No
hay objetivo político, ni consideración ideológica, ni
intereses económicos, ni razones éticas que puedan invocarse
para justificar la apelación al terrorismo como instrumento
de lucha y del narcotráfico como fuente financiera de grupos
y personas. Juntos o por separado, están considerados como
crímenes contra la humanidad, los delitos que generan sus
acciones no prescriben y los autores reciben el repudio del
mundo entero. Gobiernos y organizaciones que apelan a estos
recursos son considerados forajidos, colocados bajo el
seguimiento de los mecanismos establecidos
internacionalmente. Quedan marcados para siempre. Es el caso
de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia FARC y
del Ejército de Liberación Nacional ELN. Hasta hace poco
nadie que no perteneciera a estas organizaciones en el
planeta tierra había afirmado lo contrario. La historia y
los planes específicos en manos de las autoridades de ese
país, ratifican la calificación recibida. Me refiero solo a
estas dos realidades porque nos afectan directamente, pero
no son las únicas. En el mundo hay otras. Contra ellas se
libran batallas existenciales definitivas.
El
Presidente de Venezuela, Hugo Chávez, no contento con haber
entregado la seguridad de los venezolanos, al designar como
ministro del interior y justicia a un hombre de las FARC, ha
negado la condición narcoterrorista que los caracteriza y le
ha pedido tanto al gobierno colombiano como a la comunidad
internacional reconocimiento, beligerancia y calificación
política de soporte a sus horrendos crímenes. No estoy
diciendo nada nuevo. Los medios de comunicación han
informado suficientemente. Todas las alarmas del tablero
están encendidas. La situación es tan grave que al ciudadano
común le cuesta asimilarla, comprender la verdadera
naturaleza del problema y reaccionar adecuadamente. No es
fácil para sociedades ingenuas y bastante desprevenidas como
las nuestras, pero la situación es real y tiende a
agravarse. Venezolanos y colombianos estamos amenazados por
igual. El narcoterrorismo de las FARC y de los elenos,
acorralado y reducido operativamente en el país vecino,
venía desplazándose peligrosamente hacia Venezuela con la
tolerancia, indiferencia o complicidad del régimen. Poco a
poco deja de ser un simple país de tránsito y circunstancial
almacenamiento de droga. Se convierte en nuevo eje de las
más perversas operaciones del crimen organizado. Hugo Chávez
los apoya, se identifica con ellos, busca respaldo en el
mundo. Él es de ellos y ellos cuentan con él para sobrevivir
y avanzar. El narcoterrorismo adquirió carta de nacionalidad
entre nosotros. Colombia, sus instituciones y su Presidente,
Álvaro Uribe, expresiones de decencia, dignidad y coraje sin
límites, son el enemigo fundamental de Chávez y las
estructuras del crimen organizado que actúan como locales en
Venezuela. “Vacilar es perdernos”. Ya basta. No hay margen
para la indiferencia. Este señor tiene que irse. El daño es
mortal para la patria.
oalvarez@telcel.net.ve