La Ópera de Tres Centavos,
esa sátira brechtiana sobre la criminalidad y el
poder, le viene como anillo al dedo. Es tan analfabeta
que no debe saber ni de la obra de ni de su autor.
Pero habrá escuchado en sus enfebrecidos atardeceres
de provincia, cuando en medio del morboso sopor
cuartelero soñaba con llegar a ser un gran pelotero,
la famosa balada de Macky el cuchillero. Ese asesino,
ladrón y chulo de alcantarilla que se convierte en el
yerno del máximo rapaz londinense, el Rey de los
mendigo, Mister Peachum. A quien se le parece como una
gota de agua a otra gota de agua.
La historia lo recordará, si es que lo
hace, como una suerte de picapedrero de la política.
Tan voraz, mendaz y corrompido como un tiburón al
acecho. No azul, como el brechtiano, sino rojo-rojito.
Como Macky el cuchillero, desprendido hasta el delirio
con sus amigotes y secuaces, regalándoles dinero a
borbotones. Que como no se los ha ganado – no le ha
trabajado un día a nadie – y le pertenecen al país que
saquea, no le significan nada.
Jamás en la historia de América Latina se
saqueó tanto, tan inescrupulosa y tan descaradamente
como bajo el reinado del mister Peachum venezolano.
Los tiranos de antaño, Chapita Trujillo o Rojas
Pinilla, Somoza o Batista parecen niños de pecho.
¿Comparar a un Porfirio Rubirosa con un Diosdado
Cabello? Aquel se conformaba con ser playboy y tener
una cuenta corriente como para pavonearse con la Tza
Tza Gabor por las playas de Montecarlo. Los Rubirosa
rojo-rojitos tienen miles de millones de dólares. Son
insaciables. Y al parecer carecen de mujeres.
Jamás una mafia política como la que él
dirige con puño de hierro – versión llanera de los
gangsters de Chicago - acumuló tantos jets privados,
tantos yates, tantas mansiones. Un pobre infeliz que
apenas superaba los treinta años de edad se hizo en el
primer lustro del reinado de nuestro Mister Peachum
con dos aviones, tres helicópteros, un par de yates,
carros de lujo y mansiones en Manhattan, Madrid, Paris
y Londres. Los agentes de la justicia norteamericana
no daban crédito a lo que vieron cuando lo metieron en
una cárcel mayamera. Sus compinches, tan jóvenes como
él, tenían carros de carrera de un cuarto de millón de
dólares con los que se paseaban por las avenidas del
paraíso tropical del exilio cubano. El propio Sabaneta
Vice.
Generales y almirantes no lo han hecho
peor. Dos mil millones de dólares desaparecieron entre
las fauces de los encargados del tristemente célebre
plan Bolívar, famoso por sus millonarios cortes de
pelo, extracción de muelas y ferreterías virtuales.
Hasta una miss, amante del general a cargo, se hizo
con su fortuna y fundó su propia iglesia. El propio
latrocinio, que se ha chupado la friolera de $
750.000.000. 000.
Y ahora viene tan orondo a acusar de
ladrones a Enrique Mendoza y a Leopoldo López, a
Stalin González y a los jóvenes de la oposición. El
propio ladrón. Juzga por su condición. Olvida que como
tal será juzgado.