Estas líneas
ratifican convicciones repetidas en varias oportunidades.
Lamento haber tenido razón antes de tiempo, la mayor parte
de las veces. Allí han estado la mayoría de mis
equivocaciones. He sido mejor profeta que político. Todo
cuanto acontece era perfectamente previsible. Muchas voces
desde diferentes sectores han venido anunciando el descarado
proceso de destrucción institucional de la República. De sus
principios y valores fundamentales. La liquidación de la
democracia como sistema de vida sobre la base de la
libertad. Llegamos al final. Se acabó, aunque todavía queden
pequeñas rendijas, o “zonas de tolerancia” como
acertadamente las calificó un amigo recientemente, para
oxigenar los erosionados pulmones de quienes no se han
rendido. En Venezuela hay quienes habiendo visto no han
querido ver, oyendo no les ha interesado oír y, siendo gente
con relativo poder económico y social, han preferido
cerrarse sobre sí mismos con la ilusión de sobrevivir en
medio de la tragedia. Por supuesto, en estos diez años y
medio también ha habido recios luchadores civiles y
militares que se la han jugado completa. Allí están, como
ejemplo, en las cárceles, en el destierro, desempleados,
acosados por el régimen o simplemente ignorados por
“incómodos” hasta por algunos allegados. Hubo victorias
importantes en estos años aunque siempre faltó el remate
indispensable, gracias al freno oportunista de quienes
juegan a la política en actitud de simple sobre vivencia
dominados por el temor al futuro. Gracias a ellos en
Venezuela la inteligencia pareciera estar enferma y muchas
verdades escondidas.
Todas las
alternativas planteadas por el oficialismo, sin excepción,
apuntan a la destrucción señalada y a la implantación de un
régimen comunista a la cubana. Podemos discutir el punto del
camino en que nos encontramos, pero no el hecho, ni la
ausencia de rectificaciones posibles o propósitos de
enmienda por parte del jefe del proceso. El criminal
atentado contra de los medios de comunicación libres (TV,
radio y prensa incluidos) y las recientes actuaciones
internacionales y en contra de CEDICE y Asoesfuerzo, lo
ratifican. Es un hecho la indiscutible habilidad de Chávez
para liquidar la democracia desde la democracia misma, por
el uso fraudulento y tramposo de sus instrumentos. La
concentración total de las ramas poder público ha facilitado
la aniquilación del estado de derecho desde una legalidad
manipulada a su antojo.
Si
compartimos estas apreciaciones tan graves como elementales,
debemos aceptar que en casi once años se agotaron los cauces
normales y las gestiones políticas han fracasado casi
totalmente. La mayor tragedia de cualquier país es que su
Presidente deje de ser instrumento para resolver problemas y
se convierta en el problema mayor que debe resolverse. Lo
contrario será seguir perdiendo el tiempo y las
oportunidades. No hay más excusas para los verdaderos
demócratas, políticos o no, civiles o militares.
oalvarez@telcel.net.ve