estructuras muy
ricas, sustentadas por países y por fortunas perfectamente
delimitadas, y que, de momento, actúan con total impunidad.
No estamos ante una lucha de liberación. Muy al contrario,
estamos ante una lucha para destruir la libertad. No estamos
ante pueblos que se enfrentan al imperialismo. ¿Qué
imperialismo asesinaron en Amia, en Buenos Aires? ¿Qué
imperialismo, entre las decenas de muertos en Bali? Y ello
con un añadido: el imperialismo más contundente, destructivo
y, en estos momentos, efectivo es justamente el que profesa
el Islam integrista. Vayan ustedes a las madrazas coránicas,
desde Malasia hasta el Sudán, desde el Pakistán hasta Siria.
No estamos ante un hecho religioso. Estamos confrontados a
una ideología totalitaria que usa la religión para destruir
las mentes. Si no entendemos el fenómeno como una ideología
supranacional, totalitaria de base y nihilista de convicción
y perfectamente asentada en estructuras de poder, no
entenderemos nada. Podemos ir a Iraq y volver, podemos sacar
las tropas o volverlas a llevar. Podemos portarnos tan bien
que cada día pidamos perdón, como parece que hace Zapatero
cada par de semanas. Hasta incluso podemos hacer
malabarismos en la plaza pública, a ver si nos alquilan en
algún circo. Pero nada de lo que hacemos tiene que ver con
los intereses del nihilismo integrista. Usan causas
concretas más o menos vistosas, pero la única causa que les
mueve es la Revolución islámica. Y la guerra la declaran por
esa causa. Desde hace décadas. Por mucho que los muertos
anteriores a Madrid o a Londres no los hayamos querido
contar. Por mucho que nunca nos hayan conmovido las víctimas
desde Buenos Aires hasta Jerusalén, desde Kenia hasta
Turquia. Es la historia de Europa, mirar hacia el otro lado
cuando el totalitarismo nos planta cara. Chamberlain creía
que podía pactar con el diablo. Hasta que el diablo atacó
Londres…
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Pilar Rahola es periodista, columnista de
El País de Madrid y de varios medios catalanes, además
de comentarista política en su propio programa de
televisión. Fue diputada a las Cortes por el Partido
Esquerda Unida de Cataluña. http://www.pilarrahola.com/ |
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