En la vida
política venezolana podemos encontrar una constante: el
rechazo a la formación de partidos políticos
gubernamentales construidos desde el poder, con los
recursos del Estado y con la preeminencia del presidente
de la república, de sus ministros, en particular del
ministro del interior, y bajo la presión hacia los
empleados públicos.
Hoy contemplamos el mismo
espectáculo elevado a la N potencia. Es el propio
presidente el que traza los lineamientos del partido
oficial, el que fija los plazos de su fundación. Por
cierto que esta vez tuvo que alargarlos. Frenar un tanto
su voluntarismo, uno de los rasgos más resaltantes de sus
actuaciones, y entrar a considerar un debate donde brotan
la variedad que se puede encontrar en el chavismo:
elementos de derecha, autoritarismo, militarismo,
dogmáticos del socialismo, creyentes en la revolución,
demócratas. Al analizar a los grupos gobernantes podemos
encontrar todos estos componentes. Es conveniente no dejar
de tomar en consideración tal abigarramiento.
La experiencia indica lo
nefasto que resulta este tipo de partido oficialista. Sólo
nos vamos a referir a los contemporáneos, tomando como
punto de partida 1936. Las Cívicas Bolivarianas de López
Contreras; el Partido Democrático Venezolano (PDV) de
Medina; el Frente Electoral Independiente (FEI) de Pérez
Jiménez. Todos estos partidos desaparecen al caer los
gobiernos a los cuales servían .En cuanto AD y COPEI
tuvieron otros orígenes, aún cuando crecen como partidos
nacionales desde posiciones de poder. Y los desgasta hasta
llevarlos a la situación actual su comportamiento como
gobierno.
Lo del partido único de la
revolución que Chávez pretende crear sobre los restos de
partidos que lo vienen apoyando, liquidando en la práctica
a sus dirigentes en una molienda que no les deja opciones
sino la de sucumbir a su concentración de poder.
Termino: la simbiosis
gobierno-partido, más el culto a la personalidad, son
experimentos totalmente fracasados en el mundo.
Constituyen aberraciones dañinas para el funcionamiento
democrático de la sociedad y si a eso agregamos que
vivimos en una autocracia militarista ese partido único
sólo servirá para aplastar cualquier disidencia que se
atreva a alzar la voz para hablar, por ejemplo, de
pluralismo, de “socialismo democrático”, de respeto a la
minoría. El futuro de este partido se puede vaticinar
desde ahora: una sola voz de mando, habló el comandante,
habló el líder.