Es
ineludible referirse a Chávez. Su carácter autocrático
resalta cada vez que habla y lo hace burlándose de todo el
país, incluidos chavistas. Por eso el cambio de
Constitución y de régimen no deben ser rechazados sólo por
opositores. No es un problema de la oposición sino de toda
una sociedad que va hacia una bancarrota que debemos
detener.
Amenaza con un “libro rojo”,
manda al diablo a una mayoría que muestra desacuerdo con
puntos fundamentales de su propuesta. La lógica de Ismael
García es irrefutable: Chávez estuvo más de seis meses
redactando este mamotreto inconstitucional y presiona para
que se apruebe en tres meses sin que le quiten “ni una
coma”. Mayor desprecio hacia una Asamblea que representa
al 18% de los electores (hay diputados que no encarnan ni
siquiera la voluntad del cinco por ciento). Es una
mascarada lo del “parlamentarismo de calle”. ¿Para qué?,
si el mandamás “ordenó”.
El miedo al debate, al juego
democrático, es visible, no puede permitir una votación
separada. Sabe que está “muerto” con la reelección
perpetua, con la “nueva” geografía del territorio donde
concentra más y mas poderes. No puede oír lo de la doble
vuelta en la elección de los poderes, comenzando por la
presidencia de la República y es impensable que establezca
una ley como la que rigió la elección de los presidentes
Lula y Uribe que limitaba los abusos de los recursos del
Estado en favor del presidente-candidato. Así cualquiera
gana elecciones.
Chávez quiere imponer a la
brava “su país”. Se quiere ilustrar que lo que existe es
solamente propuesta No es cierto. Esta otra: la de un país
democrático, con pluralidad, descentralizado; con respeto
a la disidencia, con elecciones libres, con un aparato
productivo basado en la inversión del Estado, la inversión
nacional y la extranjera. Un país alejado de todo
pensamiento único, de todo centralismo, de todo
autocratismo. Con separación de poderes y elecciones
libres. Con justicia social para todos y no la utilización
de la lucha contra la pobreza para tener una masa cautiva
que le doy asistencia, becas, recursos si se pone una
franela roja y acepta el “librito rojo”
incondicionalmente. Un país sin odios, reconciliado
nacionalmente, donde superemos la inseguridad, el
desempleo, la corrupción administrativa dejada a la libre
con la modificación del art. 141. Un país soberano, que no
se doblega ante un pensamiento extranjero y se coloca de
rodillas ante un jefe extranjero como Fidel. Un país con
relaciones internacionales soberanas sin injerencias en
otras naciones, sin el descaro de utilizar la
petrochequera para humillar a otros pueblos necesitados de
solidaridad.
Le digo a todos mis
compatriotas: es el momento de escoger entre estas dos
visiones.
El músculo democrático se
pondrá en tensión. Existen suficientes reservas para
derrotar a este engendro de cambio de la Constitución.