"Si las fuerzas de
combate rusas quieren erigir bases en Venezuela,
son bienvenidas"
Hugo Chávez,
Moscú, 22 de julio de 2008
No habían transcurrido cuarenta y ocho
horas desde que en su programa dominical acusara a la
oposición venezolana – mayoritaria según los resultados
del 2 de diciembre pasado y aún más mayoritaria hoy, según
todas las encuestas serias – de "vende patria", para que
corriera a echarse a los brazos de Putin y le ofreciera en
bandeja de plata un territorio que no es de su propiedad
privada sino de veintiocho millones de venezolanos para
servir de base de operaciones a las fuerzas armadas rusas.
Rebajándose al nivel del más insólito rastrerismo, no sólo
ha ofrecido un cheque por treinta mil millones de dólares
para mantener con vida la industria armamentista rusa y
hundir en la más espantosa miseria a la población
venezolana. Se ha rebajado al nivel de Cuba, una isla
miserable, gobernada por una satrapía hereditaria,
despótica y dictatorial, para hacer yunta en la
provocación de la ex Unión Soviética contra los Estados
Unidos.
Esta provocación provocaría risa – y
seguramente en todas las cancillerías occidentales estarán
reventándose de hilaridad - por su absoluta
impractibilidad, si no nos ofendiera y humillara a los
niveles que supone. ¿Qué ciudadanía es ésta gobernada por
un psicópata de este jaez? ¿Qué clase de oposición es la
que guardará silencio ante un acto de tamaña
irresponsabilidad internacional? ¿Hemos regresado al
terciario político y nos hemos reconvertido en una
república bananera?
La proposición es tan absurda y tan ridícula
que no admite más que dos o tres posibles
interpretaciones, obviando la que se cae de maduro: Chávez
está verdaderamente desquiciado. La primera: vuelve a
jugar al enfant terrible y a provocar la paciencia de
quienes siguen atendiendo al consejo de ese embajador de
triste memoria, que le recomendaba a su Departamento de
Estado atender a lo que hace, no a lo que dice. La
segunda: sacudirse el estigma de derrotado rastacueros,
que arrastra desde que el rey Juan Carlos y el presidente
Uribe lo dejaran en pelotas. La tercera: sacudir la
modorra nacional y levantar polvareda, a ver si la derrota
de noviembre no alcanza las cotas de desastre nacional que
ya auguran las encuestas.
De todas las posibles interpretaciones la más
factible es la primera: Chávez es un pobre caudillo
irresponsable, desenfadado y delirante. Además de
ignorante a más no poder. Posiblemente crea en la
posibilidad de recrear la atmósfera de la guerra fría y
rebobinar la película en cincuenta años. Sin tener la
menor idea del estado real del mundo de hoy. Cuyas más
serias cancillerías lo ven como un payaso suelto por el
mundo. Un bufón bravucón y deslenguado que pide a gritos
lo manden callar. Como en efecto.
¡Qué vergüenza verse retratado en el mundo
como súbdito de este monarca de mercado de las pulgas! ¡Y
así hay quienes nos recomiendan esperar sentados hasta el
2013! ¿Qué estarán pensando los sectores
institucionalistas de nuestra Fuerza Armada Nacional? ¿Qué
irán a comentar el ministro de la Defensa y su Estado
Mayor? Sería interesante saberlo.