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El librito rojo
por Pompeyo Márquez  
jueves, 30 agosto 2007


Es ineludible referirse a Chávez. Su carácter autocrático resalta cada vez que habla y lo hace burlándose de todo el país, incluidos chavistas. Por eso el cambio de Constitución y de régimen no deben ser rechazados sólo por opositores. No es un problema de la oposición sino de toda una sociedad que va hacia una bancarrota que debemos detener.

Amenaza con un “libro rojo”, manda al diablo a una mayoría que muestra desacuerdo con puntos fundamentales de su propuesta. La lógica de Ismael García es irrefutable: Chávez estuvo más de seis meses redactando este mamotreto inconstitucional y presiona para que se apruebe en tres meses sin que le quiten “ni una coma”. Mayor desprecio hacia una Asamblea que representa al 18% de los electores (hay diputados que no encarnan ni siquiera la voluntad del cinco por ciento). Es una mascarada lo del “parlamentarismo de calle”. ¿Para qué?, si el mandamás “ordenó”.

El miedo al debate, al juego democrático, es visible, no puede permitir una votación separada. Sabe que está “muerto” con la reelección perpetua, con la “nueva” geografía del territorio donde concentra más y mas poderes. No puede oír lo de la doble vuelta en la elección de los poderes, comenzando por la presidencia de la República y es impensable que establezca una ley como la que rigió la elección de los presidentes Lula y Uribe que limitaba los abusos de los recursos del Estado en favor del presidente-candidato. Así cualquiera gana elecciones.

Chávez quiere imponer a la brava “su país”. Se quiere ilustrar que lo que existe es solamente propuesta No es cierto. Esta otra: la de un país democrático, con pluralidad, descentralizado; con respeto a la disidencia, con elecciones libres, con un aparato productivo basado en la inversión del Estado, la inversión nacional y la extranjera. Un país alejado de todo pensamiento único, de todo centralismo, de todo autocratismo. Con separación de poderes y elecciones libres. Con justicia social para todos y no la utilización de la lucha contra la pobreza para tener una masa cautiva que le doy asistencia, becas, recursos si se pone una franela roja y acepta el “librito rojo” incondicionalmente. Un país sin odios, reconciliado nacionalmente, donde superemos la inseguridad, el desempleo, la corrupción administrativa dejada a la libre con la modificación del art. 141. Un país soberano, que no se doblega ante un pensamiento extranjero y se coloca de rodillas ante un jefe extranjero como Fidel. Un país con relaciones internacionales soberanas sin injerencias en otras naciones, sin el descaro de utilizar la petrochequera para humillar a otros pueblos necesitados de solidaridad.

Le digo a todos mis compatriotas: es el momento de escoger entre estas dos visiones.

El músculo democrático se pondrá en tensión. Existen suficientes reservas para derrotar a este engendro de cambio de la Constitución.

 
 

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