Hemos
escrito que este es el siglo de las democracias de
avanzadas con justicia social. Las metas del Milenio que
han trazado las Naciones Unidas constituyen por sí todo un
programa de lucha por la justicia social, por el respeto
de los Derechos Humanos, por la Defensa del Ambiente, por
la igualdad de Géneros y lo que apunta contra el
capitalismo y el estatismo salvajes la lucha contra la
pobreza, enmendar el tipo de crecimiento que ha
predominado hasta hoy para convertirlo en un modelo de
desarrollo económico-social con justicia social. Esa gran
lacra de millones de seres humanos que viven en la más
absoluta pobreza tiene que desaparecer en este Milenio y
cuanto antes. Existen fechas: el 2020 es una. China y la
India, por ejemplo, han reducido, entre las dos, más de
300 millones de seres en pobreza crítica. Esa gran masa de
pobreza crítica que existe en el mundo es una condena a la
manera como se ha concebido el avance hacia el progreso.
Un punto clave que está en el
centro del debate es cómo impedir que vuelvan los
totalitarismos a dominar la escena. Los totalitarismos
tipo los hitleriano o staliniano o pinochetista, para
citar tres ejemplos clásicos del siglo XX. Eso coloca el
tema de la libertad de expresión, del pluralismo, del
respeto a las minorías, de los medios de comunicación, en
fin del funcionamiento democrático de las sociedades como
una aspiración que debe conquistarse, como lo han hecho
sociedades de avanzada.
Estas sociedades como las
nórdicas son, hoy, minorías. O países como los europeos,
en especial aquellos que sufrieron los efectos perversos
de los totalitarismos nazi-fascistas-falangistas, o sea
Alemania, Francia y España, con derivaciones hacia el
resto de Europa. O el totalitarismo comunista de Stalin en
la URSS y países del Este de Europa. O el totalitarismo
que se ejerce en Cuba y que trata de ser trasladado a
Venezuela, incluso sin tomar en consideración lo que esta
sucediendo en la Isla con motivo de la separación del
poder de Fidel.
Estos totalitarismos han sido
objeto de estudios, se han creado escuelas o laboratorios
de investigación social como el de la doctora Arend, cuyo
libro sobre los “Orígenes del totalitarismo” se ha
convertido en una referencia obligada. O las nuevas
promociones de investigadores que queremos simbolizar en
el lado latinoamericano en el chileno Fernando Mires.