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Cuando los políticos pavimentan
nuestro
infierno 
por Lucy Gómez

viernes, 10 septiembre 2004


Una de las escenas más exitosas del cine cómico es aquella en donde un vendedor envuelve a un pobre cristiano con su labia y logra que le compre lo que sea. Una muestra de cuan fascinante nos resulta ese sketch es que aún hoy en la TV hay espacios destinados a vender durante horas un nuevo aparato para hacer ejercicios, un sostén que nos dará dos tallas más de busto o un nuevo juego de cuchillos que nunca perderá el filo. La estrella del programa es siempre uno de estos vendedores, que es capaz de embobarnos y hacer temblar nuestra tarjeta de crédito una y otra vez.

 

Así está el elector venezolano. Después de encontrarle defectos graves a un carro recién comprado el 15 de agosto, quién nos los vendió   se molesta porque recurrimos   a hacer efectiva la garantía. Como si no fuera con él, presiona y habla rapidito para que no le devolvamos el carro, ni lo denunciemos a la policía. Es más, su atrevimiento llega a extremar la insistencia en que nos compremos otro carro más de la misma marca, con las mismas condiciones de pago y de uso, para pasear los fines de semana. Como compradores hemos sido tan amables, tan gentiles, tan perfectamente inocentes, que nos convertimos en objeto de deseo para este vendedor que no soporta la idea de no hacernos caer una vez más. De la misma manera, el sistema político en su conjunto vende hoy las elecciones regionales a millones de votantes de oposición como algo inevitable, inescapable y deseable. No soportan no tenernos en su mano.

 

Si para los políticos profesionales lanzar sus candidaturas en el universo del Registro Electoral venezolano es riesgoso, porque no sé que van a buscar en alcaldías donde en las últimas elecciones votaron más personas que habitantes, para los venezolanos de a pie lo es más. Vamos a comprar por segunda vez en un año un modelo de carro que ya nos salió con frenos defectuosos y un volante que vira cada vez más al autoritarismo, sin tener posibilidad de recurrir a la garantía.

 

Para colmo , el ciudadano  que pensaba que  la actitud del vendedor inescrupuloso iba a ser sancionada por los otros vendedores, se encontró  con que los demás quieren seguir vendiéndonos  también el mismo modelo, tratándonos de convencer que no llegarán más  carros  hasta dentro de  dos años, que es éste o nada, que no vamos a poder movernos si no compramos éste, que es nuestra  última oportunidad, que tiene ya  una lista de compradores, que si no nos decidimos nos vamos a quedar sin nada y otros trucos más, conocidísimos de su oficio. Por lo visto, están más pendientes de sus comisiones que de nosotros. A lo máximo que llegan es a prestarnos unos abogados que están en la etapa de probar si se puede recurrir a la garantía de la primera compra y el camino se nos hace cada vez más pedregoso, porque hasta los fiadores que nos buscaron ellos mismos para vendernos más rápido el carro, se dieron la media vuelta y se fueron tras decir que nada probaba que el carro estuviera malo.

 

Ustedes me dirán. ¿Y es tan necesario andar en carro? ¿No se puede andar a pie, en autobús, en metro? Dejar de pasar por la calle donde están las ventas de carros. O dedicarse a aprender a montar en bicicleta (ojo que todas estas son soluciones pacíficas y no pasan porque el comprador monte en cólera y actúe en consecuencia cuando se de cuenta que lo están tratando como un estúpido al que poder ordeñar periódicamente)

 

No, en Venezuela, no. Todo el mundo confunde la comodidad, el bienestar y la prosperidad del ciudadano de a pie, con la lealtad a la patria, la defensa del sistema democrático, el bien común, la libertad de Venezuela, etc., etc.
Todavía no oigo al primer político preocupado en verdad por el voto limpio. No se han planteado ni una manifestacioncita, un saboteo en orden al CNE, nada.  Todos están haciendo cálculos para ver si pueden lanzar su candidatura sin paracaídas.

 

Por eso tengo la impresión increíble de que todos los políticos venezolanos, de un lado y del otro nos engañan. Increíble, porque todos tienen cara de buena gente, de preocupados por su pueblo, se abrazan con los niños y las viejitas, o se las encuentran de madrugada, como el Presidente Chávez, que vive en eso. Algunos lo hacen con las mejores intenciones, de esas que pavimentan el camino del infierno.

