La aprobación
de las nuevas legislaciones en materia de educación,
elecciones, propiedad y tierras urbanas, así como las
reiteradas amenazas a los medios de comunicación, la
violencia física en contra de periodistas, estudiantes y
manifestantes en general, la violencia institucional
derivada del uso y del abuso del poder político concentrado
por el tirano y del dinero negro que la dictadura maneja sin
controles, ponen punto final a una etapa de rutinaria
protesta cívica contra el régimen. Es inmoral la tolerancia.
Se acelera la construcción de un “marco jurídico” apropiado
para disimular las graves violaciones a la Constitución de
la República por una parte y, por la otra, para darle piso
“legal” a las tropelías de un gobierno sin careta que roba,
mata, secuestra y amenaza a diestra y siniestra para imponer
este “socialismo” que el pueblo rechaza.
Ya basta de
quejarnos todo el día y todos los días con relación a lo
mismo. Confieso que nunca antes había visto días más
tristes, ni al pueblo tan preocupado con una mezcla de temor
y rabia, de descontento e indignación, como ahora. El abuso
descarado ha hecho posible que la rabia supere al temor y
que el rechazo a las pretensiones del régimen supere la
incertidumbre que puede generar una confrontación de
dimensiones desconocidas hasta ahora. Pero lo cierto es que
definitivamente y mientras Hugo Chávez sea Presidente, las
posibilidades de paz, de diálogo, de entendimientos sobre
los temas fundamentales, de vigencia de los principios
básicos de la democracia y de los valores sobre los que
reposa toda nuestra cultura judeo-cristiana, son imposibles.
Tampoco se puede vivir en condiciones de normalidad en la
Venezuela actual. No hay la serenidad necesaria para
alcanzar este propósito. Chávez le ha declarado la guerra a
muerte a la Venezuela decente, tanto a la civil como a la
militar. Su responsabilidad es exclusiva y excluyente por lo
que pueda suceder. Tratará de disimularla, de evadirla y
hasta de desviarla hacia sus colaboradores, pero, sin
excluir la de quienes también la tienen, no podrá hacerlo.
Arrogancia, hipocresía, cinismo, corrupción e incompetencia
acompañan este proceso de traición a la patria sin
precedentes. Hay que ponerle punto final utilizando todos
los instrumentos que la Constitución ofrece y que el Derecho
Natural consagra para la defensa de la libertad y la
dignidad de la persona humana y de los pueblos.
Con la
promulgación de la nueva ley de educación acaba de traspasar
los límites de lo tolerable. Hay que detenerlo. El abuso de
poder no ha tenido fin. Pide y toma más y más. Llegará hasta
donde lo permitamos. Está enloquecido. Llegó a creerse el
disfraz de cada día y ya no sabe si es él o uno de sus
ropajes. Estamos en una verdadera guerra. La dictadura
contra la nación. Tan criminal es quien promueve la guerra
cuando se puede evitar, como quien no la asume cuando es
inevitable. Imposible ganarla sin luchar.
oalvarez@telcel.net.ve