Cuando
leemos u observamos las descripciones que hace Chávez y
quienes respaldan su gestión incondicionalmente nos
topamos con una Venezuela color de rosas, donde todo
marcha a la perfección. Esta imagen sube de tono cuando se
trata de periodistas, escritores y artistas invitados que
se alojan en hoteles cinco estrellas y se movilizan en
lujosos vehículos. Se puede entender cómo desde estas
alturas la distorsión del país resulta algo natural y los
sufrimientos que padecen la inmensa mayoría de sus
pobladores pueden ser atemperados, “racionalizados”.
Escribo con
propiedad. Fui visitante de la URSS y de las llamadas
democracias populares. No debo dejar de repetir el impacto
que produjo en mí el Informe Jruschov que en ese momento
ejercía el cargo de Primer Secretario del PCUS y de Primer
Ministro de la URSS, donde denunciaba los crímenes de
Stalin y los fracasos de numerosos planes de gobierno. Me
encontré con el hecho de la certeza de las denuncias
contra el régimen y la calificación de agentes de la CIA,
de antisoviéticos, de quienes las hacían. Debo confesar
que los denunciantes se quedaron cortos. El caso de China
fue distinto. Hubo períodos de profundas críticas a lo
actuado. El desbordamiento en los crímenes y fracasos
acentuados se produce durante el “salto adelante” y la
“revolución cultural” cuando el fanatismo y el sectarismo
dominan la acción de los comunistas chinos. La
rectificación no se hizo esperar, aun cuando perduren
métodos represivos como sucede en el Tibet.
El
contraste con esa visión idílica que pregonan Chávez y sus
seguidores es la Venezuela real. No quiero repetir lo que
significa el culto a la personalidad. Es perverso. Y lo
cual hace recordar al siglo XIX así como los
totalitarismos del siglo XX, que se derrumbó después de
la segunda mitad del siglo.
Estamos en
presencia de una autocracia militarista. Las instituciones
todas han sido destruidas. El autócrata no tiene
contrapeso. Se reproduce que el Estado, el gobierno, la
fuerza armada, el partido, las finanzas públicas y pare
usted de contar se encuentran en una sola mano: la “¡del
líder!” La “revolución”, “la patria”, el pueblo, es él.
.Estas son
las situaciones. No entremos a contabilizar ésta o aquella
obra. Si las comparamos con el volumen de recursos que ha
manejado Chávez es insignificante lo realizado. La
corrupción es la principal “obra”, la que más consume
recursos.
En estas
condiciones es una suerte de diálogo de sordos conversar
con quienes piensan a lo Chávez. Y esto debe ser superado,
para encontrarnos todos los demócratas.