He
aprendido a lo largo de mi vida que cada sociedad se
plantea las tareas que su desarrollo y progreso exigen. El
actual régimen se ha convertido en un grillete para esa
evolución. Precisamente he aquí entonces los verdaderos
contenidos revolucionarios. La humanidad marcha hacia la
liquidación de la pobreza, hacia la igualdad de géneros
(marchaba con un sólo pie, la incorporación de la mujer
acelera su desarrollo social); hacia la defensa del medio
de ambiente, entre otras grandes metas del milenio
trazadas por Naciones Unidas.
En esa perspectiva de
desarrollo es un gravísimo error querer construir el
porvenir sobre la base de la destrucción de todo lo
existente. Ello constituye un retroceso. Lo que arroja la
experiencia es conservar aquellos avances que se venían
teniendo y proyectarlos hacia nuevos estadios de
desarrollo. Por ejemplo, querer desconocer lo que la
sociedad venezolana venía avanzando y querer borrarlo en
bloque es un primitivismo, es involucionar. Tomemos varios
datos: los progresos en educación, el aparato productivo
que se iba desarrollando, los avances en el campo, el
salto contra el centralismo y el caudillismo que significó
el proceso de descentralización, de la elección de
gobernadores, alcaldes y juntas parroquiales. Había nuevas
exigencias que superaran la llamada partidocracia, la
corrupción, el burocratismo, lo atinente al poder judicial
y a las cárceles, Y así sucesivamente.
Se requería de nuevos avances,
de corrección de vicios y de soluciones de los nuevos
problemas que el bolsón de miseria y de pobreza planteaba.
Eso fue el ofrecimiento de Chávez.
Pero ahora vemos lo contrario:
un autocratismo militarista, querer aplastar el pluralismo
y la descentralización. A nombre de un “socialismo del
siglo XXI” que reproduce casi al carbón los monstruosos
errores del culto a la personalidad, del centralismo y de
querer barrer con todo el pasado. En fin, del llamado
“asocialismo real”, cuyos restos quedan en Cuba y en Corea
del Norte.
Nada de lo que acontece en la
India, en China, en Vietnam; nada de lo que sucede en
América Latina (Brasil, México, Chile) se quiere
reconocer. Se le da una lectura al revés. Decir que los
avances son sin inversión nacional y extranjera, al mismo
tiempo que se combate al capitalismo salvaje, es ponerse
de espalda a la realidad.
Bien, termino este comentario
señalando con el énfasis necesario que es indispensable
derrotar esta involución histórica. Y que ello debe
hacerse al mismo tiempo que nos preparamos para las
elecciones de noviembre cuando debemos presentar
candidatos idóneos, de consenso y con propuestas que
recojan las principales necesidades de esas comunidades
regionales y locales.