Las cosas están mal en
Venezuela. A partir del domingo, lejos de iniciar la ruta
para revertir hacia lo positivo las negativas tendencias del
presente, se acelera el proceso que conduce hacia lo peor.
Podemos decir con razón que la votación del domingo estuvo
precedida por cualquier cantidad de vicios, irregularidades,
ventajismo descarado, uso y abuso del poder político y
económico del estado-gobierno, violencia física e
institucional. Todo ello bajo la conducción de un Consejo
Nacional Electoral groseramente entregado al régimen, ciego,
sordo y mudo ante el descaro gubernamental. Celosamente
agresivo contra los sectores democráticos que enfrentaban la
propuesta reeleccionista, pero no merecedor de la confianza
general de la población. Nadie podrá convencerme de la
transparencia de un registro electoral permanente
envenenado, al menos hasta que sea sometido a una rigurosa
revisión de especialistas. Venezuela no tiene diecisiete
millones de electores. No somos, con veintiséis millones de
habitantes, el país con más viejos de esta parte del mundo.
Podríamos agregar muchas cosas más a estas reflexiones, pero
siento que en este momento son innecesarias. Espero que esto
tenga su momento. Lo lamentablemente cierto es que se aceptó
participar en una consulta inconstitucional planteada de
manera fraudulenta que le deja ahora a los poderes
constituidos del estado-gobierno la definición de los
alcances de la enmienda y la redacción de los artículos
modificados, nada de lo cual fue votado.
El gran triunfador del domingo fue Hugo Chávez, jefe del
estado y la gran perdedora la nación venezolana que él
debería representar. Pero prefiere controlarla, someterla y
condenarla a una miseria de tal naturaleza que todos, ricos
y pobres, personas naturales y personas jurídicas, tengamos
que depender de su voluntad hasta para las cosas más
elementales. Perdió el referéndum sobre la reforma
constitucional en diciembre del 2007, pero inmediatamente
después promulgó los veintiséis decretos-ley producto de la
Habilitante, síntesis de las propuestas rechazadas por el
pueblo. Hoy son leyes vigentes aunque no estén plenamente
aplicadas. El tema que faltaba, la reelección indefinida,
acaba de obtenerlo con la votación del domingo, la cual a
pesar de todo proyecta a una Venezuela confrontada consigo
misma. Dos mitades casi irreconciliables, con dificultades
crecientes para la convivencia pacífica en una República que
está siendo destruida a pasos acelerados. Más de cinco
millones de compatriotas no aceptarán que sobre sus restos
se consolide un estado socialista a la cubana como proyecto
de un esquema totalitario. Toda dictadura autocrática
necesita construir el marco jurídico adecuado a sus
propósitos. Chávez dio un paso largo hacia su objetivo
final. El problema no es cuantitativo, numérico en votos,
sino cualitativo. De principios y valores que desaparecen.
El reto es enorme. Perdemos la patria. ¡Podemos impedirlo!
oalvarez@telcel.net.ve