 

Los chavistas, del Presidente para abajo, no defienden siquiera a un partido, es decir el ejercicio de políticas públicas referidas a una ideología con el fin de conducir un país. Defienden algo que está más arriba en la escala de las soluciones nacionales, una revolución. Los más radicales, una iglesia. Acabo de oír a un jovencito chavista en TV diciendo que a Chávez lo puso donde está Dios, no el pueblo.

 

Esos criterios los justifican para atropellarme si no estoy de acuerdo con ellos en género, número y caso. Para sacarme de mi trabajo si estuviera en la administración pública, para presionar a mis jefes para que me boten si estoy en la empresa privada, para decidir que mi bienestar es  ser cada día  tan pobre como  el resto de la población, ya que mis aspiraciones  de tener una hermosa casa, suficiente dinero y excelentes universidades para que estudien mis hijos son consideradas complacientes con el imperio y contrarrevolucionarias, a menos que  se las deba a la bondad del comandante por los servicios prestados al proceso.

 

Los de oposición, se la han pasado ocultándome cosas. Como por ejemplo sus divisiones internas, la incapacidad evidente de sus representantes en el CNE, Ezequiel Zamora y Sobella Mejías, que fueron incapaces de darse cuenta del incremento inusitado de la población electoral en las poblaciones donde se iba a votar manualmente. Por lo menos si no iban a hacer nada, podían haber avisado a los demás a ver si a otro se le ocurría algo. Creo que las representantes femeninas en el CNE podían haber dedicado más tiempo al espionaje industrial que a la peluquería.

 

Hubo un pescueceo constante de algunos de sus líderes de papel frente a las cámaras, que debilitó mucho su credibilidad y que fueron incapaces de evitar. No han explicado la desaparición de sus líderes fundamentales en momentos clave ni la aparición de otros, destinados al sacrificio de la transición como Pompeyo Márquez. La relación de la alianza opositora con cadáveres políticos como Pedro Carmona, Carlos Ortega, Carlos Fernández nunca se explicó bien y cualquiera que preguntase mucho era mirado con sospecha o tildado de chavista infiltrado.

 

Y ahora se exhibe impúdicamente  la nueva raza, de aquellos que a toda costa quieren ir a las regionales  en las condiciones que sea, tipo Francisco Arias Cárdenas o  Claudio Fermín, que en su última entrevista  en el Nacional, dice que no se puede exigir cosas imposibles al CNE, como cambiar su directiva y que la votación sea manual. No, lo único posible en estas circunstancias y que no dudo que sea lo serio para él ahora, es negociar un cargo haciendo de «muchacho bueno» porque para él es más importante la supervivencia de su especie que imponderables como la terquedad del venezolano medio en tener un sistema democrático que funcione como es. Por eso su posición como líder de la  oposición con la que quiere contar el chavismo es repetida y alabada  varias veces al día por el Canal 8, como ejemplo  patente que sí existen escuálidos decentes que opinan al igual que el gobierno, que no hubo fraude y que no hay siquiera que averiguarlo.

 

A propósito, en ese mosaico de la Coordinadora me hace gracia Copei, cuyo candidato a la alcaldía de Baruta, Pedro Pablo Fernández, dijo que se lanzaba para que no hubiera un vacío en la zona y no dejarle el camino abierto a Simón Pestana, el candidato revolucionario. Y ha guardado un prudente silencio desde que apareció de nuevo en escena Henrique Capriles Radonski, el alcalde que ha vuelto de los sótanos de la Disip.

 

En fin, hemos descubierto que los expertos en hacer escenarios de la Coordinadora nunca previeron un fraude, que Súmate se dejó meter el dedo, que los negociadores trataron a la contraparte como caballeros y no como lo que son. Y que según la mayoría de la dirigencia opositora, hay que ser realistas e ir a las regionales, hay que ser demócrata y convalidar el sistema, hay que darles otro cheque en blanco porque son «buena gente" y "actúan por nuestro bien". A todos ellos, nuestros políticos, les damos las gracias por dejarnos existir y tenerlos a ellos de conductores. Parecieran merecerse unos a otros, chavistas y opositores.

Pero ya no quiero quedarme en ese autobús, para seguir con las metáforas de la industria automovilística. ¡Yo me quiero bajar!                Imprima el artículo Subir Página