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Sabaneta vice                     
por Pedro Lastra  
miércoles, 13 agosto 2008


            La Ópera de Tres Centavos, esa sátira brechtiana sobre la criminalidad y el poder, le viene como anillo al dedo. Es tan analfabeta que no debe saber ni de la obra de ni de su autor. Pero habrá escuchado en sus enfebrecidos atardeceres de provincia, cuando en medio del morboso sopor cuartelero soñaba con llegar a ser un gran pelotero, la famosa balada de Macky el cuchillero. Ese asesino, ladrón y chulo de alcantarilla que se convierte en el yerno del máximo rapaz londinense, el Rey de los mendigo, Mister Peachum. A quien se le parece como una gota de agua a otra gota de agua.

 

            La historia lo recordará, si es que lo hace, como una suerte de picapedrero de la política. Tan voraz, mendaz y corrompido como un tiburón al acecho. No azul, como el brechtiano, sino rojo-rojito. Como Macky el cuchillero, desprendido hasta el delirio con sus amigotes y secuaces, regalándoles dinero a borbotones. Que como no se los ha ganado – no le ha trabajado un día a nadie – y le pertenecen al país que saquea, no le significan nada.

 

            Jamás en la historia de América Latina se saqueó tanto, tan inescrupulosa y tan descaradamente como bajo el reinado del mister Peachum venezolano. Los tiranos de antaño, Chapita Trujillo o Rojas Pinilla, Somoza o Batista parecen niños de pecho. ¿Comparar a un Porfirio Rubirosa con un Diosdado Cabello? Aquel se conformaba con ser playboy y tener una cuenta corriente como para pavonearse con la Tza Tza Gabor por las playas de Montecarlo. Los Rubirosa rojo-rojitos tienen miles de millones de dólares. Son insaciables. Y al parecer carecen de mujeres.

 

            Jamás una mafia política como la que él dirige con puño de hierro – versión llanera de los gangsters de Chicago -  acumuló tantos jets privados, tantos yates, tantas mansiones. Un pobre infeliz que apenas superaba los treinta años de edad se hizo en el primer lustro del reinado de nuestro Mister Peachum con dos aviones, tres helicópteros, un par de yates, carros de lujo y mansiones en Manhattan, Madrid, Paris y Londres. Los agentes de la justicia norteamericana no daban crédito a lo que vieron cuando lo metieron en una cárcel mayamera. Sus compinches, tan jóvenes como él, tenían carros de carrera de un cuarto de millón de dólares con los que se paseaban por las avenidas del paraíso tropical del exilio cubano. El propio Sabaneta Vice.

 

            Generales y almirantes no lo han hecho peor. Dos mil millones de dólares desaparecieron entre las fauces de los encargados del tristemente célebre plan Bolívar, famoso por sus millonarios cortes de pelo, extracción de muelas y ferreterías virtuales. Hasta una miss, amante del general a cargo, se hizo con su fortuna y fundó su propia iglesia. El propio latrocinio, que se ha chupado la friolera de $ 750.000.000. 000.

 

            Y ahora viene tan orondo a acusar de ladrones a Enrique Mendoza y a Leopoldo López, a Stalin González y a los jóvenes de la oposición. El propio ladrón. Juzga por su condición. Olvida que como tal será juzgado.

         

 
 

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