No se deben ocultar los
peligros que confronta la realidad nacional. El intento de
una minoría por imponer un nuevo modo de vida a una
mayoría es uno de los más inminentes. La obsesión de una
autocracia con tendencias totalitarias de querer dominar
los más diversos espacios de la sociedad, entre los que no
vacilamos en ubicar en lugar destacado la violación a la
Constitución, así como utilizar al TSJ y a una Asamblea
Nacional que poca representatividad tiene para darle visos
de legalidad a los atropellos que se le ocurren al híper-líder
presenta peligros que están a la vista. Ninguna sociedad
se deja aplastar sin luchar. Esta es una suerte de ley
social.
Cuando observa que el
autócrata y sus acólitos mas cercanos pregonan que ellos
tienen un proyecto socialista y para nada toman en cuenta
que esa tendencia fue derrotada el 2D de 2007 y en la
actualidad tiene un rechazo superior al 80% no puede menos
que repetir hasta el cansancio que ello constituye un
peligro.
Esta realidad no puede ser
ocultada esgrimiendo la existencia de un magnicidio y
muchísimo menos resolverse sobre la base de la acusación
de golpista o desestabilizadores. Los principales
golpistas son los que se ubican al margen de la
Constitución, rompen con el estado de Derecho y establecen
una especie de ley de la selva a la medida de los que
están mandando apoyados en una legalidad ilegítima como la
que están estableciendo.
Hay que hablarle claro al país
para que tome conciencia de lo que está aconteciendo, para
que acelere su unidad más amplia y una organización
flexible capaz de derrotar estas políticas.
No vacilo en reconocer que la
unidad nacional que se debe estructurar, partidos,
gremios, sociedad civil en general es para derrotar estas
políticas, para establecer una convivencia democrática de
los venezolanos y venezolanas, para preservar la paz y
hacer respetar a la Constitución y a los resultados
electorales. Al referirnos a estos últimos es indudable
que Chávez ha traspasado la “raya amarilla”. Que intenta
descalificar al voto, que se siente minoría y acosado por
mil problemas provocados por su errada actuación que
desconoce a la realidad nacional y lee muy mal lo que
sucede en la esfera internacional.
La autocracia es derrotable.
El porvenir de Venezuela es vivir en un régimen
democrático con justicia social. Querer trasplantar a
nuestro país un modelo cubano fracasado a lo largo de 50
años es un camino equivocado. La más amplia unidad
nacional para salvar a la sociedad venezolana es un
imperativo que se cumplirá. Sólo se necesita una dirección
política que lo comprenda.